El joven le sostuvo la mirada, y en sus ojos verdes brilló algo antiguo y sabio, un destello de mundos olvidados y magia pura. La respuesta a esa pregunta podría cambiarlo todo para Elysia, y quizás también para el mundo entero.
—¿Olvidaste que estudiamos juntos? —fue la simple respuesta que él le dio con una mirada de decepción en sus hermosos ojos—, soy Lir.
—¿Liriel? —preguntó ella, levantando la vista para encontrarse con una mirada entrecerrada de él —¿Eres Liriel del castillo Morgenstern?
Por un momento a Elysia le pareció que el joven iba a asentir, por el modo que entrecerró los ojos, mientras caminaba con pasos lentos y estudiados hasta detenerse a solo uno de ella. Y sin más, cambió su expresión seria por una más casual y dijo con voz clara y cantarina.
—No, no Liriel de ese castillo que mencionas, sino Lir de este mismo poblado. Veo que en verdad me has olvidado Elysia —se quedó mirando fijo a los ojos desconcertados de ella que luchaba por recordar quien era, para luego sonreir y decir de manera desenfadada—, pero... no importa. ¿Quieres ir conmigo a ver cómo encienden el árbol de Navidad en la plaza? Confieso que, aparte de ti, no conozco a nadie más en este pueblo.
Elysia se quedó desorientada; por más que intentaba recordarlo, no le venía a la mente nadie más que la imagen del forastero en su castillo llamado Liriel, igual que el príncipe elfo. Tampoco comprendía eso que acababa de decir. Vivía en el poblado pero no conocía a nadie. ¿Cómo era eso posible? Lo miró interrogativamente, deleitándose con la hermosa sonrisa que tenía y la mirada de ruego en sus bellos ojos verdes.
Elysia se movió nerviosa hasta colocarse detrás del mostrador, no sabía cómo responder a su invitación; nunca antes la habían invitado a salir. El llamado Lir unió sus manos en una acción de ruego y puso la expresión más lastimera que ella había visto, que la hizo sonreír muy a su pesar.
La confusión de Elysia era palpable, una mezcla de sorpresa y curiosidad iluminaba su rostro mientras intentaba conectar los puntos de su memoria. La mención de Lir de sus días de escuela parecía un recuerdo lejano, casi como si perteneciera a otra vida, una que no incluía príncipes elfos ni reinos encantados. Y ahora estaba ahí, comportándose con ella tan amigablemente, como si lo hiciera en ese tiempo de escuela.
—¿Lir? —repitió ella, intentando disimular su desconcierto mientras una sonrisa incierta se dibujaba en sus labios—. Lo siento, no sé cómo pude olvidar... —dijo, aunque en su interior la duda persistía. La imagen del joven en su librería no encontraba eco en su pasado. Pero su actitud, el modo cómo la miraba y seguía rogándole, la enternecía.
La invitación de Lir había llegado en un momento de vacilación, ofreciéndole una distracción bienvenida del torbellino de pensamientos que se agolpaban en su mente.
—El árbol de Navidad... —murmuró, más para sí misma que para él—. Sí, me gustaría ir. Será un cambio agradable.
Mientras aceptaba, Elysia no podía dejar de sentir que había algo más en juego, algo que se escondía justo debajo de la superficie de aquel encuentro casual. Liriel, Lir... los nombres danzaban en su cabeza, demasiado parecidos para ser una coincidencia. Aunque sus dueños diferían en apariencia. ¿Y si era el príncipe elfo Lirier que se había creado esa imagen para aparecer ante ella?
“Deja de soñar Elysia”, se reprendió ella misma, pensando que ya eso era demasiado. ¿Quién era ella para que un supuesto príncipe hechizado hiciera todo eso por ella? Una simple librera invisible. Por lo que sacudió su cabeza y asintió a Lir.
—Dame un momento para cerrar la tienda —le dijo a Lir con una sonrisa más segura esta vez—. Será lindo ver la plaza iluminada.
Mientras se preparaba para salir, no pudo evitar echar un último vistazo al libro que había dejado sobre el alféizar de junto a la ventana. En su portada, el nombre: “Leyendas del príncipe elfo,” estaba grabado con letras doradas que parecían brillar con luz propia bajo la luz del crepúsculo y la llamaban.
Sacudiendo la cabeza, decidió dejar a un lado las fantasías. Esta noche sería sobre luces de Navidad y nuevos comienzos, no sobre príncipes de cuentos de hadas. Pero en lo profundo de su ser, una parte de ella no podía dejar de preguntarse si, de alguna manera, las historias que tanto amaba estaban comenzando a cobrar vida ante sus ojos.
La leyenda del príncipe Elfo Liriel era más que una historia; era un llamado a despertar a un mundo lleno de maravillas que solo unos pocos podían realmente ver y comprender. Y quizás…, solo quizás, Elysia estaba destinada a ser uno de esos pocos privilegiados.
Elysia cerró con llave la puerta de la librería, su corazón latiendo con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Lir la esperaba, apoyado casualmente contra la farola, su aliento formando pequeñas nubes en el aire frío.
—Listo —dijo ella, ajustándose el abrigo—. Hace mucho que no he estado en la plaza para el encendido del árbol.
—Te va a encantar —respondió Lir, con una sonrisa que le llegaba a los ojos—. Hay algo mágico en ver cómo una sola luz puede romper la oscuridad.
Caminaron juntos, sus pasos sincronizados sobre la acera. Elysia se sentía extrañamente consciente de sí misma, como si los ojos de todos los transeúntes estuvieran fijos en ella. No estaba acostumbrada a ser el centro de atención.
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Editado: 14.12.2023