Entre tú & yo

Capítulo 23: Exorcismo

- ¿Qué dijiste?

Ay no…

- Lo que quise decir fue…

¡¿Qué hice?!

- ¿Cómo que es eso que Max no es un militar? – Su intensa mirada me pone nerviosa y así no puedo pensar en algo que decir - ¿Luisa?

- ¿Dije que… que no era militar? No-o, lo que yo… - Me obligué a mirarla. Si mantenía la mirada alejada de ella, Kitana sabría que estaba mintiendo – Lo que quise decir fue que Max no era un simple militar ¡Eso era! Porque… él es… un Teniente, ya sabes.

- No – lentamente articuló la palabra sin quitarme la mirada de encima -. Eso no fue lo que quisiste decir.

¡Carajo! ¡¿Por qué soy tan imprudente?! ¿Qué hago ahora?

- Kitana…

- ¡Dime la verdad Luisa! – Ahora sus ojos se mostraban asustados - ¿Max es una mala persona? ¿En qué trabaja? ¿Por qué…?

- ¡No! No es una mala persona – No lo aguanto más. Me levanto de la cama y camino hacia la cocina en busca de algo que tomar.

- ¿Por qué has dicho eso entonces? – Escucho detrás de mí – Y no me vengas a decir que ha sido un error porque no te creo nada.

- No me prestes atención.

El agua de mi taza mostraba ondas en su superficie debido al temblor de mis manos.

¡He puesto en evidencia a Max!

Aunque confiara con la vida en Kitana, no puedo decirle la verdad. Tanto para mantener a salvo el trabajo de Max como por la propia seguridad de mi amiga. Involucrarla en esto no es opción.

- Hay algo mal aquí -  Murmura -. Es claro que ocultas algo Luisa y ese algo se relaciona con él.

- Kitana ya déjalo.

- Espero que no te pongas en peligro por ayudarle – Su voz estaba cargada de reprimenda -. Luisa por favor dime que no estás metida en algo malo…

Debo arreglar esto ya. Espero que lo próximo que voy a hacer resulte bien y ruego por que sea convincente.

- ¡Ya basta Kitana! – Tiro la taza al fregadero. En mi interior espero que no se haya roto - ¡Estás haciendo todo un drama por una estupidez que dije! ¿En qué estás pensando? ¿Qué Max es un ladrón de bancos o un narco? Pues déjame decirte que ¡No! ¡No lo es!

- Es que… - Balbucea, mirando a todas partes menos a mí - ¡No lo sé! ¡Me preocupo por ti malagradecida!

- ¡Ya deja de inventarte historias donde no las hay! – Tomo una profunda inhalación y coloco mis brazos en jarra. Mantengo el rostro neutral. Parece que funciona ya que Kitana por fin ha dejado de mirarme acusatoriamente – Por supuesto que él es un militar ¡Lo conocimos en esa base por Dios! – Una idea buena, pero cruel cruza por mi mente. Hacer enojar a Kitana podría hacerle olvidar lo que dije y, además, ella se iría de mi departamento dejándome tranquila -. ¿Qué carajos quieres que te diga? – Hablo con voz arisca - ¿Qué tenías razón? ¡Pues la tienes! Nunca debí relacionarme con un militar ¡Listo, lo dije! ¿Contenta?

Kitana me observa en silencio, pero su expresión dice más. He logrado lo que quería.

- Estás mal… - Dice negando con la cabeza - ¡Estás loca! ¡No sabes valorar a los que tienes a tu alrededor! – Algo en mi interior cambió cuando la voz de mi amiga se quebró - Yo siempre he estado contigo y ¡Me duele ver que mi mejor amiga prefiera a un detestable hijo de puta antes que a mí!

Furiosa, recoge su bolso, mientras tanto yo intento con todo mi ser no dañar la imagen que cargo. Verla de esta forma me mata, pero es… necesario para arreglar la brutalidad que hice hace unos minutos.

Internamente me reprendo por esto. Es bajo tener que herir a las personas que quiero con tal de arreglar los errores que cometo.

- Kitana escucha…

- Cállate, ya tuve suficiente por hoy – La veo caminar hacia la puerta. Antes de cruzarla, me mira por sobre su hombro para decir: - Si él vuelve a lastimarte, ni siquiera me llames.

Luego del sonoro portazo, estoy sola.

- Kitana perdóname… - Murmuro.

Aunque lo que acaba de hacer no era lo correcto, era necesario para mantener todo lo más cercano a la normalidad. Podía permitirme un respiro de alivio ahora que, al parecer, Kitana se había tragado mi actuación.

¡Estuvo cerca! ¡Muy cerca, demonios!

Cansada, regreso a mi habitación para dejarme caer una vez más sobre la cama. No sé qué fue lo que desencadenó mi llanto otra vez, lo único fresco en mi memoria era encontrarme tapada de pies a cabeza mientras lloraba contra la almohada.

¿Cuándo acabaría esto?

 

***

 

Esperaba que con el pasar de los días el dolor fantasma fuera perdiendo intensidad y me permitiera volver al monótono carrusel que era mi vida; sin embargo… No ha sido así.

El lunes no había ido a trabajar. Tanto por lo mal que me sentía como por la falta de una alarma que me despertara a tiempo. Aún no encendía mi celular por miedo a lo que podría encontrarme.

Hoy martes, a regañadientes, camino por el largo pasillo de baldosas de Green life. La recepcionista me dirige una sonrisa tensa y en sus ojos puedo leer la compasión que me tiene al verme llegar tarde al trabajo. Este el tercer día consecutivo que mi celular está apagado.




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