Entwined

Azul Caribe

El Sol se fue poniendo. Sharon y Heather vistieron, peinaron y maquillaron a Nanna después de hacerla tomar un baño de agua caliente en una bañera que tenían en un cuarto escondido debajo de las escaleras que estaban en la habitación de los máxime. Por Dios, es el colmo, pensó Nanna, que teniendo ellos un baño con un inodoro decente, y un lugar donde poder tomar un baño como la gente civilizada, estos seres miserables los habían obligado a usar esa sucia letrina y a lavarse en el río, al aire libre, en pleno invierno (que, gracias a Dios, había calor en esos días), donde podían tomar sus cosas, regarlas por la orilla y tirar tu camisón prestado al agua para que la corriente lo llevara a atascarse al molino y fueras a meter la cabeza ahí.

Hijos de…

Nanna dejó aquella frase sin concluir en su mente, cuando Heather y Sharon la hicieron verse en un espejo. Lucía radiante. Maquillaje en tonos muy vivos. Sombra roja desvanecida con algo de sombra café, grisácea. Sus ojos, delineados en negro. La piel parecía de porcelana y sus labios de un rojo tan brillante (al tono del vestido), que parecía sangre fresca lo que los cubría. Su cabello iba recogido a media coleta y caía suavemente sobre sus hombros.

Un vestido victoriano, hombros caídos, mangas largas terminadas en punta a la mitad de la parte trasera de la mano. El corsé le hacía respirar con algo de dificultad, y la pesada falda le impedía caminar con libertad. Era el vestido con el que ella siempre había soñado, en un baile de máscaras, como siempre deseó estar, pero no en la situación de ser ella la prometida de un hombre apuesto, miserable y desconocido.

Debían ser las siete, habían estado trabajando en ella desde las cinco. Mientras Heather la maquillaba, Sharon condujo a Phoebe al cuarto de baño. Seguro ella pensó lo mismo cuando vio aquel lugar tan lujoso y civilizado.

Rubeus fue a conseguirles a los chicos los esmóquines que usarían esa noche, y al volver, les dijo que sólo tenían diez minutos para arreglarse.

-Arréglate tú, Rogers.- susurró Mark a Adam, palmeándole la espalda, después de que Rubeus desapareciera del cuarto.
-¿No vendrás?
-Necesito pensar.


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Nanna entró al salón, comedor, o como se pudiera llamar ahora, tomada del brazo de Rubeus Baxter. Llevaban aún la cara descubierta.
Había, mínimo, noventa personas. Los sillones habían sido retirados de ahí y la mesa del comedor también. El lugar era bastante espacioso. Los candelabros alumbraban a su mayor capacidad.

Buscó con la mirada a sus amigos, y pudo ver a Adam y a Phoebe juntos, cruzaron miradas, y concluyó que ninguno sabía dónde estaba Mark.

Cuando Rubeus llegó al final del pasillo invisible por el que caminaron, tomó una copa y un cuchillo y los hizo sonar.

-Buenas noches, damas y caballeros. Agradezco de antemano que hayan asistido a este baile en honor de mi prometida, Nanna, y de su servidor.
-¡Un aplauso para los jóvenes y prósperos novios!- exclamó Sharon, aplaudiendo, y la gente hizo lo que ella les había solicitado, todos, excepto Phoebe y Adam. Nanna miró con ojos fulminantes a la joven del vestido victoriano azul rey. Heather llevaba un vestido igual, sólo que de color verde oscuro, haciéndola lucir más blanca de lo normal.
-Gracias, gracias, Sharon. Y bien, antes de comenzar el baile, les quiero recordar que después del baile, a la media noche, celebraremos nuestra boda en la pequeña carpa de al lado. Y sin más por el momento, ¡A ponernos las máscaras y que comience el baile!

Nanna volvió a mirar a Sharon, se comía a Rubeus con la mirada. En sus ojos podía notar un sentimiento fuerte, no era sólo tristeza, ni sólo era rabia, era impotencia. Ella lo amaba profundamente, y sabía que tenía qué dejarlo partir, después de tantos siglos juntos. Algo que le sonó muy familiar, algo que había vivido antes en carne propia…

 

…Adam y Phoebe bailaban juntos esa noche. Reían y bromeaban, como si no hubiera algo de qué estar preocupados. Nanna fingía sonrisas cuando pasaba al lado de la gente. Trató de bailar con Rubeus un par de piezas, música tranquila, de todas las épocas, pero lo pisó unas diez veces antes de que él decidiera que dejarían lo poco que le quedaba para bailar para la hora del vals. Entonces, ella optó por ir caminando por ahí, bailando sin bailar, y llegó a la parte donde iban entrando personas de vez en cuando. Ahí nadie la veía ni se preocupaba en buscarla. La gente sólo iba al baile a roer los bocadillos como muertos de hambre.

Un rato más tarde, cerca de las nueve y media, Nanna vio pasar a un chico en un esmoquin negro, con un antifaz blanco, como fantasma de la ópera, sólo que era completo. Él no la vio, entonces, avanzó entre la multitud, con la vista hacia el frente, sin voltear a ver a nadie. Nanna se contuvo de gritar su nombre.

Se acercó a él, empujando a la gente, pidiendo disculpas o a veces fingiendo demencia. Luego, estuvo bastante cerca de él. ¿Por qué no iba con Phoebe?



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En el texto hay: romance juvenil, magia, gitanos

Editado: 14.07.2018

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