El agotamiento, las emociones del día y la sensación de haber perdido y ganado algo precioso simultáneamente la vencieron, y se quedó dormida vestida tal como estaba. Al abrir los ojos al día siguiente, se encontró una vez más en la hermosa habitación del castillo de Liriel. ¿Qué era lo que le estaba sucediendo?
La experiencia de Elysia parecía desafiar toda lógica y razón. El día había transcurrido en una suerte de torbellino, y la realidad se entrelazaba con lo fantástico de una manera que hacía imposible discernir dónde terminaba uno y comenzaba el otro. El cansancio y las emociones del día anterior se mezclaban con la sensación de estar atrapada entre dos mundos.
El encuentro con el joven de ojos verdes había sido un eco de ese otro lugar, un recordatorio de Liriel y la conexión que había sentido en ese castillo lejano. La culpa que sentía era irracional, pero no por ello menos intensa; era como si hubiese traicionado algo sagrado, algo que iba más allá de su comprensión.
Exhausta, Elysia se había rendido al sueño sin pretenderlo, y ahora, al despertar, se encontraba una vez más en la habitación del castillo de Liriel. La transición era tan suave que comenzaba a cuestionar la realidad de su propia existencia. ¿Era posible que estuviera viviendo dos vidas separadas por el velo del sueño? ¿O era todo parte de un sueño más grande y complejo del que aún no había despertado?
La habitación del castillo era tan real como la librería llena de clientes. Podía sentir la textura de las sábanas, el frescor del aire matutino que se colaba por las rendijas de las ventanas antiguas, el olor a leña quemada que se filtraba desde algún lugar más allá de las paredes de piedra.
Elysia necesitaba respuestas. Se levantó, decidida a encontrar a Liriel y exigirle una explicación. ¿Era él la causa de estas transiciones? ¿O había algo en ella misma, alguna llave mágica que había girado inadvertidamente y que ahora la transportaba de un mundo a otro?
Con cada paso que daba hacia la puerta de la habitación, sentía cómo su corazón latía con expectativa y temor. Abrir esa puerta podría significar enfrentarse a más preguntas, pero también podría ser el paso hacia entender lo que le estaba sucediendo. Con un suspiro profundo, Elysia alcanzó el pomo de la puerta, giró la mano y se preparó para lo que pudiera encontrar al otro lado.
Sin embargo, cuando la abrió, no se encontró con los pasillos de un castillo antiguo, sino con el corredor familiar de su solitaria casa. Giró la cabeza para confirmar que su habitación seguía allí, intacta. La realidad de Elysia se había tornado en un enigma, una extraña realidad mágica en la que ahora parecía estar inmersa.
El pensamiento de "Leyendas del Castillo Morgenstern" cruzó su mente, el libro que había estado leyendo antes de que esta serie de eventos comenzara. Un libro que nunca antes había visto y que había sido el preludio de esta experiencia surrealista. Bajó corriendo las escaleras, impulsada por la necesidad de encontrar ese volumen, convencida de que en sus páginas podía hallar alguna pista que explicara lo que le estaba sucediendo.
Pero, por más que buscó, el libro parecía haberse esfumado. Volteó cada rincón, revisó cada estante y espacio donde pudiera haber caído o haber sido colocado por descuido. La frustración crecía dentro de ella a medida que la búsqueda resultaba infructuosa. El libro, aparentemente la llave de toda esta locura, se había desvanecido tan misteriosamente como había aparecido.
El tintineo de la campanilla de la librería sacó a Elysia de su frenética búsqueda. Subió corriendo las escaleras para vestirse adecuadamente, con el corazón latiendo por la urgencia del momento. Bajó con igual rapidez, su mente aún turbada por la desaparición del libro y las preguntas sin respuesta que lo acompañaban.
Al abrir la puerta, Elysia se topó con una presencia que inmediatamente impuso respeto y una cautela instintiva. La mujer que la miraba fijamente tenía una apariencia noble y antigua, como si hubiera sido arrancada de las páginas de una historia olvidada. Su atuendo era de una elegancia atemporal, y el poder que emanaba de ella era casi palpable, cargado de la sabiduría y la fuerza de los tiempos antiguos. En otras palabras, para Elysia era atemorizante.
—Buenos días —saludó Elysia, su voz revelando un ligero temblor que luchaba por contener—. ¿En qué puedo ayudarle?
La mujer le devolvió el saludo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, los cuales destilaban una mezcla de desdén y un interés casi científico. Observaba a Elysia como si considerara la mejor manera de desvanecerla del plano terrenal con solo un pensamiento. Pero cuando intentó acercarse, algo extraordinario sucedió.
La mujer dio un paso adelante, sus ojos aún fijos en Elysia, y se detuvo abruptamente. Era como si una barrera invisible la rodeara, una fuerza mágica que protegía a Elysia de cualquier mal que pudiera desearle esta enigmática visitante. La señora frunció el ceño, desconcertada por primera vez, su mano se extendió temblorosa ante el espacio vacío, palpando el aire como si buscara una fisura en la muralla invisible que la separaba de Elysia.
—Buenos días —repitió Elysia el saludo sin entender lo que sucedía al haber contemplado aquello que la hizo empezar a dudar si estaba despierta o soñando —. ¿En qué puedo ayudarle?
Volvió a ver como la mujer intentaba tocarla y algo se lo impedía. Elysia, aunque confundida y dudosa, sintió una oleada de alivio al darse cuenta de que estaba protegida por algún tipo de encantamiento. Lo cual la llevó a la seguridad de que soñaba
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Editado: 14.12.2023