Arianna
El tercer pueblo
Respiro profundamente, últimamente mi humor ha sido de lo peor. No puedo evitarlo, cada vez que veo a Yeray ignorarme para irse con mi hermana me invaden los celos.
Yo no soy así, pero en estos últimos días no he podido evitarlo. Tengo mil cosas en la cabeza, Reth sigue distante conmigo y eso no me gusta, Karsteen no deja de hacerme evidente el hecho de que Yeray está más atento de mi hermana y eso de alguna manera logra molestarme.
La presión que mi abuela y Rognak están ejerciendo sobre mí para sobre salir se me está haciendo excesiva. Ellos no entienden que no quiero ser la única que triunfe, Levanna tiene el mismo derecho que yo, lo sé, y ella lo sabe también.
Lo días en que Levanna ha estado confinada me han hecho entrenar una y otra vez sin parar, mis clases han sido más extensas y Rognak no deja de recordarme los errores de mi hermana para que yo me empeñe aún más en conseguir la aceptación del pueblo.
No logro entender por qué tanta insistencia y tan repentino interés por que sea yo la que reine. Ellos dicen que es por qué Levanna no está lista, y que la más capaz soy yo y con los últimos acontecimientos empiezo a creerlo aunque eso no me quita de la cabeza que ella tiene el mismo derecho que yo.
No quiero arrebatárselo aunque mi abuela piense que es lo mejor para todos.
Frustrada por los últimos días de estrés que he tenido bajo al jardín necesito un poco de aire de fresco.
Cuando llego a los rosales de mi madre me detengo un poco, siempre que las veo recuerdo mi niñez y lo feliz que era al pensar que algún día regiría todo Lyra con alguien a mi lado, a veces imaginaba a mi hermana y otras tantas a un príncipe sin rostro, que me miraba con devoción y amor, tal y como mi padre solía hacerlo con mi madre.
Puedo sentir la presencia de Reth detrás de mí, observándome como siempre, tal vez sea hora de ir aclarando mi mente poco a poco y empezar por lo sencillo.
Me doy la vuelta para encararlo pero entonces me encuentro con los ojos terriblemente claros y profundos de Yeray.
─Espero no interrumpir ─me sonríe de una manera que hace que todo mi sistema nervioso reaccione─. Vengo de entrenar y te vi aquí sola, pensé que tal vez podríamos dar un paseo.
Me quedo callada un momento admirando cada centímetro de su persona, desde sus pantalones deportivos hasta la sudadera gris que lo cubre por completo, su pelo aún está húmedo por la ducha que supongo se dio antes de salir del gimnasio, su nariz respingada es hermosa y sus labios carnosos me sonríen sacándome de mi estupor.
─ ¿Ari? ─me llama.
─Si ─contesto de inmediato─. Claro, vamos.
A lo lejos puedo ver cómo Reth frunce los labios, esta noche si o si debo hablar con él.
La noche es larga y justo en este momento, todo se ha detenido no hay nada ni nadie más que él y yo bajo la luz que la luna nos ofrece.
Caminamos en silencio, un silencio perfecto que no quiero romper, pero de pronto un recuerdo me viene a la mente y con él una pregunta que nunca he podido hacer, me debato unos segundos en si debo o no preguntar pues no quiero arruinar el momento, pero sé que necesito la respuesta.
Al final, decido arriesgarme.
─ ¿Puedo preguntarte algo? ─me sonríe sin despegar su vista del frente.
─Lo que sea, lo sabes.
─Una vez me contaste que Karsteen y tú eran medios hermanos ─puedo percibir como mis palabras lo hacen tensarse─, pero nunca mencionaste porque ocultaron su existencia. ─Su sonrisa se desvanece.
─ ¿Por qué tan repentina duda?
─No es repentina, la he tenido en mi cabeza desde que llegaron, solo no me había parecido oportuno preguntar ─me detengo a un lado de un arbusto que parece estar secándose─. ¿Por qué alguien ocultaría a su propio hijo de los demás?
─Es el menor ─se encoje de hombros─, no es algo raro que no se mencione ─se gira y comienza a arrancar las pequeñas hojas muertas del arbusto─, en el sur es comprensible, la carga de la familia se la lleva el hijo mayor.
─Ya, pero no sé..., Se me hace algo raro que tu papa casi declara la guerra al saber que nosotras éramos dos creyendo que se le había ocultado la verdad, y él ni siquiera se tomó el tiempo para mencionárselo a mi padre al menos una vez.
─ ¿Estás segura que nunca se lo mencionó? ─enarca una ceja serio. Frunzo el ceño asimilando su pregunta pero no puedo ni pensar en una respuesta por qué sus ojos se abren en sorpresa y señala algo detrás de mí─. No puedo creerlo, tienen una dama de noche.
Señala el arbusto que da inicio a otros tres que están secos. Lo miro extrañada pues no le veo lo extraordinario, sin embargo a él parece asombrarle demasiado.
─ ¿Te gusta este arbusto? ─pregunto con disgusto.
─No es solo un arbusto Arianna ─me responde con demasiada efusividad─. Es una planta muy rara hoy en día, solo florece una vez al año y cuando lo hace lanza un aroma realmente dulce y placentero para la mayoría de las personas.
─ ¿De qué hablas? ─me río─. Esta cosa nunca ha florecido, hemos querido retirarla en varias ocasiones pero mi madre y mi abuela nunca han dejado que se haga.
─Hay que agradecerles eso, ¿ves esto? ─Toca las ramas que se alargan y en su punta solo hay un capullo casi imperceptible de un naranja muy claro─, está peleando por florecer, no puedo creer que nunca la haya visto hacerlo.
─Es porque nunca lo ha hecho ─me burlo.
─Este tipo de flor solo permanece en su mejor resplandor durante unos minutos y luego vuelve a morir, es un ciclo de vida y es extraordinario.
─No sabía que te atraía la botánica.
─No lo hace ─desvanece su sonrisa─, mi madre era aficionada a las flores exóticas y sus leyendas urbanas, o al menos eso me han dicho.
Su semblante ha cambiado, ya no hay signo de euforia, sus labios se han apretado en una línea fina y ahora sé que hablar de su madre le afecta más de lo que pensé.