5 de julio de 2018.
Frank me observaba en completo silencio, mientras bebía su batido de durazno. Me había invitado a la cafetería Cook's Café.
Ese silencio me había puesto incómoda. Era como si nos hubiéramos quedado sin tema de conversación. Quería hacerle preguntas sobre su vida, sacar algo que hablar.
Y él se me adelantó.
—El chico con el que estabas en la librería —soltó, sin apartar la vista de mí—, ¿Volviste a hablar con él?
Definitivamente preferí haber hablado primero. No quería que me preguntara sobre Connor.
Suspiré y tomé un sorbo de mi té. Luego lo miré y respondí:
—No, por ahora no, pero quiero hacerlo.
Su rostro se mantenía tranquilo y percibí una pizca de curiosidad en el.
—Entonces... ¿él tampoco te habló? —preguntó, arqueando una ceja.
Bajé la mirada. Ojalá lo hubiera hecho, ojalá me hubiera hablado.
—No —negué.
Frank apretó su mandíbula. Apoyó su espalda hacia atrás, estiró sus brazos sobre la mesa y sus ojos azules me detallaron con intriga.
—¿Por qué es tu mejor amigo? —inquirió, quedé consternada.
Lo miré con extrañeza. No sabía que responderle.
Ya no quería seguir esa charla.
—Porque es bueno conmigo —expresé bajando la mirada a mi té.
Sentí una pequeña risita. Así que volví a levantar mi cabeza. Frank tenía una sonrisa ensanchada, falsa.
—Si ese es un motivo para llamar a alguien "mejor amigo" —puntualizó—. Entonces debes tener muchos mejores amigos. Seguramente el camarero que nos atendió recién muy amable, también ya es tu mejor amigo y no se dió cuenta.
Abrí mis ojos. Todo lo dicho era un sarcasmo tan evidente, tan inesperado.
¿Cómo se atrevió a decir eso?.
—Aparte, tan bueno no es —prosiguió, encogiéndose de hombros—. Lo que te dijo ese día, lo demostró.
Mi semblante cambió a uno serio y fruncí mis labios.
—Frank, él fue el primero que me agarró la mano las veces que estuve apunto de caer —expresé, luego de suspirar— El "bueno", aplica para muchas cosas. Tu comparación con el camarero fue ridícula.
—¿Y ahora no te la soltó? —contradijo.
Rodeé los ojos. Sentí un pequeño enfado por esa pregunta.
Es que, ¿me la había soltado?. Quería creer que no. Pero aún seguía llorando en mi habitación, más cuando ví a papá sacar toda sus pertenencias de casa, yo estaba llorando sola, y claro que sí, yo quería estar sola, pero a gritos pedía que Connor estuviera ahí, que él hiciera lo de siempre, no hacerme caso, oponerse a qué estuviera sola, él nunca me hacía caso, él iba y se sentaba conmigo a acompañarme mientras yo no daba más.
Justo ahí, Frank me hizo dar cuenta de una cosa. Yo si tenía un lugar, pero no lo notaba.
Mi lugar era Connor.
Se me formó un gran nudo en la garganta, deseaba salir de ahí corriendo. Eso sería muy estúpido, así que trataba de mantenerme lo más serena posible.
—¿Qué es lo que ganas con estas preguntas? —repliqué—. ¿Por qué te interesa saber tanto de algo que no es de tu incumbencia?.
Frank resopló. Y me miró con los ojos entrecerrados.
—¿Acaso no te miras al espejo? —cuestionó, pasando sus manos por su rostro—. Estás peor que en el día de la librería. Tus ojeras aumentaron, tu cabello está desordenado, parece que dejaste de comer, luces muy delgada, no solo eso, si no que solo te pediste un té, ni lo acompañaste con un pan, nada, nada. Olivia...
—¡Ya pará!—lo interrumpí—. Ya lo sé, no hace falta que me lo digas. ¿Pero que tiene que ver en todo esto Connor?.
Parpadeó en exceso, se notaba inquieto y nervioso.
Mis ojos pasaron por mi alrededor había casi gritado y la gente que se encontraba también en la cafetería me miró con confusión.
—Aún no sé que es lo que te tiene tan mal —emitió, preocupado—, no te pregunté porque quiero que salga de tí contarme. Tampoco me animaba a preguntar sobre tu amigo, pero saqué el valor y lo hice...
Confiaba en Frank, quise contarle todo lo que ocurría, pero eso provocaría que llorara. Me iba a derrumbar frente a él. No podía dejar que me viera así.
—Frank, solo ya no digas nada —intenté hacer que se detuviera.
—Dejame seguir por favor —pidió, su voz sonó frustrada—. Y cuando te pregunté sobre él, tus ojos se apagaron más de lo que ya estaban. Eso me aseguró algo, que tu dolor ya no solo se debe a lo que no tengo idea que es, también se debe a él, a Connor.
Se detuvo, suspiró una y otra vez. Para luego agregar:
—Dolor más dolor, destruye. A ti Olivia, ya te está destruyendo. Además, tengo la sospecha de que hay algo más que está acabando contigo. Yo no quiero verte así, déjame ayudarte. Quiero que sonrías, pero que esa sonrisa sea verdadera.
Tomé aire y lo solté.
Él tenía razón. Me estaba destruyendo y también había más en todo esto. Aún así, todas esas palabras no las quería oír, no quería que me recalcara lo mal que estaba, yo ya lo sabía, lo sabía perfectamente.
Pensé que así era la forma de Frank, de querer ayudar, de hacerte entrar en razón. Pero eso no funcionaba en mí.
Frank, se había vuelto importante en mi vida, me agradaba saber que contaba con él. Me hacía bien escuchar sus palabras, incluso esos abrazos que me dió el otro día, su libro de regalo, esas cosas aliviaron un poquito todo. Y odiaba decir que nada de eso bastaba para que me levantara y dejara de hundirme.
Él no bastaba.
Yo quería a Connor, quería el apoyo de él. Sabía que me equivocaba, pero es que eso era costumbre, estaba acostumbrada a tener solo una persona específica que me consolara, que me ayudara, que estuviera a mi lado y esa persona se alejó.
No podía reemplazar rápido a alguien, no podía darle ese lugar a Frank y como no podía dárselo, todo lo que él hiciera para verme bien no iba a dar ningún efecto. Si iba a calmar el dolor, pero no iba a sacarlo.
Fijé mis ojos en los de Frank.
—Me haces bien, Frank. Tu compañía es única, todo lo que hay en tí es único —le dí una mirada triste—. Pero quiero que entiendas una cosa.