T R E I N T A Y U N O

|C A P Í T U L O:T R E I N T A Y U N O|

La misma valentía que me había llevado a romperle su madre, se desvaneció, cuando la realidad me escupió en la cara cayendo en cuenta de que ahora tenía tres tipos contra mí; si bien había dejado a Pablo visiblemente afectado y ni me lo explicaba cómo lo había hecho... En cambio, ya estaba sintiendo los estragos de haber empleado tanta energía, a lo que si volviera a enfrentarme problablemente mi rendimiento no sería igual al de antes y contando a estas dos nuevas personas, peor que Pablo iba a salir si se componían. Era como si la motivación con la que combatí no hubiera estado, sintiendo el terror acariciarme los vellos de la piel como si fuese una brisa de verano. Tal como el efecto de la anestesia que tras pasado su tiempo estipulado, desaparece volviendo a la normalidad a sentir dolor.

Es que cómo no iba a sentir miedo... si me iban agarrar con tanta facilidad como si fuese una pluma. Temía terminar desmayándome de la golpiza tan grave a la que me sometieron haciéndome pagar con la misma moneda pero de modo traicionero, todo y más de lo que le había hecho a Pablo.

Pensé prepararme para correr como hacía cuando era pequeño de los bravacones, pero ya no tenía esa edad donde huir cobardemente de las cosas era nuestra mejor salida siempre; además no sé si podría llegar hasta la puerta por el sitio en el que estaba, porque de hacerlo alertaría a mis adversarios a bloquearme obligándome a decepcionarme de lo que yo visualicé que no funcionaría pero que igual intenté como un tonto. Sin embargo, la razón que tenía más "peso" era el que tú estabas allí. No podría tener la desfachatez de dejaste en ese estado de vulnerabilidad, no me lo perdonaría jamás... No podría ser tan insensible de pensar en salvar en mi propio pellejo pero en el camino sacrificando el tuyo. Estaba convencido de que si lograba salir por esa puerta, con quién tendrían represalias sería contigo, por yo haberme ido. Concluyendo lo que yo interrumpí... Era como traicionarme a mí mismo el traicionarte a ti.

—Déjate de idioteces, Pablo, ya después se lo cobraremos entre todos lo que te ha hecho este... pero vámonos ahora mismo de este maldito lugar, que si nos encuentran y descubren lo que estuvimos a punto de hacer... joder, ¡¿no ves cómo está la puerta, con tan solo eso... estamos en problemas... reacciona, hombre?!—explicaba nervioso rápidamente su amigo que le daba plaza libre retirando el agarre que le aplicaba minutos, convenciéndole de salir de allí cuanto antes.

Se notaba con la exigencia con la que habló de que había reparado en el hecho del que fue el autor material y que dejaba un claro daño irreversible. El otro chico también se mostraba de acuerdo, loco por salir corriendo con tal de salvar su pellejo.

—Tan de macho que vas en el colegio y haciendo esto a escondidas ¿eh Pablito? ¡Grande maldito bastardo! —mascullé con la respiración hecha un desastre procurando retomar la asquerosidad de sus actos enfermos. Me volvía a sentir como la bomba de antes reactivándome en mi labor.

El dolor tras las heridas de sus rostros estaban ya haciendo efecto cuando un quejido que ocultó cuando me quedé mirándolo sintiendo como su expresión repulsiva me retaba.

—Yo solo le iba a dar un escarmiento a esta mariposa por meterse con Michelle. —Amagó con dirigirse hacia a ti con intenciones de agredirte, lo cual no permití interponiéndome delante tuyo —. Y si no fuera por ti... su noviecito, tu princesita —Una carcajada sin una pisca de humor fue añadida dando un toque tétrico—. Hubiera estado ahora mismo con el culo jodidamente petado de lo tanto que entre los tres le hubiésemos dado. —Con su dedo índice señaló a sus amigos recayendo por último en mi pecho con presión y nada de delicadeza. Como si fuese un brasa ardiente, lo retiré al sentir que me quemaba.

Sin despegar su vista de mí sus dos manos se entrecruzaron. En verdad, aunque no se la merecía me daba lástima cómo se veía de cerca.

—¿Y vamos de qué se quejan ustedes, par de maricones, si le íbamos hacer un maldito favor? No es para eso que existen ustedes... —cortó deteniéndose haciendo como que sospesaba lo que iba a decir, dando a entender que ya sabía por el chasquido que vino después—. Cómo quieren ser mujeres y no pueden... pues no le queda de otra que les entierren tanta verga como quisieran, ¿no es eso lo que les gusta, verdad?

***

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