El aire estaba cargado de tensión en el campamento mientras los miembros de la resistencia intentaban asimilar los eventos recientes. La recuperación de los suministros médicos había sido una victoria crucial, pero la traición que permitió su robo inicial dejaba una sombra sobre ellos. Todos sabían que había un traidor entre ellos, alguien que había puesto en peligro sus vidas y su lucha.
Alex, Emma, Maya y Ethan se reunieron en una de las tiendas más grandes del campamento, donde los líderes de la resistencia discutían el siguiente paso. El Dr. Vargas estaba presente, su rostro mostrando signos de agotamiento pero también de determinación.
—Tenemos que averiguar quién fue el responsable —dijo Ethan, golpeando la mesa con el puño—. No podemos permitirnos otra traición.
—Estoy de acuerdo —respondió Maya, su voz un poco más fría que de costumbre—. Pero también tenemos que seguir trabajando en el tratamiento y encontrar una solución definitiva al virus. No podemos dejar que esto nos paralice.
El Dr. Vargas asintió, sus ojos moviéndose entre los presentes.
—Hemos avanzado mucho, pero aún queda mucho por hacer. El tratamiento es solo una medida temporal. Necesitamos enfocarnos en encontrar una cura completa, y eso requiere tiempo y recursos.
Emma, que había estado en silencio hasta ahora, levantó la vista con una mezcla de preocupación y resolución.
—¿Y si organizamos un ataque a la élite? —sugirió—. No solo para obtener más suministros, sino también para enviar un mensaje. Necesitan saber que no nos rendiremos fácilmente.
Alex miró a su hermana, impresionado por su valentía.
—Es arriesgado, pero puede ser nuestra mejor opción —dijo Alex, asintiendo lentamente—. Si logramos golpear a la élite donde más les duele, podríamos ganar tiempo y recursos para seguir adelante.
Los días pasaron, y la desconfianza se instaló en el campamento. Maya había estado más distante, evitando a Alex, lo que añadía una capa de incertidumbre a la situación ya tensa. Sin embargo, Alex encontraba consuelo en su amistad con Ethan. Desde que se unieron a la resistencia, Alex y Ethan habían compartido incontables momentos de camaradería, y su relación solo se había fortalecido con el tiempo.
Una tarde, Alex y Ethan se sentaron en una colina que dominaba el campamento, observando el horizonte. Era un ritual que habían adoptado, un momento de tranquilidad en medio del caos.
—¿Alguna idea de quién podría ser el traidor? —preguntó Ethan, rompiendo el silencio.
Alex suspiró, sacudiendo la cabeza.
—No estoy seguro. Pero quien sea, conoce nuestros movimientos y nuestras debilidades. Eso me preocupa.
Ethan asintió, su expresión seria.
—Tenemos que estar más atentos. No podemos permitir que nos golpeen de nuevo. Necesitamos proteger a Emma y a los demás.
Alex sonrió débilmente, agradecido por la lealtad de su amigo.
—Gracias, Ethan. No sé qué haría sin tu apoyo.
—Siempre estaremos juntos en esto, Alex. No estás solo —respondió Ethan, dándole una palmada en el hombro.
Mientras regresaban al campamento, Alex y Ethan recordaban algunos de los momentos que habían compartido. Recordaron cómo se conocieron durante una de las primeras misiones de la resistencia, donde ambos se salvaron mutuamente de una emboscada de la élite.
—¿Recuerdas esa vez que casi nos capturan en el callejón? —preguntó Ethan, riendo.
—¿Cómo olvidarlo? —respondió Alex, sonriendo ampliamente—. Nunca había visto a alguien correr tan rápido en mi vida.
—Bueno, tenía un buen incentivo —bromeó Ethan—. No quería terminar como prisionero de la élite.
De regreso en el campamento, los líderes de la resistencia se reunieron nuevamente. Esta vez, tenían una lista de sospechosos. Era necesario identificar al traidor y eliminar la amenaza interna antes de planificar cualquier golpe contra la élite.
Alex tomó un profundo respiro antes de leer los nombres en voz alta:
—Tenemos una lista preliminar de sospechosos. Incluye a Damian, Zara, Marco y Elena. Todos han tenido acceso a información sensible y podrían haber tenido la oportunidad de filtrar detalles a la élite.
Zara, que estaba presente en la reunión, levantó la mano de inmediato.
—Esto es ridículo —dijo Zara, con los ojos llenos de indignación—. ¿En serio creen que yo podría traicionarlos? He arriesgado mi vida por esta resistencia más veces de las que puedo contar.
—No estamos acusando a nadie todavía —intervino Maya, intentando calmar la situación—. Solo necesitamos investigar a fondo y asegurarnos de que no haya más filtraciones.
Damian, que estaba cerca de Zara, frunció el ceño.
—No puedo creer que esté en esa lista. He trabajado duro para ganar su confianza.
Alex observó a los demás con cautela. La tensión era palpable, y sabía que la situación podía explotar en cualquier momento.
—Lo sé, Damian. Pero debemos ser cautelosos. No podemos permitir más traiciones. Necesitamos verificar cada pista y asegurar que todos aquí estén comprometidos con la causa.
Zara se levantó de su asiento, enfrentando a Alex con furia.
—Esto es injusto, Alex. ¿Cuántas veces he demostrado mi lealtad? ¿Qué pruebas tienen contra nosotros?
Ethan se levantó y se paró al lado de Alex, dispuesto a apoyar a su amigo.
—Zara, nadie está diciendo que seas culpable. Pero la seguridad de todos aquí es nuestra prioridad. Solo queremos asegurarnos de que no haya más riesgos.
Zara apretó los puños, su ira evidente.
—Esto es una cacería de brujas, y todos lo saben. No permitiré que se me trate como una traidora sin pruebas.
Elena, sentada al otro lado de la mesa, no pudo contenerse y levantó la voz.
—Esto es un insulto. He dedicado mi vida a esta resistencia. ¿Cómo pueden siquiera pensar que traicionaría a todos ustedes?
Marco se unió a la discusión, su rostro enrojecido de frustración.
—¡Exacto! Todos hemos estado aquí desde el principio. Poner en duda nuestra lealtad sin pruebas concretas es una falta de respeto.