Elysia sabía que Ofelia tenía razón. Además, no podía negar que la idea de deslizarse por el hielo era tentadora, y la posibilidad de reír y compartir buenos momentos con su amiga y otros conocidos del pueblo era un bálsamo para su espíritu. Con un suspiro que mezclaba resignación y expectativa, Elysia asintió.
—Está bien, iré a buscar mis patines —dijo con una sonrisa tímida.
La librería estaba tranquila, sin clientes que atender en ese momento, así que Elysia se permitió cerrar un poco antes. Subió al pequeño altillo donde guardaba algunas pertenencias personales y sacó sus viejos patines. Eran de cuero blanco, con algunas marcas de uso, pero aún firmes y listos para deslizarse sobre el hielo. Bajó con ellos en la mano y se unió a Ofelia, quien la esperaba con una sonrisa radiante.
—¡Perfecto! Será una tarde para recordar —exclamó Ofelia.
Juntas se dirigieron hacia la pista de hielo del pueblo, donde familias y amigos ya giraban en alegres círculos. Elysia se calzó los patines y, con una mezcla de nerviosismo y emoción, se unió a la danza helada, permitiéndose por un momento olvidar sus preocupaciones y simplemente disfrutar de la compañía y la alegría compartida.
El lago congelado donde se celebraba la tradición de patinaje estaba rebosante de vida y color. Prácticamente todo el poblado había acudido, y la banda de música, con su repertorio festivo, llenaba el aire con melodías navideñas. Los coros infantiles, con sus voces cristalinas, añadían una capa de inocencia y alegría al ambiente. Las luces parpadeantes y las decoraciones brillaban reflejadas en el hielo pulido, creando un espectáculo que parecía sacado de un sueño.
Elysia, aunque tocada por un atisbo de nostalgia al recordar a sus padres, no pudo resistirse al contagioso entusiasmo de Ofelia. Su amiga la agarró de la mano y, entre risas y exclamaciones, la llevó hacia el hielo. Patinar había sido el entretenimiento favorito de Elysia en su niñez; era una actividad que solía disfrutar en solitario, un espacio íntimo donde se sentía libre y sin preocupaciones.
Una vez en el hielo, los movimientos le vinieron naturalmente. La sensación del frío mordiendo sus mejillas mientras deslizaba grácilmente por la superficie helada era una que no había olvidado. A pesar de los años, sus pies recordaban cada giro y cada salto. Ofelia, aunque no tan diestra sobre los patines, se reía cada vez que perdía el equilibrio, confiando en que Elysia la sujetaba si estaba a punto de caer.
La alegría y la felicidad eran palpables en el aire, y por un momento, Elysia se permitió ser llevada por esa ola de emoción colectiva. La nostalgia por sus padres se transformó en un cálido recuerdo que la acompañaba mientras patinaba, como si ellos estuvieran allí con ella, compartiendo ese momento de felicidad pura.
—Oye Elysia, no recordaba que patinaras tan bien —dijo realmente asombrada Ofelia.
—Ni yo tampoco Ofelia, desde que este mismo lago se tragó a mis padres nunca más volví —dijo con tristeza mirando el hielo debajo de sus pies.
—Lo siento mucho Elysia, no quise entristecerte, sino todo lo contrario. Estoy segura que ellos estarán felices en el cielo viendo que regresaste a hacer algo que te hace feliz —dijo Ofelia tomando una mano de su amiga.
—Es verdad, papá disfrutaba mucho patinar conmigo, y mamá lo adoraba. Debí venir antes —murmuró.
—Lo recuerdo muy bien, casi todos los años eran ellos quien ganaban la competencia —recordó Ofelia y agregó—. Si ahora mismo tuvieras una pareja podrías participar en la competencia que harán en una hora. Si lo llego a saber no me hubiese comprometido con mi primo. ¿O quizás puedes llamar a un amigo?
La sugerencia de Ofelia sobre participar en la competencia había sido hecha con sinceridad, rebuscando en su mente a gran velocidad alguien que pudiera sustituirla con su primo o acompañara a su amiga, sabiendo lo mucho que a Elysia le gustaba patinar. A pesar que se esmeró, ya todo el mundo tenía sus parejas, y habían estado practicando arduamente, por lo que no dijo más arrepentida de haberlo mencionado a Elysia.
—¿Quizás lo puedas hacer sola aunque la competencia es de pareja —sugirió Ofelia
Elysia negó con la cabeza diciendo que no importaba. La idea de competir sin una pareja parecía poco práctica, aunque por un instante, deseó con todo su corazón que Lir, su amigo imaginario, pudiera ser real y estar a su lado para acompañarla en la pista. De seguro él sabría patinar con elegancia.
—Si tan solo vinieras una vez más Lir —susurró casi inaudible— no sabes cuanto te extraño, sé que eres real. Al menos para mí lo eres, regresa Lir.
Ofelia miraba a su amiga sin saber qué hacer cuando de pronto su primo tiró de ella y se la llevó a gran velocidad ante los ojos de admiración y un poquito de envidia de Elysia.
—No importa Elysia, tú puedes al menos patinar sola—se dijo dándose ánimo.
Después de alejarse patinando con elegancia y velocidad, ejecutó una pirueta que casi terminó en caída. Fue entonces cuando sintió una mano firme sujetándola por la cintura, estabilizándola con una facilidad sorprendente. Al girarse, esperando encontrar a Ofelia, su corazón dio un vuelco. ¡Era él!, Lir, tan real como el hielo bajo sus pies.
Abrió la boca para llenarlo de preguntas, y la volvió a cerrar al ver como su amiga venía junto a su pareja en su auxilio y no quería que la viera de nuevo hablando sola. Por lo que no esperaba lo que ella le dijo en lo que miraba a Lir, que permanecía a su lado sonriendo.
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Editado: 14.12.2023