Después del brutal ataque, el grupo de la resistencia se reunió en un nuevo escondite, una vieja fábrica abandonada a las afueras del barrio bajo. El aire estaba cargado de tensión y cansancio, pero la determinación brillaba en los ojos de todos.
—Necesitamos evaluar nuestras pérdidas y planear nuestro próximo movimiento —dijo Alex, mirando a cada uno de los presentes. Su voz era firme, pero la preocupación por su hermana Emma, que estaba atendiendo a los heridos, era evidente.
Leo se levantó, limpiando el sudor de su frente. —Hemos perdido a varios buenos combatientes, pero no podemos rendirnos ahora. La élite está planeando algo grande, y tenemos que estar listos.
Maya, que estaba revisando sus armas, asintió. —Tenemos que infiltrarnos en una de sus instalaciones. Si conseguimos información sobre su nuevo dispositivo de control, podremos detenerlos antes de que sea demasiado tarde.
Mientras discutían, Alex tuvo un flashback de su infancia. Recordó cómo él y Emma habían perdido a sus padres en uno de los primeros ataques de la élite.
Flashback
Hace diez años, el mundo era muy diferente. Alex y Emma vivían con sus padres en una ciudad próspera. Su madre, Elena, era una ingeniera brillante que trabajaba para el gobierno. Su padre, Marco, era un médico respetado en la comunidad. La vida era tranquila hasta que la élite comenzó a consolidar su poder.
Un día, Elena descubrió algo aterrador: la élite estaba desarrollando una enfermedad. Habían creado un virus extremadamente contagioso y mortal con el objetivo de reducir la población y controlar a los sobrevivientes. La enfermedad atacaba rápidamente, causando fiebre, delirios y, en la mayoría de los casos, la muerte en cuestión de días. La élite planeaba liberar el virus en áreas seleccionadas para sembrar el caos y luego presentarse como los salvadores con una vacuna que solo ellos poseían.
Elena, horrorizada, decidió unirse a la resistencia y filtrar la información. Logró obtener pruebas de los experimentos y los planes detallados de la élite. Pero la élite no tardó en descubrir su traición. En una noche fatídica, agentes de la élite irrumpieron en su hogar. Elena y Marco intentaron proteger a sus hijos, pero fueron superados.
—¡Niños salgan de aquí! —gritó Elena mientras disparaba contra los intrusos.
Alex, de solo diez años, tomó la mano de Emma y corrieron hacia la salida trasera. Desde el patio, vieron cómo su casa ardía y sus padres caían. Alex se detuvo un momento, escondido detrás de una esquina, y vio a su madre enfrentarse a los agentes. Elena, con su rostro lleno de determinación, disparó su arma hasta que uno de los intrusos le voló los sesos con un tiro certero. El impacto fue brutal y desgarrador. Elena cayó al suelo mientras el cerebro y la sangre se esparcían por el suelo.
Antes de que Elena muriera, miró a Alex a los ojos y le dijo:
—Alex, eres fuerte y valiente. Encuentra la resistencia. Debes detenerlos... ¡Debes detener el virus! Y cuida de tu hermana, Emma. Ella te necesita. Te quiero, hijo.
Fin del Flashback
De vuelta en el presente, Emma estaba en un rincón de la fábrica, atendiendo a los heridos. Sus manos se movían rápidamente, limpiando heridas, aplicando vendajes y administrando medicinas. Entre los heridos estaba Ethan, con una profunda herida en el brazo causada por la explosión.
—Tranquilo, Ethan. Esto va a doler un poco, pero necesitas puntos —dijo Emma, su voz firme pero reconfortante.
Ethan apretó los dientes mientras Emma suturaba la herida. A su lado, Zara asistía a otro combatiente, un joven llamado Miguel, que había recibido un disparo en la pierna. El dolor era evidente en sus rostros, pero la determinación de seguir luchando no había disminuido.
El grupo comenzó a entrenar y preparar sus equipos. Cada miembro tenía habilidades únicas que eran cruciales para la misión. Leo, con su fuerza bruta y habilidades de combate cuerpo a cuerpo. Maya, experta en infiltración y espionaje. Ethan, el genio tecnológico, y Zara, la médica del grupo, que no solo sanaba heridas, sino que también creaba dispositivos médicos improvisados.
Mientras tanto, algo más estaba ocurriendo fuera de la fábrica. Damian, un joven con aspecto agotado y ropas desgarradas, se acercaba al escondite de la resistencia. Llevaba días escapando de la élite, buscando un lugar seguro y gente con quien unirse. Había escuchado rumores sobre un grupo que aún se resistía y decidió arriesgarse.
Entró en la fábrica con las manos en alto, mostrando que no tenía intenciones de atacar.
—¡Hola! —gritó con voz temblorosa—. No soy enemigo, ¡solo quiero ayudar!
El grupo se giró, sorprendido. Alex levantó una mano, indicándoles que se calmaran.
—¿Quién eres y qué quieres? —preguntó Alex con desconfianza.
—Mi nombre es Damian —respondió el joven, dando unos pasos hacia adelante—. Perdí a mi familia por culpa de la élite. He estado huyendo y escuché sobre ustedes. Necesito unirme, quiero vengar a los míos.
Ethan, siempre el más cauteloso, lo miró con suspicacia. —¿Cómo sabemos que no eres un espía?
Damian levantó su camiseta, mostrando cicatrices de tortura. —Esto es lo que me hicieron cuando intenté rebelarme. No soy un espía. Solo quiero luchar.
El grupo decidió darle una oportunidad, aunque con precaución. Zara, que había estado observando a Damian con atención, encontró una conexión con él. A medida que pasaba el tiempo, la preocupación y el interés de Zara por Damian se convirtieron en algo más profundo. Damian, por su parte, parecía no rendirse en su papel de "nuevo aliado", mientras mantenía un ojo en Ethan y sus sospechas.
Mientras Damian comenzaba a ganarse la confianza del grupo, Zara y Damian desarrollaron una relación cercana. Los largos momentos en que Zara se ocupaba de las heridas y Damian ofrecía su ayuda crearon una intimidad inesperada entre ellos. La conexión creció, y pronto, los sentimientos de Zara por Damian se volvieron más complicados.