Equipo de padres solteros

Capítulo 14. El autocontrol se va de vacaciones

♥︎

—Mamita, ¿por que estás tan feliz? —preguntó Any con total inocencia mientras jugaba con dos de las muñecas que fueron de Jolie.

Daniela soltó un respingo, giró hacia su hija y se sintió descubierta, aunque no sabía por qué, pues se encontraba maquillándose en su habitación. Temió que, de alguna forma, su hija pudiera ver las imágenes que se reproducían en su mente, que escuchara su corazón latir fuerte al descubrir lo mucho que había logrado inquietar a Mathis.

—Estoy contenta de ir a trabajar —mintió con descaro.

Era sábado por la noche, nadie está feliz por trabajar a esa hora, pero su segundo trabajo como mesera de eventos especiales ocupaba esos horarios.

—¿En serio?

Any enarcó una ceja.

—Sí, en serio, y ahora ve a cenar, ¿de acuerdo? —Daniela se agachó hasta la altura de su hija—. Debes dormir temprano porque mañana iremos al cine, ¿recuerdas?

—¡Sí! —Any gritó, se incorporó de un salto, salió corriendo de la habitación y llamó a su niñera—: ¡Laurie!

Daniela respiró hondo, volvió a enderezarse y se contempló en el espejo. Ya portaba el elegante traje de mesera que constaba de una falda negra y blusa blanca con el emblema de la empresa de eventos bordada en un costado.

Reconoció que se veía bien, que era guapa y que su mirada tenía un brillo que no veía en años.

Y esa sonrisa bailó en sus labios porque recordó a Mathis fumando.

Un hormigueo la recorrió. La noche anterior, después de casi besarse, la llevó a su departamento en una zona no tan bonita de Brooklyn. Bromearon en el camino mientras escuchaban un podcast de historias de terror y no tuvieron otro momento tenso, ni siquiera cuando Daniela bajó del automóvil. Ese instante regresó cuando ella abrió la puerta del edificio donde vivía, giró hacia la camioneta de Mathis para despedirse y lo descubrió mirando hacia arriba como preguntándose si alguna vez podría subir.

Daniela sabía que aquello era casi imposible, que no era una chica sin responsabilidades, pero por una fracción de segundo se imaginó regresando a la camioneta por Mathis para pedirle que pasaran juntos la noche. Sin embargo, en la cruda realidad sólo se despidieron con una sonrisa.

No se habían escrito para nada. Daniela sabía que eso era lo apropiado porque se trataba de su jefe, el mismo que apenas unos días atrás amenazó con atropellar, pero se descubría revisando constantemente su celular por si Mathis decidía sólo decirle «Hola». Ella no daría ese paso primero, aprendió a las malas que era mejor esperar.

La joven madre terminó de peinarse en una coleta alta muy ajustada, guardó sus pertenencias en el bolso y salió de su habitación.

Su departamento era pequeño, pero acogedor. Estaba enamorada de su piso de madera y sus muebles verdes topacio. No podía evitar compararlo con los departamentos que solía ver en las series de televisión cuando todavía vivía en México. Había logrado cumplir el sueño americano gracias a William, porque se enamoraron cuando ella viajó a Los Ángeles antes de entrar a la universidad y luego se casaron.

Daniela continuó estudiando en línea, nunca se quedó quieta, y eso es lo que su ex esposo no supo aceptar.

Él quería una mujer que no lo opacara, no pudo con el brillo natural que desprendía la latina al llegar a cualquier lugar.

—Señora, ¿quiere que acueste temprano a Any o puede ver un rato la televisión? —preguntó Laurie, una bonita chica pelirroja que estudiaba la universidad y ayudaba a sus padres con lo que ganaba como niñera.

—Puede ver un rato la televisión.

—¡Yes! —chilló Any en el sofá más largo y abrazó a Laurie—. ¿Puedo cenar palomitas?

—No, eso no —rio Daniela mientras avanzaba hacia la puerta principal. Se detuvo atrás del sofá y depositó un beso en el cabello de su hija—. Cena algo saludable, ¿sí?

—¡Pero mami!

—Ve que cene algo saludable, por favor —pidió la madre a Laurie.

—Claro, señora.

Daniela fingió no ver el guiño que hizo Laurie a Any. Agradecía tener a alguien de confianza para cuidar de su hija y no armaría un escándalo por un poco de comida chatarra.

Se despidió de ambas y salió de su departamento. Apresuró el paso hasta su automóvil, para el que tuvo que caminar un largo tramo de la calle a solas y en enormes tacones. Ya en el interior consultó la dirección del salón del evento, ya había estado ahí antes, así que conocía el camino y en cuestión de minutos se encontraba buscando un sitio para estacionarse.

Se descubrió preguntándose cómo la pasaría Mathis en su fiesta de bienvenida. Ya no volvió a comentarle nada. En el fondo había esperado todo el día para que él volviera a invitarla; podría reportarse enferma y faltar a su trabajo como mesera. No obstante, Mathis se mantuvo en silencio.

Daniela suspiró hondo cuando entró al salón de eventos por la puerta trasera. Saludó a sus compañeros, aunque casi nunca eran los mismos, y se encaminó con el jefe de meseros que le señaló donde se encontraban las copas de Champagne que ella debía repartir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.