Eres tú.

6

ᴄʀᴀᴢʏ ʟɪᴛᴛʟᴇ ᴛʜɪɴɢ ᴄᴀʟʟᴇᴅ ʟᴏᴠᴇ.

Narra Débora.

Escuché el sonido del auto de Hades al frente de mí casa.

Así supe que nuestro viaje había empezado.

Había hecho una maleta con mantas, almohadas, comida, ropa y algo de dinero. Teníamos exactamente una semana para nuestra extraña misión, esperaba que no tuviésemos ningún problema, que ambos saliésemos sanos y salvos.

—Hey, Winden.

Hades me saludó por la ventana del conductor, se bajó del auto y me abrió la ventana de el copiloto.

—¿Lo traes todo?

—Por supuesto. Dinero, comida y herramientas.

Alcé una ceja.

—¿Herramientas cómo...?

—Una linterna, un botiquín de primeros auxilios y una navaja.

Inmediatamente comencé a temblar, siempre me pasaba con los sentimientos grandes, aquellos que no podía controlar.

—¿U-una nav-vaja? —me aclaré la garganta y pasé mis manos por mis hombros compulsivamente.

—Así es, no sabemos con qué tipo de locos estamos tratando.

Dirigí mí mirada hacia la ventanilla, no quería pensar en eso.

Hades puso el auto en marcha y salimos del pequeño barrio en el que habitaba. Encendió la radio y conectó su celular para reproducir música, una alegre melodía inundó el auto.

—Me agrada tu gusto musical.

Me miró por el retrovisor y me dió una sonrisa ladeada.

—A mí me agradas tú.

Arqueé las cejas y lo miré de soslayo.

Es un idiota astuto, pero no admitiré que me agrada en voz alta.

—Sólo dilo.

Lo observo confundida.

—¿Qué cosa?

Detiene el auto y me mira intentando notar si estoy bromeando.

Lo siento, Nielsen. Pero no hoy.

—Joder, Débora. Tú orgullo es más grande que el Monte Everest.

Sonríe, o más bien hace una mueca.

—De hecho es el Monte Mauna Kea —respondo.

Ahora él está confundido.

—El monte más grande del mundo. —Explico.

—¿Es enserio?

—Sí, de hecho alcanza los 10.205 m de altura y—

Me veo interrumpida por el golpe repentino de su frente contra el volante.

—¿Enserio se te hace tan doloroso decir un cumplido?

Me río a carcajadas. No puedo parar de reír al ver su rostro, oh. Pobre de él, debería tenerle un poco de piedad. Sólo un poquito.

Se estruja los ojos con las manos y ríe.

—Pues... me gusta tu perseverancia.

Ahora él se ríe a carcajadas.

—Bueno, es un avance.

Pone el auto en marcha otra vez y damos la vuelta a la manzana.

Me encuentro mirando por la ventana hasta que veo unos rizos rubios que se me hacen familiares.

Abby.

Mierda, hemos pasado tan cerca que me ha visto. Mierda, mierda, mierda.

—Detente.

Hades me observa con curiosidad y detiene el carro.

Bajo la ventanilla y veo a una Abby extrañada.

—Hey... —Me limito a decir.

—¿Hey...? ¿Me explicas por qué estás en el auto del amigo de Julian con tu maleta a punto de estallar en la parte de atrás? —pregunta Abby señalando mí maleta.

Silencio.

Supongo que subestimé un poco a Abby al pensar que lo dejaría pasar.

Al notar silencio de ambas partes, vuelve a hablar.

—No puede ser... ¿Mataste a alguien?

Esto no puede ser enserio.

—¡No! No he matado a nadie.

—Eso es lo que diría un asesino —me da una mirada con los ojos entrecerrados y una mano en su barbilla.

—Te explicaré... Yo... Me mudaré a la casa de Hades.

Abre los ojos como platos y alterna la vista entre Hades y yo.

—¡¿Qué?!

Adopto una postura relajada.

—Como lo has escuchado, querida amiga. Hades y yo vamos en serio.

Miro a Hades de reojo y puedo percibir su diversión. Joder, ahora quién lo va a aguantar luego.

—¿De verdad? Mmm...

Pone de nuevo su mano en su barbilla y me preparo psicológicamente para el interrogatorio que me hará.

—¿Color favorito?

—Negro, cómo su amargo sentido del humor.

—¿Comida favorita?

—Papitas fritas. —Sonrío con eso último.

—¿Cantante favorito?

—Alex Turner —le sonrío de oreja a oreja. 

A qué no se esperaba eso, eh.

—Pues si van tan enserio, no les molestará darse un beso, ¿o sí?

Ésta me las pagará. ¡Lo juro!

—¿Te molestaría que nos demos un pequeño beso, amorcito?

Cada palabra que sale de mí boca me quema por completo. Señor, sálvame de ésta, por favor. ¡No volveré a decir groserías!

Siento que Hades puede estallar de risa en cualquier momento, tiene una sonrisa tan inmensa que me gustaría poder quitársela de un sólo tirón. Sin embargo, su actuación es impecable y me toma de la mano.

—¿Por qué me molestaría, bebé? Es un placer.

Finjo una sonrisa atontada y me acerco lentamente.

Hades sostiene mí cuello con su mano y me acerca rápidamente para plantar un beso rápido.

Sus labios se sienten cálidos y húmedos, huele a cereza y menta. Sorprendentemente no me disgusta.

Pasan unos seis segundos y nos separamos, la verdad me he quedado tan atontada que siento que podría quedarme dormida.

Pestañeo rápidamente e intento recuperar mí postura relajada.

Miro a Abby y planto mí mejor sonrisa, digna de un trofeo.

—Se te ha olvidado un pequeño detalle.

—¿Cuál? —finjo demencia.

—Eres menor de edad.

Touché, amiga. Touché.

Pensé una excusa rápida, Abby no puede saber nada, va a pensar que estoy loca. Aunque pensándolo bien, quizás lo esté.

—Sólo será una semana, mamá se fue a Portland, ¿recuerdas?

Hace una mueca y relaja el rostro.

—Tienes razón, supongo.

Me sentía mal al mentirle a Abby, es mí mejor amiga. Pero, es una situación extraña, no lo entendería jamás. Ni siquiera yo lo hago.




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