Equinox

CAPÍTULO CUATRO

Una eterna semana había pasado ya. Todavía no podía creerme que ella ya no estuviera a mi lado. No más. La única familia que tenía, mi madre, la había perdido.

Según los médicos, había sido un suicidio. Qué mentira. Yo no me lo creí en absoluto. Ella jamás haría algo así, ni a ella o a mí. Algo extraño sucedió aquella noche, inexplicable. Las palabras de mi madre se repetían en mi mente una y otra vez. ¿De quién debía huir? ¿Por qué era mi momento?

—¿Estás bien? —dijo Louis, sacándome de mis pensamientos. Parpadeé varias veces antes de mirarle.

—Supongo —respondí sin afán—. Me gustaría ir a casa hoy. Necesito mirar algunas cosas.

Lo que sucedió aquella noche cuando mi madre me habló y me tocó, era sumamente extraño. Al tocarme, sentí como si me hubiera transferido algo, de ella a mí. Yo se lo había comentado a Louis. Él me dijo que no hablara con la policía ni nadie sobre lo ocurrido o me tomarían por loca o que debía ser por el shock. 

Y no me extraña, a lo largo de esta semana, a menudo, sentía que estaba enloqueciendo cada día más y más. Soñaba lo mismo cada noche, como una pesadilla. Veía al mismo hombre, cada vez, repitiendo mi nombre en un susurro. ¿Sería aquél Michael Soulton que mi madre había mencionado?

—Te acompañaré. 

—Gracias por dejar que me quede, Louis. No podía quedarme en esa casa —sonreí débilmente.

—No las des. Esta es tu casa también, ya lo sabes —colocó su mano sobre la mía, acariciándola con su pulgar. Solté un pequeño suspiro.

Necesitaba entender quién había ido tras mi madre. Tenía que descubrir por qué mi madre me había dicho aquello y lo más importante, ¿Quién quería encontrarme?

Louis y yo terminamos de desayunar y nos preparamos para volver a mi casa. Necesitaba buscar entre las cosas de mi madre, encontrar alguna pista sobre lo ocurrido. Tenía que haber algo en casa, algo con lo que empezar.

 

══════ ∘◦ ❈ ◦∘ ══════

 

Llegamos hasta la puerta y tuve que detenerme antes de entrar. No había vuelto en una semana, no había sido capaz de traspasar esa puerta. Mi madre ya no estaba conmigo, mi vida había cambiado completamente tras aquello y todavía no había podido afrontarlo.

—¿Estás segura? —preguntó él.

—Sí. Necesito saber más.

Sin dudarlo más, entramos en la casa. El silencio inundaba todo el lugar. Observé atenta a mi alrededor. Todo seguía igual que desde aquella noche.

Rápidamente me dirigí hacia el cuarto de mi madre. Si quería encontrar algo, sin duda tenía que estar ahí. Nada más entrar, un escalofrío me recorrió el cuerpo, como si hubiera revivido por un instante aquél momento. La policía había recogido y limpiado todo.

Comencé a buscar por los cajones, armario, bajo la cama y no encontré nada. Louis me ayudó y también revisó todas las cosas de mi madre. Esto resultaba desesperante. Ni una foto, ni un diario o alguna nota. Ninguna pista o algo que pudiera darme algún tipo de explicación. Resoplé con fuerza, cerrando los ojos.

Traté de calmarme, respirar lentamente y entonces sucedió algo verdaderamente extraño. Lo sentí. Algo estaba llamándome, como si quisiera que lo encontrara. Mi ceño se arrugó ligeramente y comencé a andar lentamente hacia aquello que sentía todavía con los ojos cerrados, como si lo conociera de siempre. Podía escuchar a Louis llamándome pero era incapaz de responder, me encontraba en una especie de trance.

Momentos después, abrí los ojos y me encontré en un sitio totalmente distinto, ¿Cómo había llegado hasta aquí? Estaba en el sótano. Busqué a Louis con la mirada.

—¿Qué ha pasado?

—Estabas en una especie de trance, no respondías. Viniste tu sola hasta aquí.

—¿Lo sientes? —pregunté volviendo a observar mi alrededor.

—¿El qué?

Continué dirigiéndome hacia donde provenía aquella energía. Cada vez era más fuerte, más intensa. Era como si fuera un imán atraído. Me detuve frente a una pared y alargué mi mano, colocándola sobre esta.

—Es aquí —susurré. Giré mi rostro hacia Louis—. Trae algo, una pala, un martillo, lo que sea.

Él buscó rápidamente algo con lo que perforar aquella pared, vino hacia mí y me lo tendió. Tomé el martillo que había cogido y sin dudarlo destrocé aquél trozo de pared. Me sorprendí al retirar alguno trozos de la madera y observar lo que había en el interior. Un libro. Sin dudarlo, lo tomé y lo saqué. Estaba algo polvoriento. Lo abrí con cuidado y mis ojos se abrieron todavía más al comprender lo que leía. Magia, brujería, hechizos... esto era una locura.

—Nora...

—¿Es posible? —dije para mí misma—. ¿O estoy volviéndome completamente loca?

Hojeé aquél libro, página tras página. ¿Por qué mi madre tenía un libro de brujería? Pasé algunas páginas más y encontré una fotografía entre ellas. La observé, atenta.

Era mi madre con un hombre y parecían felices, una pareja. La giré y venía un escrito. 77, Hathorne St, Salem, Massachusetts. Se la enseñé a Louis.

—Podría ser él, Michael. ¿O es mi padre?

—¿Crees?

—Sólo hay una manera de comprobarlo —respondí.

—Pero iremos después de la graduación, ¿Vale?  Necesitas descansar y desconectar un poco. Por favor.

—Está bien —dije resoplando—. Supongo que podré esperar a pasado mañana.

Tras aquello, volvimos a casa de Louis y  pasé el día leyendo aquél libro. Estuve buscando en internet y, al parecer, resultaba ser un grimorio, perteneciente a un aquelarre de brujas y brujos. El aquelarre Equinox. Mi mente no dejaba de pensar en que mi madre era una bruja y, por consiguiente, yo también. Sonaba a locura total. Yo no creía en estas cosas pero, al parecer, mi madre sí. Todavía no me creía lo que estaba a punto de intentar.

Busqué desesperadamente una vela. Al conseguirla, me senté en la cocina. Louis, extrañado, se sentó conmigo, delante.




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