Capítulo Ocho
¿Qué haces tú aquí?
Al llegar se hospedaron en uno de los mejores hoteles de Canadá, Thomas ya había hecho la reservación de dos habitaciones que estuvieran juntas. Ese mismo día fueron a la "Torre del reloj de Montreal"
―¿Ya habías venido? ―preguntó curiosa.
―Si, hace un par de años.
―Se siente tan bien estar aquí ―cerró los ojos y sintió la brisa en su rostro.
―¿Sabías que es un monumento conmemorativo a los marineros canadienses que dejaron la vida en la Primera Guerra Mundial?
―Ahora lo sé.
Empezaron a caminar, en el trayecto unos cuantos Fans le pidieron fotos, videos o saludos para alguien más, la madre de Alessia le exigió fotos, así que se tomó unas cuantas y se las mandó.
Se quedaron en Montreal cuatro días, visitaron zonas turísticas y subieron historias a sus cuentas de Instagram, la prensa tenía algo nuevo de lo que hablar.
Tomaron un vuelo para Vancouver, como era invierno, sabían que era la mejor opción, los dos preferían el frío antes que el calor, pero por alguna razón que todavía no entiendo Thomas vivía en Acapulco.
Thomas rentó una cabaña en las montañas para ellos dos, a Alessia le pareció raro que esta tuviera forma de "A" creía que todas las cabañas eran como casas pero de madera, la que rentó Thomas no era así, era diferente.
A lo lejos parecía una "A" enterrada en la nieve, pero al acercarse veías la entrada de la cabaña y la nieve no obstruía el paso, era como una ilusión.
Al entrar dejaron las maletas en la estancia, Alessia no se espero y fue a tocar la nieve, nunca en su vida la había visto, solo en la TV.
Le encantaba la idea de estar ahí, se sentía como en una película.
Thomas se unió al plan e hicieron un muñeco de nieve que parecía derretirse de lo mal que estaba hecho, lo que provocó que ambos estallaran en una carcajada.
Él le "enseñó" a esquiar, ya que no sabía. Se tardaron un par de horas, ya que cada que lo intentaba temblaba por miedo a caerse, para ella fue muy difícil, pero después de todo lo logró o algo así, a pesar de que se cayó en el intento, estaba feliz.
Había aprendido algo nuevo y le había gustado, seguramente en algunos años regresaría y sería toda una experta.
Caminaron un poco, tomaron unas cuantas fotos y así pasaron varios días, la Galería de Thomas estaba llena de fotos de ella y él no se cansaba de verla.
Mientras tomaban un chocolate caliente en la noche, él recibió una llamada, contestó de inmediato, ya que podía ser algo importante.
Llamada
―Bueno.
―¿Por qué no contestabas? ―preguntó su hermana molesta ―llevo marcándote desde ayer.
―No tengo ninguna llamada perdida tuya.
―Debe ser que no tienes buena señal ―añadió un poco más calmada.
―¿Cuál es la urgencia? ―quiso saber.
―Mamá está mal ―él se levantó de la silla, Alessia lo vio y supo que algo andaba mal, se quedó callado ―¿Sigues ahí?
―Si ―respiró profundo ―llego mañana, adiós.
Llamada finalizada
Al terminar la llamada, le dio un golpe a la mesa, estaba molesto, su madre estaba mal mientras él de vacaciones, se sentía culpable.
―Thomas... ―caminó hacia él, pero luego retrocedió ―¿Qué pasa?
―Nos tenemos que ir ―tomó su laptop y empezó a buscar vuelos para regresar ―mi mamá no está bien ―fue lo único que dijo ―haz tus maletas, por favor.
―Si ―se limitó a contestar y se fue.
Empacó y él hizo lo mismo, ambos estaban preocupados.
―Hay un vuelo en una hora ―ella asintió.
Salieron de la cabaña, fueron al aeropuerto y abordaron el avión. Durante las largas horas que duró el vuelo, ninguno de los dos pudo dormir.
Al aterrizar de inmediato fueron a la casa de sus padres, ella esperó en la sala, mientras él iba a la habitación de su madre.
Su habitación estaba oscura, las persianas estaban abajo, parecía todo muy tétrico, cerró la puerta y caminó hacía la cama.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó al verlo a su lado.
―Tenía que verte ―pasó su mano por el cabello rubio de aquella mujer de semblante cansado.
―No hacía falta, ya estoy bien ―él notó que no era así, su voz se escuchaba frágil ―no te preocupes ―acarició la mejilla de su hijo.
―Es imposible ―besó la mano de su madre.
Mientras tanto Alessia se estaba quedando dormida en la enorme sala blanca, estaba muy cansada, pero no quería interrumpir a Thomas.
La mansión de la familia Pritzker era hermosa, las paredes pintadas de blanco con pequeños detalles dorados que parecían de oro, combinaban perfecto con los muebles lujosos, a pesar de las amplias escaleras de mármol, tenían un elevador.
En la parte alta de la propiedad, los rayos del sol entraban por los amplios ventanales, contaba también con una amplia terraza cuyo principal atractivo era la imponente vista del mar de Acapulco.
―Señorita ―añadió Lauro, el hombre de confianza de la madre de Thomas ―¿Está usted bien?
―Si, solo estoy un poco cansada ―bostezó.
―Le puedo preparar una habitación para que descanse ―ella se quedó pensando.
―¿No cree que se molesten?
―Lo dudo mucho ―la miró ―usted ya es de la familia ―ella frunció el entre cejo ―vamos, le enseño donde puede descansar.
―Está bien ―empezaron a caminar hacía la habitación, pero Lauro se detuvo ―¿Qué pasa? ―quiso saber.
―Señorita, son las 5:20 de la tarde ―ella no entendía ―¿No tiene hambre?
―La verdad es que si.
―Vamos a la cocina, le preparo algo y luego descansa ―ella asintió.
Después de comer, Lauro le indicó donde podía descansar, le enseñó la habitación, al acostarse se quedó completamente dormida.
Thomas se quedó con su mamá, hasta que ella le pidió que la dejara descansar, él salió y fue a la cocina, tenía mucha hambre.
―¿Quiere que le prepare algo? ―preguntó Sara, la cocinera.