Ertum Relm: La Orden de Finerhant - Libro Azul

Capítulo 1.1: La criatura del lago.

—Y por último —sigue diciendo Bondund—, si los pueblos del Reino Calandri detrás de las montañas se unen a nuestra causa, entonces influenciaran a los reinos del pantano y los valles del norte para compartir dicha decisión y luchar juntos contra el sistema separatista. Nuestro plan es infalible, y pronto podremos disfrutar de la libertad que en antaño reinaba.

Bondund terminaba de comentar los puntos importantes de su plan a sus otros dos compañeros Biller(1), mientras la fogata ardía en medio de un claro rodeado por un extenso bosque, bajo una noche de color violeta, típico color del cielo nocturno de Nudarien. Luego uno de los biller dejó de escuchar el plan de Bondund para concentrarse en mirar las estrellas, relajarse, y disfrutar el aire aromatizado a bayas y arbustos que trae la leve brisa salvaje y húmeda. De pronto sus relajados sentidos concentrados en el cielo percibieron que uno de los tantos arbustos al borde del claro empezó a sacudirse, como si alguien estuviera allí espiando el campamento de los tres biller. Alertó asustado a los otros dos. Escurridizos y alterados como de costumbre, los biller alzaron sus mantas y bolsos, y corrieron aterrorizados a esconderse en el bosque. Cuando cruzaron los primeros arbustos se dieron cuenta que del susto olvidaron un bolso pequeño con cosas de valor al lado de la fogata. Uno de ellos tuvo la intensión de ir corriendo a buscarlo, pero era demasiado tarde: vieron que del otro lado del claro salió una criatura de entre los arbustos, una anfeli hembra; era joven, de pelo corto hasta los hombros, y miraba perdida en búsqueda de algo hacia todos lados. 

Los biller se escondieron detrás de un árbol, observando atentamente y aferrándose al tronco con los nervios de punta y abriendo los ojos verdes como dos linternas en la oscuridad. Uno de ellos comenzó a respirar de forma agitada de tanta tensión, y otro buscó con la mirada un camino entre los arbustos y las ramas para poder escapar hacia el interior del bosque sin que la anfeli los descubriera.

La joven anfeli se acercó a la fogata que los biller en su pánico olvidaron apagar, y levantó el pequeño bolso olvidado como siguiendo la pista de sus dueños que, supuso, debían de estar cerca. Empezó a mirar a su alrededor con el bolso aun en la mano, buscando curiosa e intrigada a aquellos dueños olvidadizos. Cuando la anfeli se concentró observando el lado contrario del claro donde los biller se escondieron, estos aprovecharon y empezaron a alejarse del árbol caminando despacio hacia atrás, con pasos suaves y cortos tratando de no hacer ruido. Mantenían la vista fija sobre la anfeli, con el terror en la sangre, vigilando que no se de vuelta y observe el lado en donde ellos estaban. 

Uno de los biller que caminaba despacio hacia atrás, chocó su espalda con algo suave que lo detuvo en seco. Se dio media vuelta y dobló su cuello con su melena gris hacia arriba para buscar el final de aquello con lo que chocó. Se dio cuenta que había chocado con una pierna, y más arriba pudo encontrar los ojos de un joven anfeli que lo miraba fijamente, quieto, con una sonrisa macabra en su rostro y un hacha gigante en su mano derecha, afilada y lista para usar. El biller se quedó paralizado de terror al ver al anfeli que los había encontrado. Quiso mover sus piernas pero estaban temblando tanto que no respondían. Su mirada se abrió de par en par, y su corazón comenzó a acelerarse a tal punto que golpeaba constantemente su pecho. El biller, estupefacto y al borde del llanto, juntó fuerzas para gritar y comenzar a correr, pero el anfeli levantó su enorme hacha y le cortó el cuello antes de que pueda mover la boca o sus piernas. Su cabeza se desprendió y comenzó a rodar por el césped; su cuerpo tambaleó y chorreó sangre como una fuente, cayendo al suelo y manchando el césped de rojo. Los otros dos biller se dieron vuelta al sentir el corte del hachazo y vieron justo el momento en que la cabeza de su compañero rodaba hasta sus pies. El anfeli apoyó el hacha gigante chorreando sangre en el suelo y apuntó su mirada asesina hacia los otros dos, luego habla con un tono grave, encajando su voz con la oscuridad del bosque y la atrocidad del asesinato:

—¿Así que un plan infalible, eh? —el anfeli volvió a levantar el hacha y dio un paso adelante.

Los biller no esperaron a que el asesino de otro paso, salieron corriendo desesperados hacia el claro y gritando a todo pulmón, lastimándoles la garganta. Ya poco importaba el bolso al lado de la fogata, querían volver a casa, a sus lejanos hogares en medio de los pantanos; querían estar a salvo, querían poder dejar de temblar y llorar, y correr lejos, lejos de ese lugar. La joven anfeli al lado de la fogata se dio vuelta al sentir los gritos de los biller que salían de entre los arbustos, y en ella se dibujó una sonrisa asesina dejándo caer el pequeño bolso que tenía en la mano. La mirada y la sonrisa siniestra de la anfeli destruyó toda esperanza que los biller podían tener, y sus piernas casi se quiebran frente al miedo aterrador de la muerte inminente que estaban por tener. Sin embargo, siguieron corriendo y evitaron a la joven anfeli al lado de la fogata para escapar por un costado del claro. Cayeron arrodillados al verse acorralados por otro anfeli, con la mirada igual de asesina, que les salió de frente por los arbustos donde ellos iban a escapar de ese momento horrible y que los hizo retroceder. Desesperados y abrazándose con fuerza, los biller vieron como los tres jóvenes anfeliem los rodearon lentamente. Uno de ellos cerró con fuerza los ojos y gritó a la eterna noche.




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