Habían pasado dos días desde el festival, y aunque Ariana seguía dolida por la ausencia de Elías, también sabía que él había sido honesto. Y eso, en un mundo lleno de máscaras, valía mucho más que una simple presencia física.
El clima de Bahía Serena se tornó impredecible esa semana. El cielo amanecía claro y en cuestión de horas se cubría de nubes oscuras. Esa tarde, Ariana recibió un mensaje inesperado.
Elías: ¿Estás libre? Ven al muelle. Trae chaqueta.
Ella no dudó. Se puso su casaca de mezclilla, tomó su mochila y caminó apurada bajo un cielo que amenazaba tormenta.
Cuando llegó al muelle, Elías ya estaba ahí, sentado sobre su cuaderno de dibujos. Pero esta vez no dibujaba. Solo miraba el mar, con los ojos perdidos.
—¿Y bien? —dijo Ariana con una sonrisa—. ¿Vamos a mojarnos o a hacer algo más dramático?
—Ambas —respondió Elías, levantándose—. Caminemos.
Comenzaron a andar por la orilla, en silencio. Las primeras gotas empezaron a caer, suaves, como un susurro. Ariana levantó la cabeza y cerró los ojos, dejando que la lluvia mojara su rostro. Elías la observaba de reojo.
—Nunca entendí cómo puedes estar tan tranquila —dijo él.
—No siempre lo estoy. Pero fingirlo ayuda.
—¿Finges conmigo?
—No —respondió ella, sin vacilar—. Contigo, no tengo que hacerlo.
Elías se detuvo de golpe. Ella lo miró, confundida.
—Ariana… hay cosas que no te he dicho. Cosas que me cuesta sacar.
—No tienes que hacerlo todo de golpe —dijo suavemente.
—Pero quiero que lo sepas. Porque me importas. Más de lo que debería. Más de lo que pensé que alguien podría importarme otra vez.
La lluvia empezó a caer con más fuerza, empapándolos. Pero ninguno se movió. Elías dio un paso hacia ella, con el corazón golpeándole el pecho.
—Desde que murió mi hermano, dejé de sentir muchas cosas. Alegré a todos, hasta a mí mismo. Me convertí en una sombra. Pero contigo… todo se vuelve más nítido.
Ariana sintió un nudo en la garganta.
—Yo también dejé de confiar. En las personas, en el amor. Pero cuando estás cerca, es como si todo tuviera sentido. Como si no doliera tanto estar rota.
Y entonces ocurrió.
Elías la tomó por la cintura, con timidez pero sin dudar, y Ariana se acercó a él como si el universo entero los empujara. Bajo la lluvia, en medio de ese pueblo donde nadie parecía mirar, se besaron.
No fue un beso de película. Fue un beso real. Torpe, húmedo, desesperado. Pero lleno de verdad.
Cuando se separaron, sus frentes quedaron apoyadas.
—No quiero perder esto —susurró Elías.
—Entonces no lo arruinemos —respondió Ariana.
La lluvia seguía cayendo, pero ya no importaba. Ese momento, ese beso, era solo suyo.
Lo que no sabían era que, a lo lejos, alguien los había visto.
Y ese alguien estaba a punto de alterar todo lo que estaban construyendo.
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Editado: 09.07.2025