- ¡Hey!
No otra vez…
- ¡Hey! Levántate.
¿Es en serio?
Entierro mi rostro cayendo en el sueño nuevamente.
- ¡Que te levantes!
- ¡¿Qué demonios quieres?!
El imbécil de Murakami no se inmuta ante mi grito, puede que eso se deba a que mi cara adormilada no es tan intimidante como esperaba que fuera. El japonés permanece inalterado, de pie en medio de la sala.
- Mi libro – Contesta -. Estás encima de mi libro.
Aun mirándolo, tomo el puto libro y lo lanzo al otro lado de la habitación.
- De nada Lombardo.
Intrigado, lo observo caminar hacia el otro extremo para recoger su libro.
- Habrás querido decir “gracias”.
- No – Ni siquiera me observa al hablar, camina hacia la salida con una tonta sonrisa –. Deberías agradecerme que te haya despertado, de lo contrario te hubieras perdido la clase.
Estiro el brazo y tomo mi celular. ¡Son casi las nueve de la mañana! ¡Mierda!
Me pongo de pie en un segundo. Antes de correr a la ducha, le dirijo una mirada al japonés; éste me devuelve una mirada de burla, encantado de verme apurado.
- Largo.
- Nos vemos en clase Lombardo.
El culpable de mi retraso a clase fue el hecho de haberme levantado a las cinco de la mañana para correr, lo cual no fue tan malo en realidad; todo estaba en calma y no había nadie levantado a esa hora y correr en el exterior fue casi como salir a pasear. Fue relajante.
No tengo tiempo para una ducha así que me cambio de ropa rápidamente y corro, de nuevo, hacia los ascensores. Ya llevo dos sesiones de cardio antes de las diez de la mañana, nada mal.
Últimamente el programa de clase había cambiado, de hecho, cambió desde que regresamos del curso CIA 201. Debo admitir que todavía me molesta el no haber ganado y que el equipo donde estaba Eduardo fuera el ganador. Todavía no sé cuál es la ventaja que su equipo obtuvo, pero pienso que ninguno de ellos nos lo dirá.
Ahora mi día está dividido entre conferencias con el Lobo, buceo y prácticas de lucha. Lo primero era lo más interesante del día. Lobo a pesar de ser un vegete, tenía una gran memoria y nos enseñaba basado en su propia experiencia. El buceo era sin duda mi favorito, no se me daba nada mal. Lo único de lo que podría quejarme era de lo quemado que terminaba. Mi piel está mucho más oscura que antes. Y la lucha era… difícil, mas bien, era dolorosa. Mi espalda había comenzado a molestarme y tenía este dolor todos los días. No sabía si había hecho algún mal movimiento en el gimnasio o no había estirado como debía. Si continuaba con la lumbalgia, me enviarían al departamento médico de la ASIS, lo cual no quería. Mi más grande terror era que me dijeran que estaba lesionado y me enviaran reposo.
Cuando me senté en uno de los escritorios de la sala de conferencias, tuve que morderme la lengua para no soltar un quejido.
- ¿La espalda?
Asentí en dirección a Alfredo.
- No estás tan joven ya – Murmura.
Bastó dirigir una mirada a la rodillera de protección que él llevaba para que dejara de molestar. El dolor aumentó a medida que permanecía sentado escuchando la clase sobre campo de batalla. No podía seguir así, más tarde tenía práctica de lucha y este maldito dolor me hará perder. Tomo dos analgésicos del frasco que siempre cargo conmigo y me los llevo a la boca.
- No deberías tragarte esas pastillas si no has comido nada.
- No pasará nada Alfredo.
Las conferencias con el Lobo solían durar entre dos y tres horas de las cuales una era para discutir los temas de los libros que teníamos, a Lobo se le notaba que esto no le agradaba mucho, pero lo hacía porque estaba en el programa. El resto de la conferencia era el sueño del vegete, se dedicaba dos horas a hablarnos sobre lo que él había vivido en misiones y le encantaba contradecir lo que estaba escrito en los libros.
- En esos libros no hacen más que repetir que un agente debe ser de tal modo, fuerte, bárbaro, con gran capacidad física, sin miedo a nada ¡Puras tontería! – Grita – Cuando yo ingresé a la agencia el entrenamiento físico fue sólo una parte. La preparación psicológica fue la clave. Nos enseñaron a estar preparados para morir y si nos capturaban, a asegurarnos de que ¡no nos tomaran con vida! – Se pone de pie, alejándose de su podio, y baja las escalerillas – Otra de las patrañas escritas en esas hojas son las armas. Muchos consideran que el entrenamiento con armas va vinculado a la profesión de espías – Habla mientras camina entre nosotros – ¡Se equivocan! En veinte años de mi carrera sólo un 20% de misiones tuve que llevar un arma y fue por pura precaución. Sé que la mayoría de ustedes ya ha escuchado lo que voy a decir, las mismas agencias se lo enseñan; pero del mismo modo la mayoría de los agentes lo olvida – Regresa a su posición en el centro. Con voz alta y ronca dice: - ¡La mejor arma del espía es su cerebro! – Luego sonríe, creo – Además, su cerebro es lo que les dará de comer si alguna vez se retiran del espionaje. ¿Alguno ha escuchado sobre Rando?
Editado: 15.08.2022