El cielo gris parecía un reflejo perfecto del humor de Ariana mientras el auto avanzaba por la carretera costera. La brisa del mar golpeaba los vidrios, trayendo consigo ese olor salado y fresco que, aunque nuevo para ella, no lograba calmar el torbellino de emociones que tenía dentro. Sus audífonos apenas lograban tapar el sonido del viento. Sonaba Evermore de Taylor Swift, y de algún modo, cada palabra parecía hablarle directamente al corazón.
—Estamos por llegar —anunció su papá con una sonrisa forzada, como si esperara que eso la animara.
Ella solo asintió sin levantar la mirada de la ventana. ¿Cómo se suponía que debía empezar de nuevo en medio del último año escolar, lejos de todo lo que conocía? Lima, su colegio, sus amigas, incluso su habitación, todo había quedado atrás desde que sus padres decidieron separarse. Su madre se quedó en la ciudad, y ella se fue a vivir con su padre al pueblo donde él había crecido, Bahía Serena, un lugar tan tranquilo que parecía sacado de una novela antigua.
Ariana pensó que lo odiaría. Pero al entrar al pueblo, algo en el aire cambió. Las casas con techos de tejas rojas, las calles angostas llenas de bugambilias y, al fondo, el mar extendiéndose hasta perderse de vista... todo tenía un aire nostálgico, como si ese lugar guardara secretos. O recuerdos.
—Aquí está —dijo su papá deteniendo el auto frente a una casa de madera pintada de azul claro. Tenía un pequeño jardín descuidado y un columpio viejo colgando de un árbol.
—Es linda —murmuró Ariana con sinceridad, sorprendida por su propia reacción.
Las primeras horas fueron un torbellino de cajas, polvo y recuerdos empacados. Ariana subió a su nueva habitación, que todavía olía a pintura fresca. Puso su mochila en la cama y se acercó a la ventana. Desde ahí podía ver el muelle. Y justo ahí, parado al final de la pasarela de madera, estaba un chico. Alto, con el cabello oscuro y desordenado, y una chaqueta negra. Parecía estar mirando el mar con una intensidad que la hizo estremecerse, aunque sabía que él no podía verla.
Ese fue el primer día que Ariana vio a Elías. No se dijeron una palabra. Pero algo en esa imagen quedó tatuado en su mente.
Un nuevo pueblo. Un nuevo comienzo.
Y, sin saberlo, el inicio de algo que cambiaría su vida.
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Editado: 09.07.2025