CAPITULO LARGO
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Nos movemos sigilosos por la academia. Se escucharía más el sonido de una pluma al caer, que nuestros pasos. Años de entrenamiento nos permiten actuar por instintos. Somos adrenalina pura en la noche.
Artemisa, tal y como creí estaría demasiado ocupada dando explicaciones al círculo Fall como para cumplir mi castigo. Aún no es mi hora, por lo que nadie me buscará por el momento. Mejor aprovecho el tiempo.
Callen llegó hasta el tercer piso de nuestro bloque para observar el terreno y acompañarnos desde las habitaciones femeninas. Corremos en la completa oscuridad, conociendo cada curva, salto y trampa que nos encontramos por el camino. Pasamos sigilosos y aguantando la respiración junto a la habitación de la guardiana del piso tres. La puerta está abierta, en el fondo se puede vislumbrar a la Alta Fall observando por la ventana hacia los alrededores de la academia con un arco en la mano. Pego un brinco sorprendida cuando ella eleva una mano para acomodar su cabello y me muevo intentando no perturbar el aire. Corremos por las escaleras saltando varios escalones y luchando en silencio por llevar la delantera. Charlotte pone sus manos sobre mis hombros, toma impulso y salta sobre mi cabeza. Mira hacia atrás y lanza un beso al aire. Reprimo la risa. Solo disfruta el momento, Vania.
Pasamos por el piso de la sala de entrenamiento y escuchamos sonidos de lucha. Espadas chocándose y gruñidos de esfuerzo.
—Vamos, sigue intentándolo —Habla una voz arrogante. Es una chica. —Amigo.
—¿Ah sí? —Responde un chico con la voz ronca. —Cuidado con los pies.
Y seguido se escucha un golpe. Es el sonido de un cuerpo chocando contra el colchón.
—Eso no fue limpio, idiota.
El chico suelta una carcajada —En la guerra y el amor, todo se vale. —Y dice de forma despectiva: —Amiga.
¿Quiénes serán los trágicos amantes?
Me encojo de hombros. No es mi problema, aunque sería interesante averiguarlo. Que chismosa.
Seguimos bajando escaleras y llegamos al primer piso. Pasamos junto a la puerta del comedor donde se puede vislumbrar un suave resplandor al fondo. Saltamos y nos escabullimos por el techo evitando ser vistos por cualquier ojo visor. Sería trágico chocarnos con algún cazador con insomnio. Pegamos las palmas de las manos sobre las vigas de madera, deslizándonos por el techo interior. Cuando ya hemos pasamos las puertas, Charlotte hace una vuelta en el aire y aterriza sin hacer ruido. Callen se impulsa contra la pared y aterriza en el suelo con una curva suave. Los dos desaparecen en la oscuridad. Suelto las vigas y en una suave exhalación caigo al suelo con la posición de un gato. Me impulso y corro en la oscuridad.
Nos dirigimos a la parte trasera del primer piso y pierdo de vista a mis amigos. Sigo corriendo fijándome en que los salones de estudio tienen sus puertas cerradas, como casi siempre. Se le llama 'aprendizaje a puerta cerrada', el terror de los cazadores junior. Aunque ya haya pasado por esa etapa, no puedo evitar sentir un escalofrío al recordar lo que "aprendíamos" en esos salones cerrados. Sigo de largo intentando despejar mi cabeza. Llego a las escaleras que dan al sótano y salto todos los peldaños mientras paso una mano por el techo de madera mugriento. Me deslizo por el suelo levantando polvo y me topo con mis amigos recostados el uno contra el otro.
Callen cubre un bostezo con su mano. —Por fin llegas. Creo que estás perdiendo tu toque—Bromea.
—Ni lo menciones. —Con la palma de la mano, le propino un golpe en la frente y salgo corriendo.
Escucho su quejido y río en silencio. Busco a tientas sobre uno de los polvorientos muebles alguna vela o linterna. Tenemos provisiones de las veces que nos escapamos a pasar el rato en el escalofriante sótano. Eran tiempos más oscuros. Al fin encuentro una vela con poca mecha y la enciendo con un fósforo que me entrega Callen. Se ilumina el sótano. Viejos pupitres, armaduras viejas y oxidadas, algunas armas antiguas y equipo de supervivencia, estos se encuentran resguardados en bolsos para cualquier emergencia. El techo bajo se encuentra lleno de telarañas y puedo escuchar ratones roer viejos libros amontonados en los rincones. El papel tapiz se encuentra sucio con manchas extrañas y malolientes.
Es sorprendente el nivel de descuido que hay en este lugar. Todas estas cosas podrían ser valiosas. ¡Son antigüedades! Esto demuestra que los cazadores no somos tan perfectos como quieren hacernos creer.
Charlotte llama mi atención mientras toquetea toda una pared del fondo en busca de algo. —Debe estar por aquí. —Murmura.
—¿Qué buscas? —Susurro.
—La salida. —En cuanto dice eso, da una pequeña palmada en la pared y se activa un mecanismo abriendo un agujero en la parte de abajo. —¡Booyah! Espero que no sean claustrofóbicos.
Callen y yo enarcamos una ceja. Por supuesto que no. Los cazadores no podemos tener fobias tan mundanas. De eso se encargaron los Altos Fall.
—¿Quién va primero? —Pregunta Charlotte y nos observa esperando un voluntario. Miro la entrada del túnel, llena de telarañas e insectos. Se escucha el sonido de pequeñas patas correteando por hojas secas y chillidos a la lejanía. Lo siento Charlotte, pero yo no me ofrezco.
—Encontraste el túnel —Frunce el ceño Callen. —Vas tú.
Charlotte ríe. —Por favor, el gran Callen Hildebert del poderoso clan de Orión, tiene miedo a una madriguera de conejo.
Río siguiendo la burla. —Qué vergüenza, guerrero.
Callen voltea los ojos fastidiado. —Como sea, primero el cazador de Orión. —Y nos da una mirada presumida mientras entra de cabeza al hueco.
Charlotte bufa —Vanidoso. —Y sigue a Callen.
Me agacho y paso mi mano por la apertura del agujero. Allá vamos. Entro al túnel a gatas.