25
—Creo que no te hemos dicho que los espíritus como Enstel tienen un nombre —dijo Iris al terminar de cenar.
—¿Ah, sí?
—Se los conoce como espíritus Tau —le informó Iris—, como la letra griega, un símbolo de vida y resurrección. También es la última letra del alfabeto hebreo.
—San Francisco le tenía tanto amor que las órdenes franciscanas la utilizan como su símbolo —añadió Eric—. El santo empleaba la letra Tau para firmar cartas, sanar heridas y enfermedades. Para él simbolizaba la cruz, Jesucristo, la redención y la salvación.
—Si bien la primera memoria de Enstel data de cinco mil años antes de Cristo, estos espíritus no fueron oficialmente bautizados hasta mucho después de su llegada al mundo físico. Nunca ha existido un estudio apropiado sobre ellos, son casi una leyenda y en ningún lugar se explica cómo invocarlos.
—Es irónico que un ente con semejantes asociaciones haya sido empleado tan a menudo con los propósitos equivocados.
—Pero no siempre ha sido así, ¿verdad? —preguntó Acacia ansiosa—. El alquimista de Oxford siempre me ha dado esperanzas. Sé que trató a Enstel con cariño y respeto y juntos lograron grandes avances, incluso si Enstel no era tan poderoso entonces como lo es ahora.
—Quizás no fueran muy numerosas —señaló Iris—, pero también hubo personas que los invocaron con el fin de explorar otras dimensiones, aumentar su nivel de conciencia, aprender a curar enfermedades y adquirir conocimientos espirituales.
—Y salvar a bebés en peligro —añadió Eric apretándole la mano con una sonrisa que quedó repentinamente quebrada—. Lo que nos lleva a otro tema.
Le lanzó una mirada a Iris, quien asintió con un breve gesto.
—Ha llegado el momento de hablar claramente sobre la Orden —continuó Eric en tono grave—. En mi último viaje logré poner a salvo a una familia en Argentina, pero solo lo conseguí al desviarme del protocolo habitual. Era la prueba definitiva que estaba buscando y que demuestra que hay un elemento corrupto.
—¿Quieres decir que es la misma Orden quien está asesinando a sus miembros? —exclamó Acacia palideciendo.
—Un grupo de nosotros hemos sospechado durante un tiempo que dentro de la Orden existe una facción secreta que opera sin atenerse al código ético —explicó Eric—. Mi madre y yo, entre otros, hemos estado tratando de reunir pruebas fehacientes. No se puede lanzar una acusación tan grave siguiendo una simple corazonada.
—Por desgracia, resulta también muy difícil encontrar aliados en los que poder confiar plenamente —añadió Iris—. Esto, junto al miedo general, ha demorado mucho el proceso. La semana que viene viajaré a San Francisco, donde vamos a tratar de decidir qué hacer. No podemos permitir que los asesinatos continúen por más tiempo.
—¿Me introdujiste en la Orden sabiendo que era peligrosa? —le preguntó Acacia a Eric.
—Oh, cariño, era necesario —le aseguró Iris.
—Ya se habían percatado de tus cualidades el primer año y era cuestión de tiempo que te reclutaran. Al menos así podía ofrecerme a ser tu mentor y asegurarme de que estabas a salvo. Lo entiendes, ¿verdad?
Acacia lo miró un momento antes de asentir.
—Como sabes —prosiguió Iris—, el rector, Alexander Crosswell, es un viejo amigo de la familia. Sin embargo, rara vez me he sentido totalmente cómoda con él. En ocasiones ha habido entre nosotros un elemento muy sutil, oculto, que jamás he logrado definir. Por eso siempre he rechazado los puestos que me ofrecía en Oxford y he preferido seguir mi propio camino. Eric también ha sentido una sombra de recelo, sobre todo en estos últimos tiempos.
—Es como si la superficie se estuviera resquebrajando. He llegado a pensar que nuestras percepciones están manipuladas por un encantamiento, pero no hemos conseguido encontrar nada. Los hechizos sutiles no son nuestra especialidad.
—¿Creéis que el rector está detrás de los asesinatos?
—Estamos convencidos de que nos oculta algo —respondió Iris con cautela—, pero no tenemos pruebas fehacientes. Por eso hemos pensado que quizás Enstel, con su percepción superior, nos pueda ayudar a esclarecer todo este asunto.
—Os pedí que Enstel no se materializara en Oxford porque su vibración es más fácil de percibir cuando desciende y creo que al menos el doctor Weber sería capaz de verlo. Eso os pondría en peligro a los dos, pero el otro motivo para mantener la existencia de Enstel en secreto es que, si nadie sabe de él, no se les ocurrirá intentar protegerse. Cuando os vi por primera vez, tuve que estudiar mucho y pedir ayuda para desarrollar el hechizo que me hiciera invulnerable a vuestra influencia.
—Ni Enstel ni yo pudimos leer tu mente, lo recuerdo.
—No te imaginas el trabajo que me costó. Por eso tengo la esperanza de que, en caso de enfrentamiento directo, nadie sería capaz de levantar una defensa in situ. El rector y el profesor Weber, su mano derecha, poseen aliados poderosos, por eso el factor sorpresa puede ser fundamental llegado el momento.