| C A P Í T U L O: V E I N T E|
Continuación...
El puzzle tan afanosamente buscado, por fin se revelaba dándole la conclusión que tanto buscaba.
"Porque cargas una siempre contigo que me gustaría probar"
Ese era el mensaje completo que me habías enviado; una oración con un doble sentido que derrochaba a más no poder "tentación" por doquier. Si tuviera que encasillarla en una edad sería sin pensar mucho: +18 y apenas rozábamos los 17 ambos.
"¿Probar?"
"¿Probarme?"
"¿Probarte?"
"¿Probarnos?"
Toda una derivación de una misma palabra que me antojó querer experimentar contigo en ese momento.
Una fuerza poderosa me atrapó en una aura desconocida, incitándome a que le concediera el paso para apropiarse de mi organismo. Y cuando no tuve más alternativa, ahí estaba yo experimentando el primer síntoma: una "erección".
"Mierda, esto no me puede estar pasándome a mí, joder", maldecí queriendo ahuyentar ser preso de la carne.
Sin embargo, eso pareció que fue combustible para avivar más la hoguera que me consumía no solo dentro sino fuera... ¡ya estaba más que perdido; no podría escapar!
Intenté buscar soluciones para alejar de mí aquella bruma fantasiosa: dormir o darme una ducha fría; lo segundo sí prometía ayudarme pero había un impedimento que me hizo descartar la idea de una y es que sería raro meterme a bañar a tales horas en la que debería estar durmiendo. Haría ruido aunque ese no fuera mi plan. Sí que hubiese funcionado darme una buena ducha a esas horas donde el agua seguro estaría fría, pero no había de otra. No tuve más opción que abandonarme a la primera idea cerrando los ojos para ver si me dormía, sin embargo, ahí fue que las imágenes que nos involucraban a nosotros en escenarios íntimos me atacaron fuerza, con una fuerza imposible de ignorar.
"Era un pez cazado por la tentación, acatar sus órdenes era lo que me quedaba".
Mi mano como una cobra se dirigió despacio bajando por mi abdomen hasta llegar a su presa: mi miembro. Me pasé la mano con una paciencia innata mientras me frotaba sutilmente, sintiendo como respondía a mis caricias reclamando que me apurara a sacarlo fuera, que quería sentir el tacto de mi mano mientras lo complacía.
Urgido de tocarme, bajé el bóxer saliendo la bestia dispuesta a ser alimentada. Y la mirada que le dediqué debió de ser de lo más pervertida. No me detuve a apreciar el tamaño en el que se había tornado gracias a la erección ni el grosor a raíz, lo agarré como si de tocarme pendiera mi existencia, bueno en ese momento sí lo hacía. Tenía que librarme de aquella bruma de deseo desenfrenado que me envolvía como una cárcel solo procurándome que cumpliera aquella petición para que volviera a salir en libertad de nuevo.
Quise disolver hacer un último intento de frenar aquella sensación encarceladora apretando con mi tacto fuerte, pero mis ganas se escaparon como si fuera arenas movedizas de las manos.
"Dejate llevar", sentía que una vocecilla interna animándome a hacerlo y sin querer argumentar, le hice caso.
Procedí a tocarme sumergiéndome en una ronda de movimientos lentos como calentamiento, después pasé a una con más intensidad queriendo alargar más la sensación placentera que me visitaba. Era por eso que iba intercalando el ritmo entre esas dos velocidades para ralentizar mi llegada al punto culminante, a ese que prometía el mayor placer de mi recorrido. No pudiendo más, exploté imaginándote con la boca abierta esperando a que te insertara mi contenido dentro. Un conocido fluido de consistencia tibia y espesa salió desesperado embarrando mi muñeca y seguro las sabanas. Gruñí con los ojos cerrados mientras jadeaba por unos segundos sintiéndome pleno por mi paseo al paraíso pasajero al que redimensionaba mi mente extasiada.
Lo que menos me gustaba de la masturbación eran tres cosas:
1. Que tuviera fin
2. Eyacular
3. Limpiar el semen al final
No era de mis cosas favoritas quitarle la vida a quien sabe cuántos números de espermatozoides en una corrida, cuando yo fui uno de ellos.
¡Alabado sea el "papel de váter" que tanto nos servía en estos casos a los hombres!
Ya asegurándome de que todo estuviera limpio, mi mano por igual, rocíe un poco de un perfume que mi mama no lo soportaba por su fuerte aroma. Aunque su fragancia estuviera en el lugar un buen rato, esperaba que se llevara los rastros de mi acto consigo.
Cuando me di cuenta de lo que había hecho, la realidad se clavó como una estaca en el pecho dándome una punzada maestra.
¡¿Qué había hecho?!
Por más arrepentimiento que me pobló la razón, lo que más me desconcertaba era que lo había hecho pensando en ti. Que te había imaginado tocándome, perdiéndome una infinidad de veces en tu boca mientras disfrutaba del placer que eso me propiciaba. Que no quería solo una sino todas las veces que me permitieras, hacer que mi cuerpo se perdiera en el tuyo como si humanamente no fuera posible.
¿Me había tocado pensando en ti? Un "chico", pero no uno cualquiera, sino uno que con una palabra malintencionada me orilló hacerlo.
Editado: 02.08.2020