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Observó su alrededor sin perder de vista nada, tomó la taza en sus manos y sonrió por el momento parecía tener su alrededor pacífico. El café era azucarado uno que siempre le ha gustado a ella, aunque recuerda que para su alfa era uno con un sabor fuerte.
Esos recuerdos siempre la hacían sonreír y esperaba que él no estuviera mal por su partida, creía que él era alguien demasiado fuerte que no podría estar mal por la desaparición de ella. Solo quería respirar de todo por un momento, se asustó y solo huyo, no quería ver a nadie.
— Te sientes bien. — Murmuró para ella misma. — Nadie te hará daño.
Quiso animarse, sabía que muchos irían hacia su amor a decirle que era infiel o hubo un engaño algo que es una total mentira sobre ella. Pero para ella Theo era el hombre más inteligente y doble cara que a conocido, uno que no se deja engañar con facilidad.
Aparte, logro conocerlo desde que ambos tenían 10 años y ahora a sus 100 años ella no ha sido defraudada por él. La espero tanto y amo aun cuando ella se alejaba de todo ese sentimiento dulce que su alfa siempre le mostraba, no quería caer aun con facilidad en esa burbuja llena de amor.
Recordó el momento en que lo vio por primera vez y como se quedó sin aliento cuando él le dio un beso en la mejilla sin conocerla aún. Eso la hizo perderse en su inocencia porque la trato tan bien desde un inicio, aunque con el tiempo las cosas fueron cambiando mientras ellos crecían.
Nunca se dio cuenta del por qué la actitud de Theo sobre ella hasta que él le dijo que eran destinados, ciegamente creyó en él, y nunca le defraudó en sus palabras. Así era como ella esperaba que su alfa no pensase en que aquellas palabras fueran verdad y esperaba que solo la escuchara a ella.
No guardaría nada y sería sincera cuando llegará el momento en el que él llegara por ella, tenía la suficiente confianza como para saber que él la buscaba en secreto de todos.
Tanto tiempo la mantuvo segura y guardada de todos, nadie sabía que era la Luna hasta el día que tuvo una subida de temperatura involuntaria enfrente de mucha gente. Ese alfa dejó todo lo que hacía para cargarla y llevársela lejos de ahí solamente para hacerse cargo de aquel problema que tuvo.
Para atender la necesidad de su conejita, una que estuvo muy mal en aquel momento. Ahí fue donde el chisme se dio a conocer entre las manadas grandes y pequeñas, desatando desilusiones por parte de muchas chicas de familias de poder que habían conocido al heredero Zuhair.
Únicamente unos meses habían pasado desde que había huido de tantas cosas que la sofocaban, y tenía que pensar bien en todo. Sobre todo en sí era la adecuada para ser Luna y para estar al lado de Theo por su vida.
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— Hijo, no diré nada. — Theo suspiro incapaz de creer lo que veía hacer a su madre, miro por la ventana apretando sus manos. La desesperación que sentía porque su madre no le ayudará a encontrar a su bonita.
Estaba frustrado de que su madre quisiera más a su nuera que a él, que a su propio hijo, con su mirada verdosa miró a su madre que se mantenía sentada con gran tranquilidad mientras pasaba sus manos por un vientre hinchado. En poco nacerían sus nuevos hermanos siendo gemelos.
— Mamá por favor, no sé si ella está bien.— Gruño incorporándose de su asiento.—Si está en peligro, no quiero que algo malo le pase.
Se dejó caer en su silla cuando vio que su madre no hablaría, miro aquella foto que mantenía en su escritorio. Extrañaba escuchar la melodiosa voz que su pequeña conejita tenía, los ojos verdes claros que ella tenía era algo que sin duda quería volverlos a ver, ese cabello rubio ondulado que siempre lo tenía en una coleta mal hecha le encantaba tanto, simplemente extrañaba la esencia de su rosita.
Extrañaba esas pláticas extrañas que tenía solo con ella, unas que solo ambos entendían, la quería ver con una de sus camisas mientras ella simplemente leía cómodamente en su lugar seguro, uno al que fue a buscarla, pero ella se había ido antes de que él la pudiera detener.
Quería sentir ese olor al que se acostumbró tanto, habían pasado por tantas cosas juntos y ella se había ido antes de siquiera protegerla de aquellos que le quisieran hacer daño, porque sabía lo que se hablaba de su rosita que simplemente se siente insegura entre grandes especies.
Se aseguraría de tenerla de nuevo y marcarla tantas veces que pudiera hasta que todos vieran que ella era suya, asegurándose de que todos se enteraran de lo gran sádico que puede ser.
— No debes de preocuparte mucho, ella está bien.— Se centró en su padre.—Tú la enseñaste a ser tan sanguinaria como tú, de seguro está matando a cualquiera que se le acerque.
Le miro con pesadez a su padre, no entendía como eso sería algo que lo animaría en su depresión. Sabía que si ponía de ejemplo a su madre sobre si ella desapareciera su padre no se lo tomaría del todo bien.