Eres mi salvación.

Capitulo XII: Olvídate de ella.

Hache.

Días, semanas, meses… No sé cuánto tiempo paso desde que mi mate, mi luna, desapareció. Sin dejar rastro, ni una pista de donde se fue. Cada día es peor que el anterior la angustia me carcome desde adentro. Siento que me falta el aire de solo de pensar que le pudo haber ocurrido algo. ¿Dónde estás mi hermosa luna?, me siento impotente, no pude protegerla, se la llevaron delante de mis narices, y no hice nada para impedirlo.

Arrojo el vaso de wiski que sostengo en la mano, los pedazos de vidrios caen dispersos en todo el suelo. El ruido que provoco se escuchó en todo el despacho. Hay papeles por todos lados e intento buscar solo una razón por la cual se llevaron a mi luna. Ellos me querían a mí, porque razón se la llevaron a ella.

Llevo días sin dormir, revisando cada parte de los videos de seguridad. La veo entrando a la casa, dirigirse a la habitación, y después nada… Es como si se esfumara, no entra ningún auto y tampoco sale. No sé cómo pudieron sacar mi luna de la casa, sin levantar ninguna sospecha.

Escucho dos golpes en la puerta, suspiro resignado a seguir sin ella. La quiero de vuelta, no me importa buscarla por el resto de mi vida. Voy a encontrarla y a traerla de nuevo conmigo. Jamás voy a volver a dejarla sola. Nadie podrá alejarla de mí, nunca más.

-Samuel, tienes que dormir y comer un poco no puedes seguir de esta forma. Te vez muy mal. – Termina de decir Tatiana acercándose y tocando mi hombro para que la mire. Yo me aleje, no quiero que nadie más que mi luna me toque, solo ella puede. – ¡Ya para de alejarme! – grito frustrada por mi acción. – Yo sé que estas desesperado por encontrarla, pero estar aquí encerrado, sin comer no lo vas a lograr, así que por favor ve a bañarte y come algo.

-Tienes razón, me daré un baño y luego comeré. – digo cansado de que me lo repita todo el tiempo. Me muestra una sonrisa ganadora que me hace fruncir el ceño y mirarla con reprobación. – No vuelvas a llamarme Samuel. – aclare de forma fría y calculada. – Yo soy Hache, así me llama ella. Y quiero que me llamen así.

-Te llamaba así, hay que ver la posibilidad de que ella no vuelva… Hache. – lo último lo dijo casi escupiéndolo.

- ¡No te atrevas ni siquiera a pensarlo!, ¡Ella está viva! – advertí gritando cada palabra. Ella salta en su lugar por los gritos, y suspiro tratando de calmarme. – Tatiana, aprecio tu ayuda al prestarme tu casa, pero eso no te da el derecho de opinar nada.

Ella se me quedo mirando, con lágrimas en sus ojos intentando retenerlas. Me duele verla así, ella es la única amiga que tengo en este lugar, la única que me está ayudando con la desaparición de mi luna. Pero no le da el derecho de pensar de esa forma, Génova está viva, lo sé. Solo tengo que encontrarla.

-Lo siento. – murmuro a punto del llanto. – Es solo que me preocupo por ti…

-Ya perdóname, es solo que yo sé que está bien, pero la quiero conmigo Tatiana, la extraño. – me lleve las manos a mi cara refregándome, con frustración. Sentí unos brazos envolverme en un abrazo lleno de cariño. Mi cuerpo se tensó entero al sentir ese calor que no es de mi luna, pero no la aleje, deje que me abrazara para reconfortarla. – Para, dijiste que huelo mal ¿no? – dije en tono burlón alejándola despacio de mi cuerpo, no quiero ser un idiota con ella.

-Si es verdad. – se seca una lagrima escurridiza que baja por su mejilla. – Vamos, ve a darte un baño, la cena se te va a enfriar si no te apuras. – me sonríe de forma cariñosa.

-Gracias, eres una gran amiga. – llevo una mano a su hombro dando un ligero apretón, haciendo énfasis en “amiga”. Yo sé que ella siente algo por mí, por eso trato de que lo entienda antes de que se haga ilusiones, yo quiero a Génova, no hay otra mujer en mi vida que no sea ella.

Me alejo dirigiéndome a la habitación que compartía con mi luna. Me doy una ducha larga y reconfortadora. Me cambio sin ganas poniéndome un pantalón de pijama con la remera de conjunto. Me acuesto en la cama, tratando de relajarme mientras espero la comida.

Unos brazos me toman de la cintura atrayéndome a un lado de la cama, me acerco, oliendo su esencia. No es mi luna, no es ella, el olor es diferente hace que me aleje bruscamente levantándome de la cama de un salto. Veo con algo de dificultad una silueta de una mujer durmiendo en mi cama. Voy hacia la tecla de la luz y la enciendo.

-Tatiana, ¿qué haces aquí? – resople el aire frustrado, ella no entiende que no la quiero, no quiero comportarte como un maldito idiota con ella, pero mi paciencia se está acabando.

-Hache, ¿Qué estoy haciendo aquí? – su cara de confusión no me convence, estoy dudando de ella. Desde que mi luna desapareció ella estovo intentando estar muy cerca de mí, diciendo que me olvide de ella. – No… no sé qué paso… Yo… - me acerco a la cama y le tomo de la mano, para que se tranquilice y pueda continuar. - Yo vine a decirte que encontramos algo, lo traía en la mano, de repente sentí que alguien me golpeo fuerte en la cabeza.




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