Entre Sombras

Capitulo 8

 

Nos acomodamos en los asientos que nos han asignado y miro de reojo a Charlotte. Se encuentra de pie, junto a la ventana. Su barbilla altiva en alto y sus ojos fríos como el hielo. Sus sentimientos no podrían ser más diferentes. Una ventisca de paz y alivio refresca su alma, cuando posa sus ojos en mí. Está feliz de verme con vida.

—Ya estamos todos. —Anuncia el líder, llamando mi atención. —Me encontraba resolviendo algunos asuntos de máxima importancia, que me impidieron estar con ustedes; me disculpo por ello. —Su voz retumba con suavidad en la habitación, pero el poder y la autoridad que transmite hace parecer que estuviera gritando. La palabra de este hombre es ley. —Dejando esto en claro, infórmanos.

No puedo evitar preguntarme que son aquellos asuntos que le impidieron poder reunirse con los cazadores, para negociar la protección de su pueblo. Deben ser delicados si requieren la presencia del líder de la aldea original. No se le puede llamar a semejante celebridad para tomar el té.

Thoth comienza a hablar sin ninguna muestra de nerviosismo. Si su padre tiene voz suave y armoniosa, su hijo la tiene dura y calculadora e igual de poderosa. Su frente se eleva con dignidad y me distraigo un instante en el movimiento de su manzana de Adán al hablar. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. Traga saliva. Salgo de mi ensoñación. Me muevo con incomodidad en mi asiento y suprimo el carraspeo que se quiere elevar por mi garganta.

Thoth sigue hablando, ignorándome por completo. —Minutos antes del alba, la Alta Fall se disponía para acudir a la reunión. Fui personalmente para escoltarlos hacia la sala del concejo, pero el primer par de cazadores ya habían partido para estudiar el camino.

Me obligo a concentrarme en las palabras que salen de su boca y no en los carnosos labios que adornan cada una de sus entonaciones. ¿Qué carajos me está pasando?

Me doy una cachetada mental. No sabía que Thoth estaba con Leandra y los demás cazadores, mientras luchábamos con los demonios. Ahora que lo pienso, en medio de mi bruma, recuerdo el rostro del hechicero cubierto de sangre. Sus gestos endurecidos por la preocupación y la impotencia. Sus ojos fueron la cosa más bonita que vi, antes de cerrar los míos. Desearía haber tenido la fuerza para elevar mi mano y apartar los rizos rebeldes que caían sobre su frente. Tal vez, podría elevar mis labios y… ¡Alto! Joder, ¿qué me está pasando? Debo estar volviéndome loca. Nunca, podría pensar así de un hombre y mucho menos de un hechicero.

Trago saliva, notando mi respiración acelerada y evito mirar directamente al protagonista de mis extraños pensamientos. Esto es su culpa. Debe estar haciéndome algo.

Continúa Thoth, ajeno a la batalla que se está librando en mi interior. —A medio camino, se atravesó un hechicero frente a nosotros. Era un huésped. Liberó dos demonios y tuvimos que luchar contra ellos. Su objetivo era ralentizarnos, ya que suponemos que, en ese mismo instante, se estaban liberando los tres demonios, entre ellos, uno trascendental.

De repente, la sorpresa corta el extraño rollo que estaba subiendo por mis piernas. Un demonio trascendental. Eso explica su extraña inteligencia, su poder y el odio que desbordaba. Era metódico, no se dejó llevar por el hambre. Quería vernos sufrir por encima de todo.

—Contamos con la suerte, de que el primer par de cazadores, Aznar y Vania. Se chocaron con la anfitriona de los tres demonios.

No diría que nos chocamos. Más bien, la mujer quería chocar mi cabeza contra el suelo. Desde el principio nos visualizó y quiso buscarnos pelea. En la mayoría de los casos, los anfitriones son invadidos por el demonio, pero no se enteran hasta que este sale. La mujer sabía lo que llevaba en su interior y quería echárnoslos encima.

—Cuando terminamos con los dos primeros demonios, un hechicero nos advirtió sobre los otros tres que se habían liberado en la plaza. Intentamos llegar rápido al lugar, pero estábamos heridos y nos habíamos entretenido mucho tiempo. —En esta parte la voz de Thoth se tensa y lanza una rápida mirada hacia mí. El cosquilleo regresa con más fuerza. —Al llegar, nos encontramos con dos cuerpos en cenizas, un demonio dormido y dos cazadores tirados en el suelo, muertos.

Por un momento no registro lo que acaba de decir. ¿Dos cazadores muertos? Solo estábamos Aznar y yo. Dos segundos después entiendo a lo que se refiere; dos cazadores muertos: una cazadora y un cazador. Aznar y yo.

Mi primera reacción es el enojo. Estuve muerta y nadie me lo dijo. Es el colmo de la ineptitud. Luego llega la confusión. Si estaba muerta, ¿Qué hago aquí? Por último, aparece el alivio. No estaba equivocada. De verdad estaba sintiendo que iba a morir, lo hice y aun así estoy aquí contando el cuento.

—Sus heridas estaban en carne viva, pero eso no era lo preocupante. —Les lanza una mirada a todos los presentes en la sala. Me muerdo el labio con expectación. —Lo preocupante era el vapor verde que expulsaban sus heridas.

En la sala se escucha una exclamación colectiva. De inmediato la sorpresa y el miedo, sobrevuela el aire. Los representantes se miran entre ellos con la incomprensión y el miedo pintado en sus caras. No pueden entender como está ocurriendo esto.

—Así es. —Habla Martín tomando la palabra. —Los demonios encontraron el fuego del infierno.




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