Eres tú.

5

ᴛʀᴀᴍᴘᴏʟɪɴᴇ.

Narra Hades.

—¡Corre!

Débora y yo estábamos corriendo por un laboratorio abismalmente grande. Otra vez.

Sabía que estaban detrás de nosotros, no nos habían perdido el rastro ni un segundo. Ellos con sus malditas batas y espeluznantes agujas. Ésas agujas.

Podía sentir la adrenalina fluir por mis venas mientras corría atrás de Débora. Ella estaba en peligro, no podía dejar que le hicieran daño, no a ella.

—¡M-mierda!

Me había herido la pierna al impactar con el filo de una mesa que tenía frascos sobre ella, uno de ellos se rompió justo en mí pie, podía sentir los vidrios incrustarse en él.

Solté un grito e inmediatamente Débora se detuvo a socorrerme.

—Joder, Hades —profirió con angustia y desesperación—. Tienes que sostenerte de mí hombro, suspender el pie herido en el aire e intentar caminar con el otro, vamos.

—Débora, no —articulé afligido—. Lo único que haré es disminuir el paso y no podemos caminar, tenemos que correr.

—Hades, no te dejaré aquí, ellos te harán daño —intentó llevarme consigo, pero apliqué fuerza y me dejé caer en el suelo.

—Débora, prométeme algo.

Se rehusaba a mirarme, sabía que tenía un nudo en la garganta y los ojos vidriosos. Ella detestaba que la viera llorar.

Me preguntaba cómo hubiesen sido las cosas si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, si fuésemos comunes, dos gotas de agua en un tsunami.

—Tienes que huir, muy lejos de aquí, no quiero que vuelvas jamás, Débora. 

Ella negó con la cabeza y me tomó de la mano. Sentía ésa química que nos caracterizaba, estaba seguro de que ella también podía sentirla. Probablemente sería la última vez y éso me rompía el corazón.

—No puedo prometerte éso —dijo entre lágrimas.

—Por favor, házlo. Huye a un lugar bonito lejos de aquí y sé feliz, Débora. Quiero que seas muy feliz, es mi único deseo.

Finalmente asintió, luego todo se esfumó. Sólo podía escuchar pasos apresurados, gritos, susurros y más oscuridad.

Hasta que en medio de la oscuridad pude ver una luz carmesí impactar contra un vehículo, yo no iba adentro pero pude sentir ése impacto como si lo estuviese y sabía el porqué.

—¡AH! —solté un alarido entre lágrimas. Miré a mi alrededor y supe que nada había sido real.

Todo había sido una pesadilla, una larga pesadilla.

La claridad que irrumpía en mí habitación anunciaba un nuevo día. Intenté calmarme y sumergirme en el pensamiento de que todo estaba bien, había sido solo una pesadilla. Pero otro pensamiento hizo más eco y tomó toda mi atención. Débora.

Ella era una soñadora, una soñadora que corría peligro.

Un peligro inminente, uno que no podía evitar. 

Estábamos destinados al desastre.

Tenía que ir a su casa a preguntarle si estaba bien, no tengo su número, por ello no le escribí primero. Después de la fiesta y la conversación que tuvimos en la cocina, me dijo que cada quien se fuera por su lado, que no quería problemas. El miedo habló por ella, pero creo que ése sueño la habría despabilado y se pensaría mejor las cosas.

Me puse una camisa blanca, un pantalón negro y una chaqueta de mezclilla. Tomé las llaves de mí auto, me encaminé a la puerta y me detuve al escuchar el sonido de mí celular.

>> Madre.

Contesté de inmediato.

—Hola Treeveus, ¿cómo estás? ¿Cómo te encuentras?

Me removí, Treeveus era mí segundo nombre. Mí madre lo usaba en un tono cariñoso, pero era fingido, todo lo éra. Ella no me quería, ya no.

—Me encuentro bien, madre. Todo está en orden.

—Me alegra Treeveus... —silencio—. ¿Cómo andan las cosas?

—Las cosas están bien, todo está en marcha, según lo acordado.

—Me complace oír éso, tú padre estará feliz de saberlo.

—Bien.

Colgué, no me entusiasmaba el entablar una conversación con mi padre, lo odiaba. Tenía que ser fuerte, si quería que todo saliera bien, tenía que serlo.

. . .

Había llegado a la casa de Débora, me bajé de mí auto y toqué la puerta.

Logré ver su rostro a duras penas en una de las ventanas de los cuartos de arriba, pero cerró la cortina. Esperé unos minutos, no salió.

—¡Débora, sal! Tenemos que hablar —grité y lancé una pequeña rama a la ventana donde la había visto.

—¡Aléjate de mí! ¿Sabes que eso se considera acoso inmobiliario? Llamaré a la policía si no te vas.

—Me niego a dejar de lanzar ramitas si no sales —lancé dos a la misma ventana mientras me reía.

—¡Joder!

Gracias al eco, pude escuchar sus pasos enfadados dirigiéndose a la puerta. Finalmente la abrió y pude ver su cara de pocos amigos.

—¿Qué se te ofrece, Nielsen?

Cuánta hostilidad.

—¡Sólo quiero hablar!

—Bien, escúpelo.

Carajo, ésta chica no era nada fácil de tratar. Qué mal genio tan tenáz.

—Primero quiero saber si te encuentras bien...

—Estoy completamente bien, no entiendo tu preocupación ni mucho menos tu repentina visita, quedamos en que cada quien se iría por su lado, Hades.

Se cruzó de brazos y me dió una mirada cansada, pude percibir unas tenues ojeras en su rostro.

—¿Estás bien?

Silencio.

—No.

—¿Quieres hablar de eso?

—No.

—Débora, tenemos que hacer algo con eso, sabes que no podemos evitarlo.

Más silencio. Frunció el ceño como si estuviese pensando en algo, se mordió levemente el labio y me miró con un brillo en sus ojos.

—Vamos a ir con una médium.




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