"Entre tus labios" [saga N°1]

CAPITULO 14"Lealtades rotas"

La tarde era pesada, como si el aire anunciara que algo estaba por romperse.

Ariana caminaba por el muelle, apretando en su mochila las fotocopias del informe. Las palabras del documento seguían repitiéndose en su mente:

“Dante Z. G. fue el denunciante inicial…”
“…mencionó a Elías Rivero como cómplice…”

No podía callárselo. Pero tampoco podía soltarlo sin estar preparada. Así que tomó aire… y fue a buscar a Elías.

Lo encontró en el viejo almacén donde solía dibujar cuando necesitaba estar solo. Estaba de espaldas, pintando en una de las paredes descascaradas con carboncillo. El dibujo era de ella. Su rostro, con los ojos cerrados y el cabello al viento.

—Eres más valiente de lo que crees —dijo él, sin mirarla, apenas notando su presencia—. Sigues viniendo, aunque tengas todas las razones para huir.

Ariana dejó caer su mochila al suelo.

—Porque ahora tengo todas las razones para quedarme.

Elías se volvió, confundido.

—Dante… te denunció —soltó Ariana de golpe—. Él fue quien inició todo. Incluso antes del accidente. Lo puso en el informe oficial. Dijo que tú eras cómplice.

Elías se quedó inmóvil.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo vi. En el colegio. Fue hace dos días. Nadie lo sabe, ni siquiera tú.

El silencio fue brutal. Como un trueno sin lluvia.

—Lo sabía —murmuró Elías—. O al menos, lo sospechaba. Samuel decía que Dante era como un hermano… pero esa noche antes del accidente, discutieron. Fuerte. Nunca supe por qué. Y ahora entiendo… Dante nos quería lejos. A ambos.

—¿Y tú? ¿Nunca pensaste en defenderte?

—¿Y cómo? Si todo el pueblo cree que soy el chico silencioso que carga un cadáver sobre la espalda.

Ariana se acercó. Lo tomó de la mano.

—Entonces deja de cargarlo solo.

Mientras tanto, Dante esperaba. Estaba en el café del puerto, mirando su celular. Un mensaje nuevo:

Número privado: ¿Estás seguro de que ella no lo sabe ya?

Dante apretó la mandíbula. No le gustaba perder el control.

Y eso era justo lo que empezaba a pasar.

Esa noche, en el mismo muelle donde todo había empezado, Ariana, Elías y Dante se encontraron cara a cara.

Ariana fue quien dio el primer paso.

—¿Por qué lo hiciste, Dante?

—Porque alguien tenía que hacerlo —respondió él sin titubear—. Samuel estaba arrastrando a todos con él. Y Elías no hizo nada. Solo se quedó en silencio. ¿Qué querías que hiciera? ¿Esperar a que terminara muerto también?

—Lo denunciaste a él. No a Samuel. A tu supuesto mejor amigo —dijo Ariana, furiosa.

—Porque Elías tenía elección. Samuel no.

—¡Y tú lo condenaste con mentiras! —explotó Elías—. No sabías nada. Solo asumiste. Y ahora vuelves, queriendo parecer el héroe.

Dante se acercó un paso.

—No vine a ser héroe. Vine a decirle la verdad a Ariana antes de que tú la destrozaras como destrozaste todo lo que tocas.

Elías lanzó un puñetazo.

Fue rápido. Instintivo. Por primera vez, dejó que todo el rencor saliera. Dante lo esquivó, pero cayó de espaldas en la arena.

—¡Basta! —gritó Ariana—. ¡Esto no es justicia ni verdad! ¡Esto es venganza!

Ambos chicos se quedaron quietos.

Ella los miró, con lágrimas en los ojos.

—Los dos han vivido con fantasmas. Los dos han cometido errores. Pero yo no voy a ser la que elija entre el odio de uno y el silencio del otro. Yo no soy una pieza de esta guerra.

Y se fue.

Los dejó ahí. Rotos. Como ellos la habían dejado a ella tantas veces.

Esa noche, nadie durmió.

Porque por primera vez en mucho tiempo, los tres supieron lo que era perderlo todo.

Y esta vez… no sabían si podrían recuperarlo.




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