Una noche, solo una noche pido para poder dormir tranquila, sin miedo, sin pesadilla.
¿Que me pasa? ¿Porque a mí?
Si lo único que hice, fue mostrar interés amistosa en él. Admito que si me gustaba, era un excelente hombre, guapo sin dudar.
Pero creí que porque estaba bonito por fuera también lo estaría por dentro.
Pero nadie se fija en eso, ni yo misma me fije en la verdadera clase de hombre que era.
-Duerme ya perla... él ya no te molestara más. -me susurro a mi misma tranquilizando me en medio de la noche. Me remuevo en la enorme cama, y fijando la mirada a cada punta de la habitación que en este momento se encontraba oscura.
Remuevo mi brazo y la estiro para poder coger el celular y poder observar la hora, esta marcaba 2:42 de la madrugada.
A esta hora ya debo estar dormida para madrugar eh irme a la Universidad, no despierta esperando que ya de una maldita vez sonara la alarma.
-¡Mierda perla ya duerme! -me restregó la cara y pataleo la cama con la intención más estúpida de querer dormir.
Desde aquella vez, que aquel hombre me atormentaba los días, las horas, hasta incluso los segundo. En ese momento toda mi valentía que llevaba desde que nací, y siempre lleve hasta ese día tan terrible que marco mi vida. Todo se derrumbo llevando mi valentía a lo más profundo de nunca volver a existir, o eso llego a creer.
Sus mensajes, sus amenazas, sus acosos, sus enamoramientos que él decía que eran.

Cuando yo intuía que no era un enamoramiento que él sentía, sino una obsesión.
Nunca se lo conté a nadie porque creí que eso no era tan importante, lo deje pasar como si fuera una pequeña ruptura de pareja y él dejaría de molestar me de una buena vez.
Pero eso debemos en tomar en cuenta, nunca en la vida, debemos dejar pasar algo que piensa que es común para todo el mundo. Yo cometí ese error de pensar que él podría dejar las cosas como están, eh irse y tomar un camino con alguien más.
Fue tanto mi alegría cuando le envíe el mensaje diciéndole.
«No quiero nada que ver contigo y dejame en paz, porque yo no siento nada por ti. No me busque, así no sabremos de ninguno de los dos, porque si me vuelves a buscar juro que te denunciaré, y toda tu mierda de vida se ira al hoyo al igual que tú»
Y su única y miserable respuesta que alegraría hasta el ser más despreciable se contentaría fue.
«Esta bien, no te buscare más, pero date cuenta, te amo y te amare por siempre>>
Esos fueron sus palabras que me alegraron aquel día tan magnifico que llevaba, que me dejaría en paz. Paso una semana, y definitivamente estaba convencida que no iba a buscarme, pero fue estúpido pensar esas cuantas palabras que susurraba, siempre pensaba aquellas palabras cuando viajaba para mi casa. Sin encontrarme los días sábado o domingo a él en la Universidad.
»»»»
-Chao mamá... Chao papá -le digo a mis padres entrando en su cuarto, ya que ellos estaban dormido, siempre esperaba la respuesta de mi madre, ya que ella siempre me bendecía con unas palabras hermosa "Que Dios te bendiga hija" esas son las palabras que me tranquilizaba a ir y llegar sana y salva a mi casa.
En cambio mi padre no me respondía, pero al no ser lo, siempre se preocupaba por mí, llamándome cuando viajaba de regreso.
Mi caminata sola y recorrer caminando hasta llegar al metro era tan largo, que me daba pereza llegar hasta mi destino. Siempre me gustaba mirar rostro desconocido con la intención de volverlo a ver en algún tiempo, o cualquier chico guapo que me sonría y esa fuera mi amor pasajero por lo menos unos segundo, que al día siguiente lo olvidaría o quizás quedaría en mí un recuerdo de emoción, por algún tiempo, hasta que llegue otro chico que me muestre su reluciente sonrisa y me cause la misma ilusión como todas las veces que me encuentro miradas por casualidad.
Pero al subir al puente siento un agarre fuerte en mi muñeca izquierda y me jala, alejándome de las personas que estaban a mi alrededor...
-¿Que haces? -le grito espantada, y viéndolo con exasperación, siento mi pecho subir y bajar con rapidez. -¡Sueltame! -grito. Sin importar que las personas observen.
-Quiero que me escuches -su agarre lo siento más amenazante.
-No te escucharé, dejadme en paz. -personas pasan a mi alrededor y no despegan la mirada en nosotros.
¡Que esperan ¿Una invitación? Acaso no ven, que me esta molestando, incrédula las gentes!
Su agarre se hace más fuerte y esa valentía que estaba retomando poco a poco con poco tiempo que llevaba, se había ido como un torrente de agua que se lleva al rasar todo consigo.
Tenia miedo, terror, pánico, hasta me comenzó a doler me la cabeza, ya mi cuerpo temblaba con solo imaginar de que quería hablar o que quería hacerme, porqué desde que lo conocí no esperaba nada bueno de él.
-Juro que grito... sino me suelta -lo amenazo con la intención de hacer que él temiera esa parte.
-Si yo fuera tú, no lo haría -y eso fue la última gota que derramo el vaso. Pensarán que cogí fuerza, pero se equivocan no fue fuerza, sino miedo, él había usado esa táctica de hablarme como si él tuviera el control en ese momento y no yo.