|C A P Í T U L O: D I E C I S I E T E|
Continuación...
Mi enojo y fastidio desaparecieron mágicamente de un segundo a otro siendo reemplazados por la confusión y el asombro. Una luz enceguecedora me impedía ver claramente quién era que venía; fue un reflejo instantáneo el llevarme una de mis manos para cubrirme del resplandor que amenazaba con arrancarme la visión con su efecto acaparador. Fue hasta que la luz bajaba su frecuencia perdiéndose en todos lis rincones de mi alrededor, que pude ver la persona que venía manejando:
Eras tú.
¿En serio serías tú?, «pensé no muy seguro» ¿O solo era una mala pasada de mi cabeza por lo mucho que te extrañaba? Sin embargo, la maraña fastidiosa y sumamente asfixiante escapó como un ladrón cuando es atrapado en el hecho. A pesar de lo ruidosa que sentía mi mente en aquel momento, una vocecilla bastante conocida llegó rebelde entrando sin permiso a mi subconsciente.
—¡Holaaa, señorito! —exclamaste con esa energía que te caracterizaba deteniéndose justo donde yo me encontraba—. ¿No me digas que los ratones se me adelantaron al comerte la boca? —Me había enmudecido nuevamente frente a ti. ¿Qué estaba ocurriendo conmigo? No lo entendía.
Espera... ¿habías querido decir que quieres "comerme la boca"?
Un travieso y conocido colega mío se hizo camino entre mis pantalones. Y no perdí tiempo en taparme para que el bulto no se me notara. En momentos como estos, desearía ser una chica para no tener que aguantar este "trágame tierra" si se enteraba del incidente debajo. A las chicas nunca se le levantaría su aparato reproductor como a nosotros, que con un mínimo impulso ahí estaba la Torre de París más imponente que nunca.
—Perdón... Oye, ¿pensé qué te irías caminando al igual que yo? —No acabé bien la oración que erigía cuando tu tono horrizado intervino.
— ¡¿Quééé?! No. No soy muy amante a eso de caminar, aunque con una buena compañía como la tuya me iría hasta el fin del mundo —Un guiño añadido se aventuró por tus ojos unos segundos antes de desaparecer. Listo: uno más añadido a mi recién colección.
—Ahhh sí... pero estoy más que seguro que ni bien lleváremos diez pasos cuando me rogarás que regresemos por... —No me había fijado en que iba montado y no perdí la oportunidad—. Tu pasola —confirmé torpemente tratando bromear.
— ¡Guao, poderes telepáticos, Dad! Me leíste la mente, porque para que vamos a negarlo sí es verdad —declaraste en un tono satírico que nos hizo reír a ambos en dúo.
—¿Y qué me dices: prefieres caminar o te llevo a tu casa en mi chichi? —propusiste lo más serio posible y antes de que fuera a argumentar tomaste rápidamente el hilo:
»Digo, a no ser que prefieras irte tan tarde, encima de noche, con tanto peligros en la calle y más a esta hora. Podrá sonar muy rebuscado pero qué tal que otra persona que no sea yo te secuestre y buscando pistas para encontrarte, vean mi carta y me comprometas. ¡Ay no, no quiero ni pensar en eso! Pero puedes evitar que te llegue a ocurrir eso si eliges que yo te lleve a tu casa en menos de lo que canta un gallo, sano y salvo. Además Aprovechas y conoces mi dotes "conducionalísticos"
—¿Conducionalísticos? —Estoy seguro que mi rostro debió verse como una adivinanza.
— Sí, es que de vez en cuando tengo complejo de Shakespeare inventándome palabras de la misma nada —explicó como si aquella fuera lo más normal del mundo.
Sé que parecerá absurdo, pero ahora que descubría esa faceta tuya escondida, quería que me enseñaras el compendio de otras palabras extrañas que en el fondo guardaras. Que fuera un juramento entre los dos guardar ese descubrimiento. Que ni la RAE se enterara de tu vocabulario innovador, que luego querían registrar las palabras y adueñarse de ellas. Yo quería consérvalas para mi solito.
—Bueno tras haberme aterrorizado, no tengo más alternativa que acceder a tu chantaje —expresé con una sonrisa tímida de labios cerrados.
— ¿Chantajista yo? Pues fíjese que no jovencito —chasqueaste la lengua—. pero esto requirió acudir a dicho código, mi general. —Hiciste la típica seña militar.
Sin querer hacerte perder más tiempo, me acerqué y cuando estaba por subirme se me ocurrió una brillante pregunta que salió antes de yo darle la orden.
— ¿Y sí chocamos y después me llevan a un hospital y muero tras haber sufrido un grave accidente y a ti por quedar vivo te meten a la cárcel por ser el ilegítimo dueño de esta pasola? —No sé cómo sonaba pero trataba de imitar su tono paranoico de antes.
—¡Gracias por el consejo! Fíjese que no lo había visto de esa forma, ahora si me disculpa... como que caminar parece una mejor opción para usted caballero. —Me reír por tu acento de adulto mayor que imitaste a la perfección, pero enncendiste la pasola arrancándo de inmediato, dejándome ahí sin saber qué hacer.
«¡Mierda, la había cagado en grande», me reproché.
«Tenga su buena patada como perro que es», puedo jurar que mi ocurrente mente hizo el sonido que provacaba aquella agresión.
Sin embargo, giraste tu pasola negra con estrellitas rosadas para venir de nuevo hacia a mí. La sonrisa de "haberte salido con la tuya" no dejaba de adornar tu cara.
—¡No es ciertooo! Y ya basta, súbase chamaco que el habladero lo podemos hacer también de camino —puntualizaste como la voz de la razón.
Me preguntaba si con tus anteriores citas eras así de extrovertido. Si le habías dicho todo lo que me confesaste. Esperaba que no. Porque si lo descubría, me sentiría el tipo más miserable.
—Está bien, que conste que pongo mi vida en tus manos, cuídala más que la tuya. —No entendía lo suelto y confianzudo que me había vuelto de pronto.
— Tenlo por seguro seguro, Dad y sujétate fuerte. —Cosa que no pude hacer al principio porque aceleraste como si la calle te perteneciera.
Editado: 02.08.2020