Entre tú & yo

Capítulo 16: Ante la tempestad la compra

Los lunes son difíciles para todos. Las ganas y la energía de comenzar una nueva semana no existen ¡Son un mito! Es solo una mentira que repiten los presentadores de noticia, locutores de radio e inclusos las propias madres. Nunca sentí tener una nueva batería en mi espalda cuando un lunes comenzaba a asomarse por la ventana, todo lo contrario, sentía el cansancio de la semana vivida. Un cansancio del cual no lograba librarme ni con el fin de semana.

Suspiro…

Me doy cuenta de mi terrible mal humor, el cual empeoró no sólo por soportar a Don Ramón y sus historias en donde siempre él es el héroe del día, también es por la lentitud con la que pasan los minutos.

Estoy sentada en mi escritorio, con los brazos cruzados por culpa de Jimmy quien le bajó la temperatura al aire acondicionado y cumpliendo mi misión del día: Ignorar el reloj de mi mesa. Si quiero que los minutos pasen más rápido, no debo mirar el reloj porque si lo haces, el aparato se siente amenazado y frena el movimiento de sus manecillas.

- Oye Luisa...

Giro mi torso y al encontrarme con la imagen de una camisa de rayas, levanto la cabeza. Solo había conocido a una persona tan alta como para necesitar agachar la cabeza al cruzar las puertas y no, no hablaba de Max; se trataba de Steven, mi compañero del trabajo.

- El jefe nos llama – Dice con voz anodina –. Nos quiere ver en la salita.

La salita es un pequeño cuarto que contaba con una mesa larga, sillas, una cafetera y un pequeño refrigerador en el que podíamos guardar nuestros almuerzos o snacks. Prácticamente era una pequeña cocina, aunque algunos la utilizaran como un improvisado dormitorio cuando el sueño vencía a la vigilia.

- ¿Y ahora qué querrá? – Murmuro para mí.

No esperaba que mi murmuro se escuchara…

- Quizá quiera contarnos cómo Ramoncito salvó al banco Central de la quiebra.

Salgo de la sorpresa de que Steven me escuchara para reírme de su comentario. Camino junto a él sintiéndome su bastón ¿Cómo es que creció tanto? ¿Qué le daban de comer? ¿Procan?

Entramos a la salita, siendo recibidos por muchos pares de ojos. Es gracioso ver cómo sus ojos pasan de mí para luego levantar la cabeza y poder mirar a Steven.

- ¿Estamos completos?

Ahg es Don Ramón…

- Falta Martha.

- Ya viene, le acabo de mensajear.

- Bueno, bueno… los reuní aquí para compartir con ustedes un pequeño aperitivo. ¡A empezar con pie derecho esta nueva semana gente! Disfruten.

Como hambrientas gallinitas con uniforme, nos acercamos a la mesa para alcanzar la mejor dona y el vaso más lleno de café. Tuve que utilizar toda mi concentración y cuidado para poder salir del gallinero sin una sola gota de café derramada sobre mi ropa.

Localicé a Daniela sentada en una de las sillas metálicas y me acerqué a ella.

Oh vaya, Daniela tiene un vaso de café… ¿Lo beberá? ¿Arriesgará la blancura de sus dientes? Averigüémoslo.

La saludo y fácilmente iniciamos conversación. Me habla sobre su hija de cinco años y lo terrible que se porta cuando tiene que irse a trabajar, también me muestra fotos de sus dos gatos y me cuenta cómo fue que los encontró y adoptó.

- Yo también tuve un gato, se llamaba Nemo.

- ¿Nemo? ¿Cómo el pez de esa película? – Pregunta sonriendo – Mi hija se la pasa viendo esa película todo el tiempo.

- Sí, por eso le puse el nombre. Le encantaba bañarse conmigo.

Y como siempre ocurría cada vez que hablaba de mi gato, tuve que ver la expresión de sorpresa en la cara de Daniela al escuchar que a un gato le encantaba el agua.

- ¿En serio? ¿y aun lo hace?

- No, Nemo murió el año pasado.

Como habían trascurrido muchos meses desde su trágica muerte, ya no me entristecía al hablar de Nemo. Por supuesto existían días en los cuales me topaba con fotos o con sus juguetes y pasaba varios minutos recordándolo como el gato cariñoso y único que fue. A veces se me escapan suspiros de nostalgia, mas no lágrimas. Era entonces que sabía que ya había superado su partida.

- ¡Daniela!

- ¿Qué tal Carlos?

- Algunos muchachos quieren ir a comer algo después del trabajo ¿Vienes? – Los ojos cafés claro de Carlos me enfocan y sonríe amistoso. – La invitación va para ti también ¿Vienes Luisa?

- ¡Vamos Luisa! Para que conozcas a todos.

- No puedo, he quedado con alguien más. Quizá otro día…

- ¿Vas a verte con tu novio? – Daniela me mira con la típica sonrisa pícara.

- No, quedé en salir con una amiga.

No estoy mintiendo, le prometí a Kitana salir esta noche. Y si hay algo que necesito más que una michelada y un par de mojitos, es tiempo de cháchara con mi mejor amiga.

- Puedes traerla – Habla Carlos. – Vamos, anímate.

No se siente bien decir no cuando mis posibles futuros amigos insisten para integrarme. Y necesito ser aceptada, nunca les va bien a aquellos que se aíslan de la manada. Una enseñanza dada por National Geographic.




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