5 de julio de 2018. (tercer parte).
Apenas llegamos a su casa Frank me empezó a mostrar cada sector, era... gigante. La mía tenía el tamaño de su patio.
Al parecer no había nadie en su casa, quise preguntar en dónde estaba su familia pero no me animé.
Subimos las escaleras para llegar al segundo piso y en el proceso ví cuadros con fotografías colgados en las paredes. Mi atención se puso en un niño dentro de una bañera sujetando un muñeco con forma de tiburón.
—Sigo siendo lindo —opinó muy seguro Frank. Observó el cuadro y sonrió como si lo estuviera contemplando.
El muy desgraciado al parecer cargaba una buena autoestima.
Rodeé los ojos.
—Tu familiaridad con tiburones venía desde pequeño —señalé al juguete.
Se rió mientras asentía.
Ahora estaba mejor, sus ojos volvieron a tener un destello de luz. Fué tan extraño e inesperado haberlo visto en esa forma tan rota.
Mientras pasábamos tiempos juntos él me hacía olvidar de todo. Como si no habría nada que me estuviera haciendo daño.
—¡Tienes que ver mi habitación! —exclamó entusiasmado —¡Ven, vamos!
Sujetó mi mano para llevarme, terminamos de subir las escaleras y el pasillo que hizo presencia era larguísimo. ¿Cuántas habitaciones había allí?. ¿Cuántas personas vivían ahí?.
Seguimos caminando hasta pasar cuatro cuartos y detenernos en una puerta de madera de color azul un poco oscuro, marcando la diferencia entre las otras que eran de color caoba.
Frank la abrió y me indicó para que entrara primero.
Mi mente reaccionó al ver adentro. Me sentí demasiado incómoda.
Había una cama. ¡Ay pero claro que tenía que haber una cama!.
Es que íbamos a estar allí, solos.
Era diferente a cualquier otro lugar.
Y pues lo normal es que si un chico te invita a tu casa ya empieza a ser sospechoso, más si te lleva a su habitación.
Era lo mismo que decir: ¡Te invito a casa a ver una película!. Y al final ninguna película llegaba a ser reproducida.
En este caso Frank fué algo como: ¡Te invito a casa para contarte todo de mí!. ¿Y si era solo una excusa?.
Traté de sacar aquellas ideas estúpidas que se me colgaron. Corrí mis ojos hasta el chico junto a mí. Lo detallé. No había ninguna doble intención en él. Pero si ya dentro llegaba a haber alguna, directamente iba a salir corriendo, porque ni siquiera un beso me había dado como para empezar a buscar otra cosa.
Un beso. Sí, quería que Frank me besara.
Realmente yo ya estaba completamente perdida en él. Y poco a poco me iba dando cuenta.
—¿No quieres entrar? —preguntó al notar que me había quedado quieta allí.
Suspiré y dejé todo a la suerte.
—No, solo me distraje —expliqué dándole una sonrisa y ingresé.
Él cerró la puerta por detrás, mientras empecé a caminar por su enorme cuarto observando las cosas que habían alrededor.
Mi sonrisa se ensanchó al notar un póster con tiburones en forma de caricatura. También, dónde se encontraba un placard corredizo se encontraban luces LEDS de tiburoncitos que lo iluminaban.
Estaba obsesionado con estos animales, eh.
Luego caminé hasta una pequeña biblioteca pero no alcancé a llegar porque mi atención se interesó en unas fotografías polaroids pegadas en la pared. Eran cinco ubicadas horizontalmente y cada una tenía puesto un papelito con diferentes fechas.
En la primera foto, marcaba: 10/10/2013. Ahí, posaba solamente un hombre mayor sujetando con su brazo derecho una pelota de baloncesto, me acerqué para poder precisar más el fondo. Volví hacia atrás cuando me dí cuenta que estaba en el lugar de Frank. La cancha de básquet.
¿Ese señor era su padre?.
Sentí el toque de Frank en mi hombro y quité mi vista de allí. Él miró la foto y sonrió melancólico.
—Él era Luca Andersen, mi papá —se cruzó de brazos y siguió mirando el mismo espacio.
Me volví a dar cuenta de algo más. De aquel otro sujeto, ese que estaba con él en Río de Janeiro. El hermano pequeño de Frank había dicho "iré con los papás" y si su padre falleció, ese hombre quizás era su padrastro. No entendía nada. ¿Cómo estaban formados realmente sus lazos familiares?.
Se generó un silencio entre nosotros. Él se quedó concentrado en esa fotografía y seguramente muchos pensamientos o recuerdos estarían pasando por su cabeza.
Me moví para poder ver las otras polaroids y siguió allí detenido sin prestar atención a nada más, estaba como hipnotizado, pero cuando parpadeó confirmé que no era así.
Observé la siguiente foto. En esta había una mujer indicando con su dedo meñique una torta de chocolate apoyada sobre la mesa. La reconocí fácilmente, era su mamá. Fecha: 19/03/2014.
Pasé a la tercera. Dos personas, no sabía quienes eran. Un chico y una chica que te tendría alrededor de diecisiete o dieciocho años, sonreían alegremente, mostraban sus manos llenas de pintura, el fondo era una pared con demasiadas cosas pintadas y marcadas. Fecha: 02/10/2015.
En la cuarta posaba solo una chica, linda, muy linda. También parecía ser una adolescente. Agarraba y dejaba a lucir una remera celeste con dibujos de pequeños tiburones azules. Fecha: 26/09/2016.
¿Quién era ella?.
En la última estaba Marc, su hermanito. Con un libro, "El principito". La foto era muy tierna, el niño estaba tirado en una cama y el libro estaba abierto sobre su pecho, sonreía sacando la lengua. Fecha: 20/04/17.
Fruncí el ceño. Me entró una gran curiosidad y confusión sobre esas fotos. ¿Por qué tenía a esas personas ahí?, ¿Por qué todas agarraban o mostraban algo?. ¿Por qué esas fechas?.
Miré a mi costado y Frank ya no estaba allí. Ligeramente desvíe mis ojos a otros lados para luego encontrarlo sentado en el borde de cama apoyando los brazos hacia atrás, él me miraba fijamente, con una sonrisa pícara.
—Estabas tan tranquila viendo las polaroids que no te quise interrumpir —expresó.