Ephemeral Temptation

Razón para vivir

La noche se había tornado más interesante. Scarlet moría por un poco de energía humana. Tenía varias semanas sin probar los placeres carnales que ofrecía el bajo mundo, lleno de alcohol y drogas de todo tipo.

Un chico con pinta de tener mucho dinero fue su delicioso objetivo. Estaba acompañado de una chica, demasiado bonita para estar con un sujeto así. No le dio importancia y comenzó a hablar casualmente con ellos. Sí, ambos. Les explicó que estaba de viaje, parecían interesados en una extranjera. Los arrastró hasta una esquina oscura, con un par de sofás de piel.

— Podríamos pedir una botella para los tres, ¿qué opinan? — Sonreía cada vez que los miraba a los ojos. – Yo invito.

Llamaron al mesero, quién no tardó nada en regresar, trayendo consigo la botella de ron que habían solicitado. El trío bebía sin medida, en especial los locales. Scarlet les coqueteaba y generaba que se rieran con ella. Cuando lo consideró prudente, hizo que perdieran la consciencia. Tomó primero al chico. Ni siquiera le preguntó su nombre, no importaba. No recordarían nada al día siguiente. Luego de un rato, tomó la mano de la chica y se la llevó al baño, nadie sospecharía de un par de chicas entrando a una sola caseta.

— Veremos si realmente eres tan deliciosa como tu aroma. — Le susurró al oído.

Mientras estaba concentrada en su tarea, percibió un olor muy familiar. Por un segundo, pensó que tal vez Frank había desobedecido las órdenes de Kendra, pero en cuanto el olor se hizo más fuerte, como si fuera una peste, supo que estaba equivocada. Le dio un último beso a la chica y la arrastró hasta donde estaba su compañero. Llamó al de seguridad y le explicó que estaban en muy malas condiciones, tenía su dirección y un poco de dinero para su taxi, si él le ayudaba a mandarlos a casa, le daría una buena propina. El hombre aceptó y se llevó a la pareja fuera del club.
Trató de encontrar el origen de la esencia que la había interrumpido, miró de un lado a otro, sin tener éxito. Volvió al área VIP para encontrarse con su hermana. Se veía tan preocupada como ella.

— ¿Dónde estabas?

— Lamento ser tan adicta al sexo, Kendra.

— Tardaste más de lo que esperaba. — Miró a la novia de la castaña, estaba dormida en su hombro, completamente ebria.

— Parece que alguien le tomó cariño al alcohol suizo.

— Llama a Brent, lo necesito aquí.

— Vamos a investigar, ¿no es así?

Kendra asintió. Llamaron a Brent y este acudió enseguida. Le dejaron un par de cervezas en la mesa y ambas caminaron hacia la barra del club. Tendrían una mejor vista desde ahí. Scarlet se concentró en buscar la fuente de la peste, tras unos minutos, por fin la encontró. Se trataba de un hombre con traje negro, a medida tal vez, con el cabello perfectamente peinado. Al notar que ambas hermanas habían notado su presencia, dejó su bebida en una mesa y trató de perderse entre la multitud.

— Oh, no, no tienes tanta suerte. — Refunfuñó Kendra.

Lo siguieron hasta la puerta trasera del centro nocturno. Normalmente era utilizada por el personal, por lo que asumieron que este sujeto conocía muy bien el lugar y probablemente toda la ciudad. La salida daba a una calle desierta, con dos enormes contenedores de basura. La típica calle solitaria donde tantas cosas podían suceder.

— Ey, — Scarlet se adelantó y lo tomó del brazo. — ¿quién rayos eres y qué estás haciendo aquí?

— No tengo que responder a eso.

— Claro que tienes que, eres uno de nosotros y somos tus superiores. — El hombre se congeló. Parecía entender ahora el por qué había sido perseguido. — ¿te comió la lengua el gato?

— Basta Scarlet, suéltalo. — Le ordenó su hermana.

— Pero… — De mala gana retiró la mano que sujetaba al hombre.

— Lamento el mal entendido, — Empezó. Aún con la poca luz que daba la vieja lámpara, pudieron observar al fugitivo. Era un hombre alto, pálido… Su cabello negro era decorado por un mechón de canas. Cualquiera que lo viera podía pensar que era un rico buscando diversión con chicas jóvenes. — Mi nombre es Samuel, estoy aquí por orden de mi jefe.

— Tu olor no es igual al nuestro, ¿quién es tu jefe?

— Es de mala educación no decir tu nombre cuando alguien se presenta.

— Eres un…

— Scarlet… — Kendra dio unos pasos hacia él y lo miró de arriba abajo. — Soy Kendra, hija de Lilith, ella es Scarlet, es mi hermana, somos súcubos de alto rango.

— Lamento que nuestro encuentro haya sido tan inesperado, — Samuel se arrodilló ante la mayor de las hermanas. — como mencioné antes, vine aquí por órdenes específicas, no es mi intención causar molestia a ninguna de ustedes.

— Levántate, — Dijo la castaña. — ¿cuáles fueron tus órdenes?

— Vigilar a la doncella.

Ambas se quedaron petrificadas. Así que sí estaba ahí por algo importante. Se preguntaban quién sería ese “jefe” qué tenía tanto interés en Victoria. Sólo había un demonio interesado en todo lo relacionado a ella y ese era Lucifer, pero él no sería tan descuidado, mucho menos enviaría a un demonio de esa clase.

— ¿Tu jefe es…?

— Zachary, es un íncubo de bajo rango.

— Zachary… ¿desde cuándo los subordinados tienen demonios a su cargo?

— No está permitido, Kendra. Al menos no por Lucifer. — Respondió Scarlet.

— No dije que fuera algo “legal”, hice un trato con él cuando era humano y éste fue mi castigo. Absurdo por supuesto, sin embargo, soy consciente de que en el momento en el que firmé ese papel, acepté vender mi alma a ese ser despiadado.

Su voz tenía cierta nostalgia. Como si extrañara la vida antes de volverse algo aún más bajo que un demonio sexual.

— ¿Por qué Zachary te envió a vigilar a la doncella?, ella es mía.

— Nunca me da los detalles, si fuera así, no habría incomodado a demonios como ustedes, no me gustan los conflictos. — Suspiró, alzando las manos como si se estuviera rindiendo. — Conozco mi lugar, informaré a mi jefe acerca de ustedes y de lo mal que son vistas mis acciones.




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