❝MI COMPAÑERA❞
Luego de unos largos minutos, llegamos con los demás.
Ronan ya estaba caminando por su cuenta, gracias a que había recuperado su energía.
—¡Por fin, chica! —exclamó Ámbar al verme— ¿Te encanta salir corriendo y preocuparnos, cierto? —bufa y cuando estaba por hablar, ella rápidamente llegó a mí y me abrazó— Ya no importa, pero que no se te haga costumbre que mi corazón no lo soportará, maldita. —murmura, sacándome una sonrisa— Ahora dime, ¿cómo estás? —me pregunta, rompiendo el abrazo y conectando su mirada con la mía.
—Estoy mejor y siento haber corrido. —me disculpo.
Levanta una de sus manos y hace un ademán, restándole importancia.
—¿Ya nos vamos? —pregunta Zaid.
—Sí, nos vamos. —respondió Ronan— Ustedes viajarán en esta camioneta. Irán con Zaid. —les informa a mis padres y hermanos, señalando una de las camionetas grandes.
—¿Y ustedes? —pregunta Noah, mirándolo con recelo.
—Iremos en otra. —se limitó a responder.
Sujeta una de mis manos y sin esperar a que alguien más diga algo, me guía hacia otra camioneta, pero esta era más pequeña en comparación con la que viajaría mi familia, por lo que deducía que estaría a solas con Ronan.
Veo a mi alrededor y noto que solo eran cuatro camionetas las que había. En las dos restantes se encontraban algunos de los hombres que habían venido con Ronan y Zaid, quienes recuerdo que estuvieron aquí desde el principio y ahora que lo pienso, no estoy muy segura si saben sobre quién soy. Sé que Zaid lo sabe y de lo que realmente estaba agradecida era que en ningún momento me miró de forma distinta, ni mucho menos me preguntó algo al respecto.
Era como si fuera su igual «y no un vampiro» y sinceramente, me hacía sentir muy cómoda.
Ronan se adelanta un poco y me abre la puerta del acompañante.
—Gracias. —le agradezco con una sonrisa, mientras me sentaba.
—Un placer, preciosa. —me contesta, devolviéndome la sonrisa.
Cierra la puerta y camina hacia el otro lado.
Bajo mi mirada para poder ponerme el cinturón mientras escuchaba como él entraba.
—¿Estás cómoda? —pregunta, poniéndose su propio cinturón y encendiendo el motor.
—Sí, no te preocupes. Y tú, ¿te sientes mejor?
—Como si nada hubiera pasado. —me dedica otra encantadora sonrisa.
La camioneta en dónde se encontraba mi familia es la primera en arrancar y después le seguimos nosotros, con las dos camionetas restantes siguiéndonos.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
Gira un segundo su mirada en mi dirección. —Sí, dime.
—¿Los hombres que vinieron contigo saben sobre mí?
—No, no lo saben. —respondió, seguro— En el momento que dejé de necesitarlos se alejaron. Además, saben muy bien que no deben escuchar ninguna conversación que tenga y nunca he tenido un problema sobre ello, así que no te preocupes.
—¿Y la mordida no la vieron? —pregunto, sintiendo un ligero temor de ser descubierta por alguien más.
—No, preciosa, tranquila. —niega, echándome otra pequeña mirada y poniendo una de sus manos en mi pierna para darle un pequeño apretón, y de esa forma logró que mi cuerpo se relajara por completo— Nadie sabrá nada acerca de tu vida mientras tú no lo quieras, ¿está bien?
Asiento y suspiro. —Okey.
No dijo nada más.
Sin embargo, mantuvo su mano en mi pierna y viendo que su toque me relajaba, comenzó a mover su pulgar, causando que bajara mi cabeza en esa dirección, notando como mis vellos se erizaban, pero mi corazón bombeaba con fuerza, emocionado por tener su atención y por el cuidado que me estaba dando.
Pero aunque su tacto estaba calmando mi cuerpo, mi mente era todo lo contrario. Aún había un fuerte temor que no me permitía disfrutar completamente del momento que estábamos teniendo. No solo sentía temor de que los demás sepan quién «y qué» soy en realidad, sino que también temía por los demás vampiros. Bianca dijo que había más como yo, pero recordando la lucha que hubo entre los hombres lobo y vampiros, no puedo dejar de pensar que si ahora mismo otro como yo se presenta, lo asesinarían y lo que más me punzaba era no estar segura de que Ronan no lo haría.
Aprieto ligeramente mi mandíbula y giro mi cabeza hacia la ventana.
Cada vez que permitía que mis pensamientos continúen, la seguridad de que mi compañero no dañaría a más personas como yo, disminuyen. No quería pensar mal sobre él pero, ¿cómo no hacerlo? Bianca no ha parado de alimentar la duda que comenzó a surgir la primera vez que supe de él y aunque quiera pensar lo contrario, la duda jamás desaparecía.
Sé que debería de hablar con él, pero al mismo tiempo sabía que no me diría toda la verdad y no soportaría que él también me mintiera.
—¿Todo está bien, Calista? —me pregunta, notando mi cambio.
Lo miro, viendo de inmediato su preocupación.
Como no dije nada, decidió detener la camioneta en la mitad de la carretera y sin ningún cuidado, para que de esa manera pueda poner toda su atención en mí.
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Editado: 11.11.2024