Sindy en la noche no pudo evitar contarle lo que paso a Nathalia, sus mensajes de texto volaban y el sonido que hacia cuando llegaba uno nuevo, era tan rápido como el fuego cruzado de una ametralladora, sin dar abasto a los descansos entre tiempos. Eran pocas veces las que esto pasaba, Sindy era cerrada al resto de los hombres, y con él no era la excepción, pero desde que la había salvado, lo ponía un paso más cerca de aceptarlo en su grupo de amigos, si es que ella tenía un grupo de amigos. Ahora Sindy estaba en su casa, con la chimenea prendida viendo un programa absurdo de televisión. Un palenque en el que discutían de temas amorosos.
Ella se había prohibido ver esos programas pero hoy quiso ponerlo, pues necesitaba saber algo, que era aquel sentimiento de pena que sintió cuando el Sander se le había acercado. Hasta los vecinos se sorprendieron de escuchar aquel escandaloso televisor pantalla plana puesto en su máximo volumen, pues hacia mucho que no lo ponía. Puesto que llegaba de la tienda y de revisar el libro contable de varias sucursales regadas por la ciudad y después se echaba a dormir como una osa. Los nuevos accesorios habían llegado ya de Taiwán, otra de las naciones donde los cosméticos iban a la punta.
Sindy aun recordaba aquel horrible verano en la bahía de Cape Cop con su antiguo novio Roberto, a base de aquel espantoso suceso ella produjo un trauma. Algo de lo cual no podía escapar, y eso lo pensaba todas las noches antes de dormir, cuando veía las múltiples cicatrices en sus piernas, aquello que no podía esconder del mundo, aunque usara mil pantalones de cuero. O jeans ajustados, y así se sentía cada vez que veía sus piernas, cuando usaba una bata para dormir o cuando se bañaba, el mismo pensamiento rondaba por su cabeza una y otra vez. La decepción.
Así que apago el televisor con apresuro y se quedó sentada viendo el fuego de la chimenea. Acariciando las suaves y enormes piernas bien definidas. El paraíso de cualquier hombre, pero ante los ojos de Sindy e no era más que el cementerio de las ilusiones de su mismo amor. Siguió acariciando las piernas un poco más, mientras el frio aumentaba, Sindy decidió que era hora de dormir. Se levantó del sillón y puso el vaso en la cocina con algo de melancolía suspiro, pasó el amplio pasillo para llegar a su dormitorio, y entonces se tumbó en la cama después de ese día tan atareado.
Antes de cerrar los ojos pensó, en lo que había pasado en todo el día, el chico Sander, parecía ser menor que ella, o no era tan viejo, debía tener algunos veintidós, pero ella tenía casi veintisiete, no se iba a fijar en alguien como ella, teniendo tantas jovencitas bellas en el mismo centro comercial. Mas cuando al lado de su tienda estaba repleta de estas mismas muchachitas. Que pasaban en las más minúsculas faldas y con el mejor maquillaje de la zona, sabiendo cómo eran los hombres que solo se concentraban en el físico de las mujeres, ella en pocos días iba a quedar como un recuerdo de una vieja historia. Era una vejestorio y debía atenerse a las consecuencias. ¿Pero porque le estaba dando tanta importancia? Solo era un chico como cualquier otro de la ciudad. Además trabajaba como asistente, no era hombre para ella tampoco, así que decidió solo cerrar los ojos para quedarse dormida y dejar de dar tantas vueltas en la cabeza, pero al final el intento fue en vano porque lo único que pensaba era en el momento del elevador el cabezazo y el desmayo. Y así hasta que a media noche pudo conciliar el sueño.
El día siguiente estaba más alegre que el anterior, Sindy se levantó de buenas ganas y se preparó un buen desayuno, no obstante después agarro su móvil y dos pequeños objetos para la tienda. Parte del pedido que había hecho en línea. Así se puso un pantalón de vestir elegante de color negro, que dejaba ver sus caderas esbeltas, y su cintura de abeja, y una blusa verde que dejaba ver algo de barriga y con buen escote en la parte superior, decidió ponerse tacones para parecer más alta. Ahora estaba convencida que parecía una mujer mayor, inalcanzable para el muchacho. Dejaría en claro que lo de ayer solo había sido un error.
Rápidamente ella llego a la tienda transportándose en su auto nuevo, de casi dos semanas de comprado, un Volvo Evolution. Tan solo con entrar en el centro comercial, impuso aquella grandeza que despendería su ser, como si un aura pusiera a todos de rodillas a ella, era por momentos la emperatriz del centro comercial. Entonces fue inevitable, que caminara con orgullo, sacando el pecho y robando las miradas lujuriosas de varios hombre, que de seguro querían llevársela a la cama, miles de veces, con ansías indomables. Pero ella no se había vestido así para eso, sino, para mantener a Sander en su lugar. Subió al elevador y se robó la mirada de dos hombres con trajes elegantes. Pero ella ni siquiera hizo caso a eso, sino que con la mirada los asesino.
Y llego al quinto piso, y el muchacho estaba allí acomodando la vitrina de su stand, poniendo una pegatina del logo empresarial, ella se puso a un lado de el sin que el muchacho se diera cuenta. Hoy el chico estaba vestido con un jean rasgado, —pero no de moda— y una franela de color negro, el cabello desordenado con algunos rulos saltando por su cabeza y la cara brillosa. Sindy vio como él no le prestaba atención y tosió un par de veces para hacer notar su presencia. Pero no sirvió de nada. Volvió a toser entonces Sander se giró y la vio a los ojos.
—Hola Sindy Buen día madrugaste ¿Cómo estás? ¿Ya te sientes mejor?
La chica no sabía que responder, ni siquiera le veía el pecho sino sus ojos, ella se puso nerviosa. Nadie le veía a los ojos aparte de su amiga Nathalia.
—Mejor que ayer, gracias y discúlpame por lo del cabezazo —Dijo con toda frialdad. —No es nada, solo es un pequeño dolor, los hombres debemos cuidar a las mujeres. —Esa parte de la conversa despertó la curiosidad de Sindy.
—Pero hubiera sido más fácil, llamar a emergencia y dejarme tirada en el piso. Ella inclino la cabeza cuarenta y cinco grados a la izquierda.
—Entonces dejaría de llamarme hombre. Las únicas dos cosas que debe mantener un hombre hasta el final, es ayudar a los demás y proteger a las Mujeres pues es nuestro deber nunca haría daño a nadie Menos a una mujer, o mi padre que en paz descanse, me daría una paliza.
La chica quedo convencida que el no era como el resto de los hombres, que la devoraba con la mirada, punto número uno que se debatía en su mente, no había mirado su cuerpo, como hacia a los demás y le parecía que estaba hablando con sinceridad, punto número dos, él estaba siendo franco y ponía a su padre en la conversa, algo que para él era importante, y número tres, lo menos creíble, decía que no le haría daño a una mujer en su vida y que estaba dispuesto a ayudar, —cosa que ya había echo—, eso en un hombre de la nueva era, podía ser una extravagancia, pero integra y linda extravagancia como ella pensaba.
—¿No ha llegado tu jefe? Pregunto Sindy con algo de interrogo mental
—Si ya llego, pero salió a comprar algunas cosas, ¿Por qué?
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Editado: 24.06.2020