Entre tú & yo

Capítulo 31: Mente ocupada

Estaba rodeada de mis compañeros, con las luces apagadas, siendo iluminados únicamente por las velas de la torta de vainilla con manjar. Aplaudían y cantaban el “feliz cumpleaños” rodeando la mesa de la salita. Sentía la típica incomodidad por ser el centro de atención de todos, no sabía si ponerme a cantar con ellos o sólo cruzarme de brazos y sonreírle al pastel.

- ¡Feliz cumpleaños Luisa!

- ¡Que cumplas muchos más!

- Gracias, muchas gracias… - dicho esto, soplé las velas y todos aplaudieron más.

Una de las secretarias de presidencia se ofreció a repartir el pastel mientras que yo era felicitada por cada uno. Mas que un acto de chica acomedida, estaba segura de que era una táctica para tener el mejor pedazo. Lo sabía porque yo también lo había hecho.

- ¡Viva la Santa! – Daniela me abrazó por detrás, intencionalmente manchándome un cachete con crema - ¿Cuántos años cumples?

- Veintitrés – Ah caray, me estaba acercando a los veinticinco -. Se me esta yendo los meses como si fueran días.

Daniela ríe, estando de acuerdo conmigo.

- Toma, espero te guste.

Mis ojos brillaron al ver la funda de regalo que me ofrecía. Al abrirlo me encontré con una blusa con tiras de color turquesa.

- Muchas gracias Dani.

Steven y Carlos se me acercaron para felicitarme. Ambos me entregaron otra cajita envuelta ¡Más regalos! Al abrirlo descubrí que era un joyero.

- Podemos ir a comer hoy – dijo Carlos.

- Vamos todos. ¡Daniela, Tasha! – Steven comenzó a convocar a las personas.

Llamé su atención antes de que reuniera a todos.

- No, hoy no puedo… - contesté verdaderamente apenada por no ir.

Y es que debía salir antes de la oficina para poder conectarme a tiempo con Olivia. Ya todos estaban enterados del cambio en mi horario de trabajo. Miré la hora en mi celular. Debía marcharme ya.

Tomé mi porción de pastel, mis regalos y me colgué la cartera para despedirme de todos. A unos metros del ascensor, casi me choco con Don Ramón. Me escabullí y hui de él antes de que se le ocurriera soltarme un gran discurso de felicitaciones. En fin, salí corriendo de greenlife.

Al subir los escalones de mi entrada, pude ver la nariz de Sultán en la rendija. Coloqué las llaves e inmediatamente comenzó a ladrar. Al verme, se paró en sus patas traseras y brincó para llamar mi atención. ¡Cómo había crecido! Ahora me llegaba un poco por debajo de las rodillas.

- ¡Hola Sultán! ¿me extrañaste?

Bastó con encender la luz y dar un paso hacia la sala para comprobar que realmente me había echado de menos. Mi sala estaba desorganizada con los cojines de los muebles por el suelo, llena de papeles hecho añicos y con la basura de la cocina regada.

- ¿Qué has hecho? – lo miré - ¿Qué problema tienes con la basura? ¡Agh, Sultán!

Ahora que estaba un poquito más grandecito, ya me permitía reprenderlo. ¡Era un perrito grande, ya no era un bebé! ¡Debía comportarse! El inteligente perro supo que estaba enojada con él porque se fue a dormir lejos de mí, claro, dejándome limpiar sola su desastre. Pero bueno…

Cerca de la cinco, una vez que ya estaba duchada y con el humor mejorado, me senté en el comedor con la laptop frente a mí. No pasó mucho tiempo hasta que Olivia apareció. Llevaba puesto un blazer color negro y su cabellera rubia, que ahora estaba tan larga como la mía, lo llevaba en una coleta.

- ¡Feliz cumpleaños! – gritó.

Olivia alzó los brazos y comenzó a mecerlos en el aire como si fuera uno de esos muñecos inflables que colocan afuera de las tiendas.

- Gracias – contesté sonriente.

- ¿Saldrás a celebrar tu cumpleaños?

- De hecho, sí. Iré con Jason a comer y mañana Kitana me invitará a desayunar.

- Se nota que tus amigos saben que no hay mejor regalo para ti que un buen plato de comida – dijo riendo - ¿Qué tal ha sido tu día?

Entrelacé las manos sobre mi vientre, soltando al mismo tiempo un suspiro.

- Hoy ha sido uno de esos días…

No todo era perfecto. Aunque había visto avances durante las semanas de terapia, existían días en que parecía que regresaba a la línea de partida. Tuve… mis caídas en el espiral, no tan seguidas como antes, pero eran igual de intensas y angustiantes; además que el tema de mi cumpleaños me traía hermosos y a la vez dolorosos recuerdos del año pasado.

- Recordar no está mal – habló con voz serena -. Lo importantes es que te enfoques en sentimientos positivos y no negativos. Siempre que recuerdes hazte las siguientes preguntas ¿Puedo recordar la emoción que sentí en ese momento? ¿puedo sentirme igual ahora?

- Lo he intentado, pero…

- ¿Has estado haciendo lo que te pedí?

- ¿Las cartas?

- Ajá.

Hice una mueca que mostró mi culpa.




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