Nueve años después
A veces siento que no puedo respirar, el aire se siente pesado en mis pulmones. Siento que no estoy preparada para este mundo, aunque intento recordarme que el mundo es quien no está preparado para mí.
—¿Piensas quedarte todo el día holgazaneando? —Gritan desde el otro lado de la puerta de la gran habitación.
Me enderezo sobre la cama intentando reprimir los gruñidos por el esfuerzo y dolor que siento en el cuerpo. Maldición, necesitaré unas horas para recuperarme de la golpiza que recibí ayer. Solo he dormido dos horas y el cuerpo me pide a gritos que descanse, solo un poco... Solo cinco minutos...
—¿Quieres que entre por ti? —otro grito. Abro los ojos sobresaltada y sin querer me golpeo con la cama que está sobre mi cabeza. Si es que se le pude llamar cama a estas tablas con tapete. Todos dormimos en camarotes, llega un momento en el que solo te puedes sentar sobre la cama si no te quieres dar cabezazos, como ahora.
Continúa Callen desde el otro lado de la puerta— Bueno, no es que me moleste sacar tu trasero pomposo de la cama. Quiero decir, no me quejo en lo absoluto.
— Ya voy, ¡carajo! —Le grito de vuelta.
Me levanto gruñendo y me pongo una camisa holgada sobre el top deportivo. Aprieto los dientes mientras intento observar mis heridas. Moratones alrededor de todo el abdomen, posible costilla fracturada. Arremango mi sudadera y encuentro más hematomas en los gemelos y muslos. Una herida profunda de unos 8 cm en la rodilla, ya está cicatrizando. No está tan mal. Dentro de una hora estaré como nueva.
Sorteo los trastes que hay esparcidos por el suelo, tropezando con un casco de combate. Suelto un quejido. Estas chicas nunca van a entender. Su desorden no tiene remedio. Le doy una patada al casco, enviándola bajo un camarote.
—¿Me extrañabas, primor? —Saludo a Callen mientras este intenta hacerse una trenza en su largo cabello. Es un chico de buen ver. Alto, atlético, rubio y un asesino formidable. Cualquier chica de nuestra clase (o cualquier otra) se moriría por estar con él. Claro, excepto yo. Estamos más allá del romance. Él sabe cosas sobre mí que espantaría a más de uno y viceversa. Hemos entrenado, peleado, sangrado, todo siempre juntos. Maduramos juntos y moriremos juntos, lo sé.
¡Él sonríe mirando su trenza y sube la mirada para fijarse en mi cara — Merde! ¿Quién te reventó así? —Me mira estupefacto. —Me proclamo su admirador número uno. —Suelta a reírse.
Cree que estoy así por un entrenamiento duro. Me ofende que piense que solo un cazador podría golpearme el trasero de este modo. Había olvidado examinar mi cara. Recordaba haber recibido unos cuantos golpes, antes de que los malditos cayeran desangrándose muertos.
—Ayer estuve de caza.
Su cara de inmediato cambia, se convierte en la de un guerrero experimentado. Uno que ha visto correr sangre para una y muchas vidas más. Sus ojos se endurecen, su boca se convierte en una mueca peligrosa y su cabeza se alza. Siempre con la cabeza en alto.
—Imagino que no fuiste sola —Me dice con voz fría y reprobadora.
—No, me acompañaban mis armas. Vamos al comedor, me muero de hambre.
Comienzo a caminar sin fijarme si me sigue o se quedó plantado en la mitad del pasillo. Conociendo su intensidad no se dará por vencido. Muero de hambre.
—Me dijiste que no volverías a ir sola. ¿Estás loca? Al parecer, no recuerdas lo que pasó la última vez. —Gruñe en voz baja agarrándome del brazo con fuerza.
La última vez escapé de la academia para cazar sola. Tenemos terminantemente prohibido salir de los límites de la academia sin un Alto Fall. Al salir caí en una trampa. Me atraparon algunos demonios, pero no sin que antes me cargara a unos cuantos y los regresara al infierno. Eran muchos, incluso para mí. Me torturaron casi hasta la muerte. Perdí mucha sangre. Fue un milagro que mi equipo me encontrara antes de que terminaran el trabajo. Me queda la satisfacción de que todos ellos pagaron lo que me hicieron.
Suspiro y lo observo con detenimiento. A Callen nunca hay que tomárselo a la ligera. —Primero, suéltame o te patearé el culo en medio del corredor. No quieres eso, ¿verdad?
Bufa y finalmente me suelta. Continúo. —Segundo, no recibo ordenes tuyas. Recuerdo claramente haberte dicho que puedo y seguiré cazando sola si es lo que quiero. Y tercero, pero no menos importante. Me estoy muriendo de hambre, así que abre paso.
Sigo caminando directo al comedor. El delicioso olor a comida llena mis fosas nasales y simplemente comienzo a andar en piloto automático. Chuletas de cerdo, patacones, papa, filete... se me hace agua la boca.
—Buenos días, vengo por mi ración. —Le digo a la chica que hay tras el mostrador. No recuerdo haberla visto antes, debe ser nueva por acá.
—¡Hola! Claro, con gusto. ¿Qué te pongo?
Después de recibir mi orden comienza a servirlo sin despegar su mirada de la mía. Resulta un poco inquietante, pero no despego mis ojos de los suyos. ¿Qué pretende? Pronto lo averiguaré.
—Así que es verdad —Se atreve a decir.
—¿Qué? —Le espeto.
Siempre es lo mismo. Me observan, me analizan, hasta que caen en cuenta de quien soy. Es inevitable, mi largo cabello negro azabache, la cicatriz que atraviesa mi mentón hasta la comisura derecha de mi boca y mis ojos. Eso es lo verdaderamente extraño y aterrador. Los humanos lo llamarían Heterocromía, yo lo llamo maldición. Mis ojos son desiguales. El iris de mi ojo derecho es violeta, similar al color de la flor Delphinium, que por coincidencia es una planta venenosa. El de mi ojo izquierdo es tan negro como mi cabello.
Entre mí propia especie soy un fenómeno.
—Eres ella —Apunta la chica mientras retrocede. —La cazadora impura.
Maldición. Siempre consiguen arruinar mi comida.
—Si, lo es —Dice Callen alcanzando el mostrador. —Y su espíritu sale y asesina si tiene hambre. Se vuelve muy irritable.