Entre tú & yo

Capítulo 5: El jardín rojo

Rosas. Muchas rosas.

Todos los muebles de mi sala, la mesa del comedor y cada rincón de mi recibidor estaban repletos de enormes ramos de rosas rojas. Mi casa había sido transformada en un jardín. En un rojo y hermoso jardín.

—Oh por Dios, tu cara…

Vi a Kitana colocarse frente a mí, con su celular en alto y enfocándome. Mi cerebro estaba tan hundido en el asombro que no se preocupaba por el hecho de que Kitana estaba posiblemente grabándome.

—¡Sorpresa! —repitió con la emoción que la caracterizaba— ¿Luisa? —volvió a reír— ¿Amiga mía?

Finalmente encontré mi lengua.

—¿Tú… tú hiciste esto?

Me acerqué un poco hacia la escena roja y, en seguida, percibí el fresco olor de las rosas.

—Nooo… —canturreó— ¿Adivina quién fue?

Le di la espalda a mi amiga para acercarme a los ramos. Eran tantos que me demoraría en contarlos todos, y las rosas… ¡Santo Cielo! Eran demasiadas como para cubrir el jardín de la casa presidencial.

Aún continuaba en ¡Shock! “¿Cuándo me levanté esta mañana las rosas ya estaban aquí? ¿Estaba demasiado dormida como para no notarlo? ¿Cómo… cómo llegaron aquí?”

No sabía qué era lo que hacía Kitana, no sabía si estaba explicándome todo o sólo se mantenía de pie observándome. De lo que sí estaba consciente era del sonido de su celular al tomarme varias fotos. Ignoré aquello y pasé la mano por las rosas hasta detenerme en un ramo en específico. Éste tenía una carta colocada entre las rosas. La tomé y reconocí la letra con la que estaba escrito el “Feliz cumpleaños mi amor”.

—¿Max hizo esto? —encaré a mi amiga.

—¡Siiii! —cantó y brincó— ¡Es lo más romántico que he visto en mi vida! ¡Maldita y afortunada bitch!

—¡¿Qué, qué?! —caminé a ella desesperada y le quité su celular para que se concentrara en esto ¡Ella había estado en contacto con Max! — ¿Cómo lo sabes?

—Hace una semana me llamó. Me explicó que quería darte una sorpresa y yo pensé: “Oh mi Dios ¡Qué lindo!”  Y me pidió que no te dijera nada y que lo ayudara a mantenerte entretenida esta mañana para que la compañía pudiera arreglar esto —abrió los brazos para señalar el jardín rojo—. Me ha estado llamando esta mañana para coordinar todo…

¡Esperen!

—¿Max te ha llamado?

En eso recordé las dos llamadas que Kitana atendió. Entonces era mentira lo del trabajo…

—Sí y me dijo que te llamaría cuando vieras su regalo —miró una vez más su celular—. Dentro de poco ha de llamar, bueno ahora ¡Sonríe! Me pidió que le enviara muchas fotos de tu reacción.

Como un robot confundido, obedecí y sonreí de pie en medio de los ramos. Sin embargo, en mi cabeza había todo un torbellino de preguntas: ¿Desde qué celular había estado llamando Max? ¿Cuándo había… organizado todo esto? ¿En qué tiempo pudo hacerlo? ¿Cómo Kitana enviará esas fotos? ¿Le llegarían?

—¡Parece cosa de telenovela china! No sabía que el Teniente Lombardo pudiera ser romántico ¡Definitivamente lo apruebo! Puedes casarte con él.

Solté una risa nerviosa. Parecía que comenzaba a regresar a la normalidad.

—¿Luisa? ¿Demasiadas sorpresas para un día?

—Sí… —tomé la carta y la aferré a mí— La fiesta y ahora esto…

—¿Y… qué te parece?

—No me lo esperaba. Ni siquiera… esperaba que me llamara hoy.

Ambas no dijimos nada por un largo rato, lo cual agradecí. Necesitaba ese silencio para asimilar todos estos sentimientos. Felicidad, nostalgia, ternura, melancolía, amor…

Max.

Sonreí al pensar en él y al ver el regalo que me había hecho. No importaba lo lejos que estuviera de mí, de todas formas, se había preocupado por hacerme feliz este día. No lo había olvidado como yo creía.

El silencio fue interrumpido por el tono de llamada de mi celular. Ese cotidiano sonido fue suficiente para desconcentrarme ¡Podía ser la llamada de Max!

—¡Mi celular! Kitana puede ser ¡Él!

Las dos enloquecimos y comenzamos a buscar mi bolso el cual lo había dejado abandonado en algún lugar de mi sala. Kitana fue quien lo encontró. Me lo entregó enseguida.

—¿Hola? —contesté con la cabeza de mi amiga pegada a la mía.

Hola amor.

—¡Max! —gritamos las dos y luego reímos.

—Hola Max soy Kitana —intervino mi amiga—. No le robaré mucho tiempo Teniente, solo quiero decirte que ¡Misión cumplida! La operación “Sorprender a la Bitch” fue un ¡Éxito!

Los tres reímos y por primera vez en el día, me sentí verdaderamente feliz.

Gracias Kitana. No hubiera podido sin tu ayuda.

—Claro que no.

Me hizo señas dándome a entender que prepararía la película y el helado. Con la mirada le agradecí por todo lo que había hecho ¡Ah Kitana!

Me senté en el piso para hablar ya que los muebles estaban ocupados por los ramos.




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