Es una apuesta

El momento perfecto

Sigo caminando hacia atrás hasta que el agua cae a varios centímetros de la espalda de Alex. Estamos en algo así como una pequeña cueva detrás de la cascada. El agua nos tapa, así que sería casi imposible que alguien nos viera. Pero eso no quita que comience a sentir que estoy haciendo algo que no debería.

No obstante, Alex se agacha en el agua hasta quedar a mi altura y acerca su rostro al mío. Su mano ya no rodea mi cintura, ahora solo estamos uno frente al otro. Por unos instantes solo siento su nariz rozar la mía, y éste sería el momento perfecto. El momento perfecto para decirle: "¿Sabes qué? No quiero hacer esto. Ya me lo pensé bien"

Pero creo que no me lo he pensado bien, pues acepto su boca cuando pasa lentamente sobre la mía y yo también pruebo con el mismo movimiento. Entonces comienza a besar mi labio inferior y yo lo dejo quedarse ahí por unos segundos. Sin embargo, parece no ser suficiente, pues al cabo de un instante empieza a recorrer mi boca con movimientos más amplios, como pidiéndome que le abra paso. Lo dudo por unos momentos, pero no puedo negar que no soy del todo reacia a que siga con lo suyo.

Sus labios saben a cloro y una de las gotas que escurre de su cabello recorre el puente de mi nariz hasta mezclarse con mi boca, justo cuando separo los labios. Sin embargo, en vez de que él continúe, yo sigo deslizándome lentamente hacia atrás sin alejarme mucho de él. No obstante, la distancia es suficiente para que nuestras bocas se separen por un segundo. Él me sigue y se queja pareciendo desilusionado, pero lo que no sabe es que solo lo hice para topar con la pared y recargar ahí mi espalda, pues me sentía algo inestable donde estábamos.

Sin embargo, gruñe con inconformidad y yo me río.

—Ya —lo regaño con voz juguetona cuando llego a mi destino y tomo la parte de atrás de su cabeza para acercarlo a mí. Con eso le permito juntar sus labios con los míos de nuevo, pero en vez de eso siento sus manos sobre mi espalda empujándome hacia él. Ahora sí vuelve a encontrar mis labios y los recorre de arriba a abajo.

Lo hace con tanta facilidad que un pequeño escalofrío comienza a recorrer mi espalda.

Me dejo caer sobre las piedras que tengo detrás cuando suelta su agarre, pero casi al instante se pone totalmente de pie, intimidándome por su estatura. Por lo tanto, yo también estiro mis rodillas lo más que puedo.

A mí el agua me llega a la cintura y a él le deja todo el abdomen descubierto. Es ahí cuando me doy cuenta de lo bien trabajado que lo tiene.

«Bueno, definitivamente no es el de un chico de 17»

—No que no me guste que me veas como lo estás haciendo —susurra llevando su mano debajo de mi barbilla y levantándola para que despegue mi vista de su abdomen. «Oops, quizá fue demasiado tiempo»—. Pero prefiero otra cosa.

Clava sus ojos en mí aún con la mano en mi barbilla, antes de apoyar la otra en la pared de piedra sobre la que estoy recargada, como cuando estábamos en el armario. Al recordar ese momento comienzo a respirar entrecortadamente y trago saliva.

Acto seguido, pega su cuerpo al mío y hunde la cabeza entre mi mandíbula y mi hombro, pegando sus labios a mi cuello. Con la mano que le queda libre acaricia el otro lado.

«Diablos, ¿por qué está haciendo que me tiemblen las piernas?»

Juro que si no estuviéramos en una alberca no me podría sostener. Pero, ¿qué tanto voy a dejar que siga haciendo para satisfacer mi necesidad de adrenalina y "escena en alberca"? En algún momento tendré que detenerlo, pero por ahora creo que no me siento incómoda.

El cosquilleo vuelve a hacer acto de presencia, seguido por un intenso calor que comienza a subir cuando besa la parte frontal de mi cuello y desciende lentamente por mi pecho. Creo que mis reflejos no están funcionando correctamente, porque en vez de apartarlo estiro mi cuello un poco más y echo la cabeza hacia atrás.

«Maldita sea, Alex sabe lo que hace»

Como sus hombros vuelven a estar casi a mi altura, pongo mis manos sobre ellos y siento su piel mojada sobre sus músculos tensos. Entonces, de algún modo, comienzo a recorrerlos con los dedos para distraerme de la presión que estoy sintiendo.

Sin embargo, cuando siente mi contacto algo cambia, pues en vez de seguir bajando con sus labios, se detiene debajo de la clavícula sin despegarlos, lo que se convierte en una eternidad. Pareciera como si se hubiera percatado de que estaría yendo muy lejos si seguía besando más allá.

Ahora, con lentitud pero seguridad levanta la mirada y coloca su rostro frente al mío. Está respirando muy profundamente, con las pupilas más dilatadas que nunca. Me mira directo a los ojos y su sonrisa es tan sincera que me sorprende. Sus pestañas albergan algunas pequeñas gotas de agua y el cabello le sigue cayendo sobre la frente.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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