En un rincón del mundo perdido en el tiempo, donde la magia no era solo una parte de la vida, sino su esencia misma, fluyendo tan libre y pura como el agua de los ríos cristalinos que atravesaban Lumindor. En este reino, donde cada flor, cada piedra y cada susurro del viento estaba imbuido de un poder antiguo, nació Liriel. El único príncipe heredero del reino élfico.
Desde su nacimiento, estaba claro que no era un elfo común; incluso entre su gente, conocida por su conexión con todo los seres sobrenaturales y seres vivientes que habitaban la tierra, Liriel destacaba como un ser de potencial extraordinario. Su destino estaba forjado en las estrellas y escrito en las raíces de los árboles milenarios: proteger Lumindor y mantener el equilibrio entre todos los seres mágicos y naturales del mundo.
Liriel, heredero del trono de los elfos, era conocido por su sabiduría y su bondad, así como por su destreza en las artes mágicas y la esgrima. Poseía una belleza sin igual, su cabello era como hilos de plata y sus ojos reflejaban el verde profundo de los bosques eternos.
Estaba destinado a ser el mejor rey de todos los tiempos por su gran amor hacía su pueblo, y la empatía que desplegaba con los humanos y todos los seres vivos del mundo, a los cuales ayudaba cada día con su conocimiento.
Un día, mientras caminaba por los confines de su reino, se encontró con una bruja de poder inmenso y belleza cautivadora. Su nombre era Nissandra, y sus ojos brillaban con un fuego oscuro que podía tanto dar vida como condenar al olvido. Se había transformado en una elfa de belleza singular.
Al verla, el príncipe Elfo Liriel por un momento se quedó maravillado ante tanta belleza. No recordaba haber visto en su reino una fémina como aquella, por lo que presto se acercó a saludar
—¿Por qué una bella fémina como tú se aventura sola tan profundamente en los bosques de Lumindor? ¿Quién eres?—preguntó el príncipe acercándose a la extraña y bella elfa.
La pregunta del príncipe elfo flotó en el aire, teñida de cautela y fascinación. Liriel, a pesar de su experiencia y sabiduría, no pudo evitar sentirse cautivado por la visión de la hermosa mujer ante él. Era como si una flor desconocida hubiera brotado en su jardín familiar, deslumbrante y llena de misterios no descubiertos.
—Soy Niss, hija de la luna y las estrellas, vagando por estos bosques en busca de la sabiduría que tu pueblo posee —respondió con una voz melodiosa la bella elfa sin decir exactamente de qué parte del reino elfo era.
El príncipe Liriel la observó ahora con fascinación, pero al mismo tiempo con cautela. No era la primera vez que habían tratado de atraer su atención hacía una belleza engañosa.
—Es raro que una elfa tan bella y joven viaje sola sin la compañía de sus padres o cuidadores —dijo pensativo el príncipe, lo cual era una regla en su reino—. ¿Qué sabiduría buscas que no puedas encontrar entre tu propia gente? La sabiduría de nuestro pueblo está disponible para todos en las bibliotecas o nuestros sabios.
El príncipe Liriel aunque desconfiado no podía apartar sus ojos de la deslumbrante elfa. Nissandra al ver la mirada de admiración del príncipe se acercó con gracia y una sonrisa amable, y cuando estuvo muy cerca de él que la observaba admirando cada vez más su belleza según se acercaba, dijo:
—Busco un compañero, alguien con quien compartir el conocimiento y el poder, para proteger estos bosques y a todos sus seres —se detuvo por un momento al ver como al escucharla la expresión del príncipe cambiaba para una mucho más recelosa—. He oído hablar de tu sabiduría, príncipe Liriel, y de tu noble corazón. Por ello me he escapado para venir a conocerte personalmente antes de que mis padres me ofrezcan a ti.
Quiso Nisssandra jugar el papel de la chica que le gusta tomar sus propias decisiones sabiendo que era algo que admiraba Liriel. Éste había retrocedido un poco y la estudiaba ahora con cautela. Todas sus alarmas se habían prendido, debido a que todos en su reino, sabían que los sabios y profetas habían vaticinado que la unión suya sería con un alma pura que reconocería su propia alma
—Tu oferta es generosa, Niss —contestó observándola más detenidamente—, pero siento que hay algo más detrás de tus palabras. Los elfos conocen bien su tierra y su gente y todos sin excepción conocen el vaticinio que pesa sobre mí; y las jóvenes no necesitan vagar solas en un bosque plagado de peligros para encontrar lo que ya está en sus corazones.
—Liriel —comenzó ella a hablar intentando tocar su mano—, juntos podíamos ser invencibles, y nuestro amor sería la leyenda que cruzaría las eras.
—La verdadera fuerza del amor no reside en el dominio, sino en la armonía —contestó el príncipe con el ceño fruncido y retirando su mano con delicadeza—. Y el amor no puede ser construido sobre la ambición de poder. Sino en la belleza y sinceridad de las almas.
Nissandra viendo como nada de lo que decía o hacía impresionaron al príncipe comenzó a perder la paciencia. Estaba acostumbrada a lograr lo que quería a la primera. Nadie jamás se había resistido a sus encantos como lo estaba haciendo el príncipe elfo.
—¡Liriel! ¿No comprendes lo que te ofrezco? ¡Podemos gobernar juntos! —gritó perdiendo su paciencia.
El príncipe Liriel retrocedió desprendiendo su mano de la de Nissandra que había vuelto a acercarse. Al momento extendiendo sus manos con un gesto elegante dirigido a ella, pronunció unas palabras en el antiguo lenguaje élfico
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Editado: 14.12.2023