|C A P Í T U L O: T R E C E|
MARATÓN: 1/4
Continuación...
Era una tortura concentrarme y mantener la compostura, porque por un lado estaban tus ojos como estrellas irradiando un brillo que me tenían hipnotizado y por el otro, tus labios lucían tan frescos como una fruta: jugosa y apetitosa. Estaba perdido aún me encontrara sentado frente a ti.
Esperaba ser algún día como esa servilleta con la que limpiaste tu boca sucia de los residuos de lo que habíamos cenado. Que nos ensuciáramos los labios a cada rato con la grasa que desprenderían nuestros besos.
—Hagamos un juego —propusiste de la nada.
— ¿En qué consiste? —traté de sonar interesado.
—Pues... hagamos una "ronda de respuestas" para conocernos más, donde tú me preguntaras lo quieras saber de mí y haré lo mismo, ¿te late? —dijiste con un entusiasmo que motivaba a quien sea.
—Está bien.
Después de las preguntas básicas sobre nosotros como: cuál era nuestro nombre completo, dónde habíamos nacido, en qué fecha, cuales eran nuestros planes a futuro, nuestra comida favorita, nuestro deporte preferido etc. Pensé que como éramos desconocidos seriamos cerrado con cierta información de nuestras vidas, pero a ti eso no te importaba en lo absoluto. Me revelaste cosas de ti que solo se les contaban a amigos de años y lo agradecí como un niño pequeño que le dan el regalo que tanto ha pedido. Amé con locura que fueras tan espontáneo y sincero con tus respuestas. ¿Cómo podía copiar eso directamente eso de ti? Yo la persona que siempre había subsistido en estar ocupado siendo alguien más para resguardar mi verdadera personalidad.
Nos fuimos por las picantes, esas que te las piensas dos veces para responder algo porque te expondrán frente a la otra persona.
— ¿Por qué me observas tanto en el colegio, Dad? —Soltaste mientras bebías jugo de tu sorbete y expectante esperabas mi respuesta. Los nervios me hacían una masilla cuando querían.
—Pu-es... te me haces... un chico muy buena onda y quería ser... tu amigo, solo que no sabía cómo... acer-carme, sabes... —Termine a duras penas con la respiración hecha un desastre.
—Esa respuesta como que no me convence, pero haré como que te creo para que no te dé un ataque —ironizaste frente a mi situación de debilidad—. Ahora llego mi turno, ¡tengo una bastante buena! —reíste falsamente imitando un tono de voz malévolo. ¿Cuál sería la pregunta que me tirarías? Pedía a los cielos que no fuera la de "¿eres virgen?". Porque a todos podría mentirle, pero a ti no, me delataría como un soplón yo mismo sin poder evitarlo.
— ¿Tienes...—cortaste dejándome como el suspenso haciendo de las suyas—. novio, Dad?
Me quedé paralizado, la lengua se me había enmudecido de pronto, como si me la hubieran extirpado. Me sacaste de mi trance cuando chasqueaste los dedos frente a mi rostro.
—Yo n-no —alcancé a decir por el nudo que me apretaba con violencia en mi garganta.
Te quedaste callado como reflexionando entorno a algo mientras mirabas con detenimiento mi camiseta desconcertándome.
—Comprendo... todavía estás en el closet, descuida yo también lo estuve durante tanto hasta que decidí que estaba perdiendo tiempo en ser de todo menos quien realmente soy —Una sonrisa sincera y tus ojos como dos faroles me tenían irremediablemente encandilado—. Te voy a ser sincero: no me gustan los closeteros, porque yo sé que me merezco estar con alguien que esté seguro de lo que es y siente; no merezco ser la duda de absolutamente nadie, pero...
— ¿Pero qué? —te insté a proseguir tu discurso incompleto.
—Pero con esa camiseta de ese color que es mi favorito, contigo haría una excepción... te esperaría hasta que salieras. —concluiste y una brisa torrencial me sacudió por dentro.
Las ganas de llorar me tomaron de rehén y ya sería muy tarde para evadirlas, por lo que para que no me vieras en tal estado, me puse de pie sin siquiera hablarte ni mirarte y me dirigí al baño. Era tal mi necesidad de remojarme la cara para disimularlas que no me percaté de lo rápido que llegué. Ya dentroy frente al espejo del lavamanos, solté un suspiro y salieron libres aquellas gotitas de agua salada. Lo que más me sorprendió fue que no pasó nada cuando entraste por el umbral atrayendo con tus pasos toda mi atención. Me quise deshacer de mi llanto con agua pero era tarde porque tus brazos me giraron envolviéndome. Tu perfume se coló penetrándome sin distanciamientos las fosas nasales. No había aroma parecido con que pudiera compararlo. Olía a libertad y no perdiste oportunidad de impregnarme con ella, a lo que no opuse la mínima resistencia.
Y entre toda esa bruma que sentía, agradecí cómo no tienes una idea: haber escogido aquella camiseta.
Continuará...
***
NOTA DE AUTOR: ¡Holaaa, mi hermosa y querida comunidad lectora de Booknet! ¿Cómo están, gente? Espero que más que bien, porque yo por mi parte me siento muy a gusto, complacido y agradecido de tenerlos otra oportunidad más aquí reunidos en torno a esta su historia, que sin ustedes no sería nada… es que el apoyo que me dan con sus lecturas es el motor que la mantiene en vida.
Editado: 02.08.2020