La clase de autodescubrimiento artístico había pasado a segundo plano hace mucho. Léa y Oriol hablaban sin parar. No les pudo seguir el ritmo en la conversación, aunque terminó enterándose de datos curiosos –aunque innecesarios- sobre Oriol. Por ejemplo: no le gustaban las avellanas, lo cual resultaba superextraño porque siempre preparaba las bebidas con ellas.
No solo no le gustaban. De hecho, las odiaba.
—¿Avellanas? —Había preguntado Léa abriendo los ojos, después de que Chastin comentara que ambos compartían un gusto particular hacia ellas— ¿Desde cuándo?
Oriol se removió en su asiento y se aclaró la garganta.
—Supongo que les he tomado algo de gusto en las últimas semanas.
Léa levantó una ceja, y luego miró a Chastin, confundida.
—Desde que tengo memoria, odia los frutos secos, sobre todo las semillas. Eso incluye cualquier tipo de nuez, almendra, incluso las semillas de la fruta. Siempre separa cualquier tipo de semilla de las comidas. Una vez casi escupe el pedazo de pastel de mis trece años porque se escabulló un maní.
Los dos estallaron en carcajadas. Sin embargo, Chastin ladeó la cabeza.
—Vaya. No sabía eso, ¿eres alérgico?
Oriol sacudió las manos en el aire, mientras le daba un sorbo a su taza.
—No es eso. No me gusta la textura.
Chastin imitó su acción. El hielo de su Frappé empezaba a derretirse poco a poco.
—¿Entonces por qué preparas las bebidas con ellas?
Su vecino la miró con una sonrisa de medio lado, mientras apoyaba su antebrazo derecho en la mesa.
—Yo tampoco lo sé, Chastin.
Su nombre se escuchaba particularmente extraño cuando Oriol lo pronunciaba. La manera como gesticulaba las palabras se hacía suave, y la forma en como la miraba transmitía una sensación que no podía describir, más allá de un escalofrío recorrerle la espalda.
Descubrió más adelante que Léa y Oriol se conocían desde la infancia. Habían sido compañeros en la primaria, y cuando Oriol se cambió de vecindario mantuvieron el contacto hasta ese día.
La historia que conocía de Oriol empezaba desde el momento que se convirtió en su vecino, cuando lo vio con su camisa demasiado infantil, con el cabello peinado hacia un lado y con unos cachetes regordetes en donde se apoyaban unos lentes de marco grueso fosforescente. Nunca le interesó su pasado, ni cuáles eran sus intereses antes de eso.
Escuchando a Léa, descubrió que había mucha más historia sobre él, que la que creía conocer al verlo todos los días saludando a todo el mundo, y sonriendo como si no hubiera un mañana. No sabía nada sobre Oriol. Ni siquiera algo tan básico como el hecho de que no le gustaban, no, que odiaba las avellanas. Aunque de todos modos, tampoco es que le interesara demasiado… o eso pensó, hasta que Léa siguió hablando y se enteró de algo que abrió su curiosidad al máximo. Algo que le subió el ánimo de una manera inesperada.
La personalidad radiante de Léa se debía a una razón: era todo un icono del internet. Al verla con esa perspectiva de nuevo, descubrió que tenía toda la pinta de serlo. Era muy espontánea y carismática.
—Lleva desde los trece años en eso —Oriol había tomado la palabra.
Chastin abrió los ojos y dejó la taza en la mesa.
—Wow, eso es genial.
La voz de Léa estalló a su lado.
—¡Gracias! Te invito a verme. Aparezco como LéaGum.
Oriol carraspeó a un lado y le dio un sorbo a su Capuccino.
—Y Chastin decía que mi nombre de “Autodescubrimiento artístico” era ridículo…
Léa dejó la taza en la mesa con rapidez mientras se afanaba el trago de su Mocaccino.
—¡No lo es! —Miró a Chastin con los ojos muy abiertos— ¿Qué opinas sobre eso, Chas?
Chastin se encogió de hombros mientras le lanzaba una mirada suplicante a su vecino. Le regresó el gesto intentando no reírse.
—Prefiero no opinar.
Léa abrió la boca y entrecerró los ojos.
—¡También lo piensas!
Los tres terminaron riendo. Más adelante, se enteró que su canal trataba sobre estilos de vida, maquillaje y alimentación. Le dio un vistazo y le creyó. Parecía cuidarse demasiado. Su cabello cobrizo era brillante y sedoso, se movía con facilidad ante cualquier movimiento que daba. Su piel también lucía saludable, no tenía ni una pizca de maquillaje, aunque lo cierto es que no parecía necesitarlo tampoco.
Oriol apoyó la mano en su mejilla. Parecía estar orgulloso de ella, juzgando la manera en como la miraba.
—Ya tiene más de cinco millones de seguidores. Eso es genial, ¿no?
Chastin dejó escapar un suave suspiro, sus labios apenas separándose.
—¿Cinco millones? Eso es increíble.
Oriol asintió con la cabeza.
—Lo es, y sigue insistiendo que aparezca en su canal.