(Narra Lucía)
Después de salir de la fiesta, Miguel se ofreció a llevar a Raquel, quien no vivía lejos de nosotros. En cuanto a Dan, él se quedaría en casa de Miguel.
Mientras Miguel manejaba, soltó sin más una pregunta:
—¿Y bien? ¿No le mandarás mensaje?
Se refería a Clara. La pregunta me tomó por sorpresa.
—¿De qué hablas? —dije, intentando sonar desinteresada, aunque por dentro mi estómago ya había reaccionado.
—Bueno… es evidente que te interesó… ya sabes, como amiga —añadió, tratando de suavizar su provocación, aunque no se molestó mucho en disimular la sonrisa.
Raquel intervino de inmediato.
—Oye, ¡yo fui su primera amiga! Deberías tener mi número igual —dijo, fingiendo estar ofendida mientras me extendía su celular para que lo anotara.
Eso me hizo reír.
El resto del camino lo pasamos cambiando de canción, cantando a todo pulmón y riéndonos cada vez que Miguel se equivocaba con la letra. Por un rato, todo se sintió ligero.
Cuando por fin llegamos a casa de Raquel, se despidió de nosotros con un abrazo fuerte. Miguel me dejó en casa unos minutos después.
—Nos vemos más tarde, ¿eh? No te me escondas, vamos al centro comercial —dijo, apuntándome con el dedo como si pudiera negarme.
Y como siempre… no pude hacerlo.
Eran las 2:20 a.m. cuando por fin estuve en mi habitación. Me moría de ganas de mandarle un mensaje a Clara, pero me detuve. Pensé que tal vez era demasiado tarde. No quería parecer demasiado interesada tan pronto.
Aunque lo estaba.
Suspiré, dejé el celular sobre la mesa de noche… y me fui directo a la cama. Cerré los ojos con su voz aún fresca en mi memoria.
Mi alarma sonó a las 10 en punto de la mañana, obligándome a despertar aunque no quería. Todavía sentía la música en mis oídos y el cuerpo me pesaba. Seguía cansada. Aun así, me obligué a levantarme y fui directo al baño.
Antes de meterme a la regadera, revisé el celular. Para mi sorpresa, ahora había un chat grupal nuevo con Dan, Miguel, Raquel y yo. Solo había mensajes de Raquel y Miguel hablando de ir al centro comercial. Raquel decía que no podría asistir, y eso me hizo recordar que aún no le había mandado mensaje a Clara.
Me quedé un momento viendo la pantalla, pensando en mil formas de iniciar una conversación. Pero después de tanto pensar… todo lo que pude escribir fue:
Hola. ¿Cómo estás?
Bastante patético, la verdad.
Solté un suspiro, dejé el celular a un lado y entré al baño, esperando que no fuera demasiado obvio cuánto me importaba.
(Narra clara)
Estaba soñando cómodamente con la fiesta de anoche cuando Jesús entró a mi cuarto sin tocar y me despertó.
—Oye, Pablo quiere que lo acompañemos al centro comercial. ¿Qué te parece si te cambias y vamos?
Tampoco es como si me dieran muchas opciones. No recordaba que Pablo se hubiera quedado a dormir en casa. Me levanté con algo de flojera para comenzar a alistarme, y fue entonces que vi la notificación en mi celular.
Lucía.
El corazón me dio un pequeño brinco. Sin pensarlo demasiado, y con una sonrisa que no pude evitar, contesté de inmediato:
Holaa, bien. Recién despierta. ¿Y tú?
Quería esperar su respuesta, pero tenía que ducharme y desayunar algo antes de que Jesús empezara a apurarme. Así que dejé el celular en la cama, puse música y comencé a alistarme.
Cuando por fin salí de ducharme y elegí mi atuendo, bajé a la cocina. Ahí estaban Pablo, Jesús y mis tíos, alistando todo para el desayuno. Ya casi estaba listo, así que me dijeron que no necesitaban mi ayuda.
Perfecto. Más tiempo para revisar el celular. Tenía un mensaje nuevo de Lucía. Sonreí antes incluso de leerlo.
Lucía: Bien, igual. Recién me despertaba. Aunque no quería.
Clara: Jajaja, te entiendo completamente. Sabes… empezaba a creer que no mandarías mensaje.
Lucía: Anoche pensé que era muy tarde para conversar, no quería molestar. Y la verdad… caí rendida en cuanto me acosté.
Clara: ¿Molestarme? Para nada. Lo más divertido de anoche fue conocerte. En serio.
Mientras escribía ese último mensaje, sentí el estómago dar un pequeño vuelco. Esa misma sensación de anoche, cuando hablábamos. Una mezcla de nervios, emoción y algo que todavía no sabía cómo nombrar.
Pero antes de que pudiera seguir texteando, la voz de mi tía me sacó del pequeño trance.
—¡Clara, a la mesa!
Suspiré bajito y guardé el celular.
(Narra Lucia)
Ya había terminado de desayunar, así que mientras esperaba a Miguel, decidí seguir hablando con Clara.
Clara: ¿Molestarme? Para nada. Lo más divertido de anoche fue conocerte. En serio.
Lo más divertido de su noche…
¿A qué se refería exactamente?
¿De verdad le había gustado hablar conmigo tanto como a mí con ella?
Me invadieron un montón de preguntas al mismo tiempo. No sabía exactamente qué responder, y ese mensaje, tan simple y directo, me puso nerviosa. Muy nerviosa.
Sin pensarlo mucho, solo pude escribir:
Lucía: Conocerte también fue lo mejor de mi noche.
Y en cuanto envié el mensaje… me arrepentí.
Lo había escrito sin pensar y Clara ya lo había visto!.
Sentí una especie de pánico suave pero real. Así que intenté arreglarlo, o al menos disimular, añadiendo rápido:
Lucía: Digo… lo más divertido igual. Ya sabes.
Horrible. Eso fue peor.
No podía borrar los mensajes o se notaría aún más. Solo esperé, mordiéndome el labio, mirando la pantalla como si eso ayudara a que llegara su respuesta.
Pero justo entonces sonó el claxon afuera. Miguel había llegado.
Apagué la pantalla sin atreverme a mirar si Clara había contestado…
y guardé el celular como si quemara.