Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 16. Terminal B

20 de julio de 2002

¿Qué clase de sueño raro es este? Porque es un sueño, ¿no? En primer lugar, ¿dónde estoy? No entiendo nada.

«Cálmate, no entres en pánico».

Una chica me golpea la cara con sus… ¿alas? ¿Esas son alas de…? Ay no. No, no, no. Esto está mal, súper mal. Aquí todos tienen alas y visten de blanco. ¡¿Por qué mi ropa es blanca?! Ya entre en pánico, estoy muy asustado. ¡Estoy aterrado!

¿Dónde está mamá? ¿Dónde está papá? ¿Dónde está el abuelo?

Desde pequeño papá me enseño que hacer en caso de llegar a perderme. La primera regla es guardar la calma, cosa que no puedo hacer. La segunda es quedarme en donde estoy y la tercera es solicitad ayuda a alguna persona que vea que puede ser de confianza.

Entre tantas alas busco a una persona que pueda ayudarme. Me acerco a un ancianito con unas alas enormes color amarillo.

─Disculpe ─toco su hombro, este voltea enseguida─. ¿Me podría decir en dónde estoy?

─¿Acabas de llegar? Te sugiero que esperes a tu ángel guardián, no tarda en llegar ─me palmea el hombro, me sonríe y desaparece por arte de magia.

Me quedo en shock, ¿qué acaba de pasar? ¿Ángel guardián?

─¡Atención a todos! Como todos los días, les damos la bienvenida a la Terminal B ─volteo a todas partes para descubrir de donde proviene esa voz femenina, viene de los altavoces─. Si aún no has encontrado a tu ángel guardián, quédate en donde estas y muy pronto lo veras. No tengas miedo y no entres en pánico. Esta es la Terminal B, donde las almas descansan la vida eterna.

«Donde las almas descansan la vida eterna».

No puede ser cierto. ¿Terminal B? ¿Qué rayos significa eso?

Me doy la vuelta, choco con un hombre de porte elegante. Es alto, muy alto. Parece como esos hombres que trabajan en empresas muy importantes. Le envidio la barba, a mí nunca me salió. El hombre tiene unas alas blancas muy bonitas, son blancas como la nieve.

─Alonso Miller ─estrecha mi mano─. Soy Cristopher Edevane, tu ángel guardián. Lamento la tardanza, la Terminal es muy grande y a cada segundo aparecen ángeles. Cuando venía para acá una señora apareció casi casi encima de mí ─habla tan rápido que muy apenas logro entenderle.

─¿Mi ángel guardián?

─Sé que en estos momentos debes de estar muy confundido, pero tranquilo, este lugar es seguro. No te asustes.

─¿Por qué estoy aquí?

─Tuviste un accidente automovilístico, lamentablemente no pude salvarte ─baja la mirada─. Tú y tu mejor amigo… perdieron la vida.

Dios mío, ¿qué hice? No, no me puede estar pasando esto.

─Esto es mi culpa. Martín me lo advirtió, el coche no funcionaba bien y no le hice caso. Es mi culpa ─me paso las manos por el cabello─. ¿Martín está aquí?

No recuerdo mucho, solo imágenes del árbol y las palabras de Martín advirtiéndome que no era buena idea. Por mi culpa Martín murió, por mi culpa estamos aquí.

─Él llego antes que tú, en estos momentos se encuentra con su ángel guardián. ¿Quieres ir con él?

─Por favor.

Toca mi hombro y aparecemos en una habitación. Todos los muebles son blancos y dorados, es una habitación como de un adolescente. Martín está sentado junto a un chico con una apariencia muy joven, luce de nuestra edad.

─¡Alonso! ─grita en cuanto me ve. Se levanta de la cama y corre a darme un abrazo─. ¡Este lugar es asombroso! Tienen toboganes que te llevan al lugar que tú quieras, los ángeles pueden teletransportarse y tienen unas alas muy hermosas. ¡Todo es de nubes!

Luce muy emocionado y muy tranquilo. No lo entiendo, no entiendo su emoción.

─Martín… estamos muertos.

─Lo sé.

Nos miramos fijamente, no pasan segundos cuando nuestros ojos se llenan de lágrimas. Nos abrazamos y sale nuestro llanto. Nadie dice nada, solo nos abrazamos y lloramos como niños chiquitos. Es como cuando teníamos diez años y lloramos por diez minutos porque papá nos quitó nuestro balón de fútbol por romper una ventana de la casa.

─Lo siento mucho, todo es mi culpa ─digo entre sollozos─. Perdóname, por favor. Me lo advertiste y no te hice caso. Soy el peor amigo del mundo, nunca me voy a poder perdonar haberte hecho esto.

─Fue un accidente, el coche estaba fallando. No es tu culpa.

─Si lo es, me lo advertiste y no te hice caso ─me separo de él, con mis dedos limpio mis lágrimas.

─Fue un accidente ─repite.

De la nada sus ojos se cierran, sus rodillas se doblan y cae al suelo. Su ángel guardián y el mío corren a levantarlo, cuando logran ponerlo de pie lo dejan sobre la cama. Parece como si un boxeador lo hubiera noqueado.

─¿Qué le pasa? ─pregunto con miedo.

─Síntomas DDM ─dicen al mismo tiempo.

─Síntomas Después de la Muerte ─responde el ángel guardián de Martín─. Es algo muy raro, suele pasarles a varios ángeles que recién llegan a la Terminal. No te preocupes por él, despertara en unos minutos… o horas.




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