3 de julio de 2018.
Las cosas en casa seguían tensas. En los almuerzos, que era lo único que compartíamos todos juntos, ya no habían cuatro personas sentadas en aquella antigua mesa redonda, solo tres, papá ya no estaba ahí.
Nick, empezó a ignorar por completo a mamá, había empezado a considerar que la separación únicamente era culpa de ella.
Yo había dicho, que la culpa era de los dos. Pero si vemos la gravedad de las acciones, claramente mamá le ganaba a papá por goleada.
Me sentía tan mal, incapaz de dejar mi cabeza descansar de todo lo que me invadía, lo único que liberaba un poco mis pensamientos era ver Netflix.
Para mi hermano su método de relajación era correr. Incluso lo empezó a hacer más seguido, a la mañana y a la tarde.
También, empecé a extrañar a Frank, cuando había pensando en mandarle un mensaje, la noticia del divorcio provocó que solo quisiera estar aún más sola y que nadie supiera nada de mí.
Las cosas con él, comenzaron a dar marcha atrás, ya ni siquiera me escribía. Sin embargo, lo entendía. Uno siempre se cansará de insistir si del otro lado no hay una respuesta.
Había hecho todo mal con él, no debía solo enviarle un mensaje arrepentida por mi actitud, tenía que hacer algo más. Y por suerte ví en su historia de Instagram que iba a asistir a una feria de libros que organizaba una de las librerías más grandes de la ciudad. Sin pensarlo me alisté para ir allí.
Iba a salir después de haberme aislado por más de una semana. Y todo era para decir un "Frank, lo siento".
Nadie en mi familia destruida iba a querer llevarme al lugar. No me quedó otra que pedirme un taxi.
Cuando llegue pensé: ¿Cómo demonios lo voy a encontrar?. Estaba repleto de gente. La iluminación excesiva que había me provocaba un dolor de cabeza, ni hablar los gritos que aturdían a cualquiera que no le agrade la multitud.
Pasé caminando y chocando con varias personas para poder subir a un balcón y buscar desde allí a Frank.
Apoyé mis brazos en la baranda e intenté mirar para todos los sectores, intentando ubicar al ojiazul.
Hasta que sentí una mano sobre mi hombro y me dí vuelta.
Connor, estaba parado frente a mí con una sonrisa amplia y sus enormes ojos verdes me detallaban de arriba a abajo.
—¿Dónde has estado? —demandó posicionándose junto a mí—. Te desapareciste.
He estado en casa encerrada, llorando, e ignorando al único que le importe.
—En casa —respondí, cortante.
No me había percatado de la situación. ¿Qué demonios hacía él ahí?. Los únicos libros que leyó en su vida eran los que la profesora de Literatura daba para luego evaluar, tampoco digamos que leía, porque la mayoría de veces ni los terminaba, simplemente buscaba resumenes por internet. Odiaba leer, ningún libro le llamaba la atención.
Una vez me dijo: "Los libros son absurdos, cuentan historias absurdas".
Y yo reí. Era irónico, porque su seria favorita era Shadowhunters y dato curioso: está basadas en libros.
Connor, se había vuelto a cortar su cabellera negra, sus orejas de Dumbo se notaban mucho más, por un momento quise reírme, si no fuera porque solo deseaba que por lo menos se diera cuenta que algo malo me estaba sucediendo.
Él siempre se daba cuenta de eso. ¿Por qué tardaba tanto en reaccionar?.
—¿En casa? —preguntó, confundido—Tienes unas enormes ojeras, deja Netflix por favor. Luces pésima.
Levanté una ceja. Gran genio, sí, me desvelaba con Netflix, pero también se incluían los llantos y los pensamientos interminables sobre todo lo que sucedía.
No, no Connor, no era Netflix. Era la vida que me estaba golpeando donde siempre le pedí que nunca lo hiciera.
—Sí, gracias por avisarme —comencé a caminar, ya no quería estar cerca de él. Ya no valía la pena.
Pero sentía sus pasos atrás míos.
—¿Qué te ocurre? —él me detuvo agarrando mi brazo—. Ya deja de comportarte así Olivia, siempre haces lo mismo.
—¿De que hablas? —me solté de su agarre.
Connor emitió una pequeña risa sarcástica. Su rostro se volvió serio e indiferente.
—Siempre, siempre en algún momento tienes que desaparecer. ¿Acaso esa es tu forma de tratar de llamar la atención de los demás? —su voz era fría, nunca la había escuchado así—. Ya detente, es estúpido e inmaduro.
Sus palabras, aquellas palabras, me dolieron. Mi mejor amigo, a quien le confíe muchas cosas de mí, al que creía diferente al resto, él mismo me estaba tratando de una forma que nunca creí que vendría de su parte.
Se suponía que me conocía, que sabía cuándo estaba mal, que me entendía, porque iba corriendo a buscarme y consolarme. Nada, ya nada de eso parecía real.
Suspiré e intenté pensar bien lo que le iba a contestar. No iba a gritar allí, por más que las ganas me sobraban.
—¿Sabes?, es curioso que tú qué te hacías llamar mi mejor amigo, no puedas darte cuenta que estoy rota, que si me alejo, que si desaparezco, que si me escondo es porque algo dentro mío está ardiendo y quemando tanto que solo puedo sentir que mi mundo está cayéndose lentamente —suspiré y mantuve mis ojos en él—. Y sí, dije que te hacías llamar mi mejor amigo, porque ahora mismo me doy cuenta que nunca lo fuiste.
Él se quedó en completo silencio, su boca estaba abierta. Había una mezcla de confusión e inquietud en su mirada.
No agregué nada más, me voltee y me alejé de él. Miré sobre mi hombro, Connor seguía en su posición, quieto, estupefacto.
Bajé las escaleras y luego sentí una voz fuerte pronunciar mi nombre detrás mío. Esa voz.
Frank.
Me giré y detuve mis pasos, hasta que él llegó a mí.
Tenía puesto una remera azul y jeans negros con zapatillas blancas. Por alguna extraña razón lo veía más lindo de lo normal. Y ese cabello castaño que solía tener desordenado, estaba un poquito peinado hacia la derecha.
—Yo, yo... —traté de formular—Yo vine a buscarte.