Eres mi mejor historia

Prólogo

Prólogo

#EresMiMejorHistoria.
Yeimy Carolina M.P


Han pasado los años y aunque era muy pequeña, aun recuerdo ese día a la perfección.

No estoy segura de que hora era cuando percibí un par de empujones en mi hombro y una luz intensa que me apuntaba de lleno en la cara. Esto debía ser una broma de mal gusto, porque el sol nunca me daba de esa manera en el rostro. Además, ¿Qué hora era? No podía ser que la noche ya hubiera terminado si a mí me parecía que apenas y había cerrado los ojos.

Como pude logre abrir un ojo y enfoque al responsable de que mi sueño se interrumpiera, o mejor dicho, a la responsable.

Mi tía Milena.

—Vamos, levántate —Susurro en lo que me volvía a mover por el hombro.

—Quiero dormir —Tire del edredón y me cubrí por completo con este.

No sé qué cosa se le abra ocurrido pero hoy, por primera vez, no quiero acompañarla a lo que sea que sea que vaya a hacer. Tengo sueño y lo último que quiero es un regaño de mamá.

Ya he tenido suficientes en los últimos días.

—Mia —Volvió a llamar ganándose la ignorada del siglo.

Cuando sentí que la luz se apagó suspire tranquila, podría dormir nuevamente. Ya me imaginaba soñando con las princesas que siempre veía en la televisión, mi cabeza empezaba a volar con el monto de cosas que siempre imaginaba hasta que sentí que jalaban el edredón de golpe quintándomelo de encima.

Genial.

No se podía ser más pesada en la vida.

—No seas perezosa y ponte de pie —Susurro y la vi caminar hasta la maleta abierta a un lado de la habitación.

Resople y me cruce de brazos.

Estaba segura que de esta no me iba a librar así que con pesar abandone la cama. Con lo calentita que esta.

—Tengo sueño —Me quejo en lo que me pongo de pie.

—Lo sé —Contesta sin dejar de revolver la ropa de la maleta.

— ¿Y por qué no me dejas dormir? —Miro con anhelo mi cama en lo que ella se acerca o ponerme un gorrito de lana.

—Porque hay que ir aun lugar.

—Pero hay que dormir —Insisto — ¿No podemos ir mañana?

Me regala una sonrisa triste y acaricia mi mejilla.

—No.

Resoplo.

—Esto es taaaaan —Alargo a propósito la vocal —Injusto.

—Deja de quejarte y ponte la chaqueta —Me la pasa y la tomo de mala gana.

—Eres una pesada —Digo en medio de un bostezo.

Me mira indignada.

—Luego le agradecerás a esta pesada lo que está haciendo.

La ignoro y me siento para ponerme los zapatos.

Por la ventana aún se veía muy oscuro, no habían señales de que fuera amanecer pronto, estaba casi segura que faltaba mucho para eso y lo comprobé al mirar la mesita de noche donde el reloj marcaba las doce y media.

¡Doce y media!

¡Dios, era un pecado despertar a una niña de ocho años a esa hora!

Entrecerré los ojos mirando como mi tía ataba las agujetas de mis zapatos. Más le valía que lo que sea que tenga en mente valiera la pena como para levantarme a esta hora sin importarle los problemas en los que nos meteríamos si mi madre llegaba a enterarse.

—Mamá se va a enojar.

Me miro sonriente en lo que se ponía de pie.

—No si no se entera.

—La puerta principal y la del jardín hacen mucho ruido —Intente nuevamente.

Eso era cierto, a pesar de que la casa de campo de mi familia era hermosa, no se le había hecho mantenimiento a las puertas y hacían ruido, no era mucho, pero si el necesario para despertar a mi madre de su sueño.

—No iremos por ahí —Por un momento suspire aliviada. Ya me imaginaba la reprimenda de mi madre —Iremos por la ventana.

— ¡¿Qué?!

— ¡Chis! —Puso un dedo en mis labios —No hagas ruido o la cruella de tu mamá se va a despertar y adiós plan.

—Esta es una mala idea.

Con lo que a mí me gustan las alturas.

—No lo es.

De un salto se puso de pie y me agarro la mano para jalarme e ir a la ventana. De reojo veo que hay una escalera que va desde el primer piso hasta donde nos encontramos nosotras y esta... alto, muy alto.

Instintivamente doy dos pasos hacia atrás.

—No voy a bajar por ahí —Digo con miedo.

—No va a pasar nada malo, confía en mí —Me dice y me enseña un par de cuerdas —Vamos atarnos esto a la cintura por precaución.

La miro con desconfianza pero dejo que me ate la cintura con una de las cuerdas que hasta ahora me doy cuenta están atadas a la pata de la cama. Ella y sus ideas. Observo como pasa sus piernas por la ventana hasta quedar suspendida en la escalera, trago saliva al ser consciente de que podemos caer en algún momento.

—No tengas miedo —Me tiende su mano —Mientras estés conmigo, nada malo te va a pasar.

Era cierto, si había alguien en el mundo que me protegía esa era mi tía.

Así que ignorando esa vocecita en mi cabeza que me decía que no lo hiciera, tome su mano y bajamos la escalera hasta pisar el césped del jardín. Lo había logrado y no podía estar más feliz por ello.

—Corre.

No me deje ni siquiera procesar sus palabras cuando me jalo y ya estábamos corriendo, alejándonos de la casa. No tenía ni idea de lo que hacíamos, solo sé que esto empezaba a parecerme divertido.

Cuando ya estuvimos lejos de casa, disminuimos el ritmo para empezar a caminar.

—Aun no me has dicho lo que vamos a hacer —Le recordé aun agitada por la carrerilla.

—Veremos a Felipe —El corazón en mi pecho latió más fuerte al oír su nombre.

Ella me miro de reojo y sonrió, de seguro dándose cuenta del sonrojo de mis mejillas. Siempre decía que me sonrojaba cuando hablábamos de él.

— ¿Por qué lo veremos a esta hora? —Pregunte, balanceando su mano.

Me gustaba hacer eso, con mamá no podía porque se enojaba.

—Porque nos está esperando y viene a despedirse de ti.



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En el texto hay: primer amor, soledad y decepcion, amor lejos

Editado: 02.09.2022

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