Es una apuesta

Las reglas

—¿De qué hablas? —le pregunto al instante sin saber a qué rayos se refiere.

—De la única manera para comprobar quién de nosotros tiene razón.

—¿Razón de qué? —río amargamente—. Ni de chiste. Además... ¿Cómo asumes que puede funcionar una apuesta?

—Muy fácil, tú dices que no te agrado. Pero yo estoy muy seguro de que simplemente te da miedo.

—N... —comienzo a hablar pero soy interrumpida.

—Lo sé, tú dices que no. Así que si en verdad no te da miedo estar conmigo y, efectivamente, te desagrado, lo sabremos.

—¿Sabes qué? —Llevo mi mirada a otro lado y me río sin ganas—. No entiendo ni un pepino de lo que dices, ¿puedes sólo llevarme a casa? —digo tratando de esquivarlo por segunda vez, sin éxito.

—Hey, linda, tú lo propusiste —coloca su mano en mi hombro pero la quita rápidamente.

—No, para nada. Yo sólo quería comprobar que me desagradas, y la mejor manera es alejándote. Verás cómo vivo a la perfección.

—Como si eso fuera verdad... —me sonríe y yo me vuelvo a voltear—.¿Ves? Te da mie...

—Te juro que si vuelves a decir la palabra "miedo" me voy a poner a gritar aquí mismo para que todos piensen que eres un violador.

Abre mucho los ojos y consigo que dé un paso hacia atrás.

—Oye, qué intensidad la tuya —exclama alzando los brazos.

—Mira, está bien, apostemos si quieres pero no le veo el chiste. Creo que está muy claro que eres un egocéntrico, engreído y no eres mi tipo.

—Y ahí es donde te equivocas —asegura.

—¿Por qué estás tan seguro? ¿Por qué no aceptas que hay una chica lo suficientemente inteligente como para no babear por ti? —digo ya un tanto desesperada.

—Repito, tanto tú como yo queremos saber quién tiene la razón.

—Esto es infantil... —niego con la cabeza y llevo la mirada a una tienda de ropa—. Explícame cómo supones que funcionaría una apuesta —cuestiono con un alto índice de incredulidad.

En verdad no entiendo. ¿Quien se enamore pierde o una de esas bobadas? ¿O qué?

—Lo que intentas demostrar es que no tienes miedo. Y que si yo fuera cualquier otro chico menos cliché sí saldrías conmigo—repasa Alex—. ¿Cierto?

—Si fueras otro chico menos idiota —corrijo con determinación—. ¿Y tú quieres...? —continúo tratando de comprender la situación.

—Confirmar que puedo hacerte sentir algo, sólo que ahorita te rehúsas.

«Ah no, claro»

—¿Y cómo se supone que sabremos quién ganó? Sería muy fácil para mí fingir si llegara a sentir algo.

Una enorme sonrisa se abre paso por su rostro.

«Oh, no»

—¿Ves? Desde ahorita te estás resignando —agrega con diversión en la voz.

Le ruedo los ojos por milésima vez en el día.

—Bien, ya, tranquila... Ganaré cuando comiences a demostrar que te asusta estar conmigo —explica—. O cuando me pidas que me quede.

Ahora estoy más confundida.

—¿Disculpa? ¿Que te quedes en dónde?

—Al final del año escolar me mudaré, si decides que no puedes vivir sin mí sólo tendrás que decirlo.

—¿Te irás de aquí a fin de año?

—No, más bien llegaré a fin de año.

Bien, si creía que el concepto de apostar era confuso es porque claramente no había escuchado esto otro.

—Sí, claro, es que no estás aquí ahora y eres un producto de mi imaginación... Ya entiendo —digo sarcásticamente y el silencio se abre paso entre nosotros—. ¿Eres una proyección del futuro, quizá?

—Me refiero a que no estoy viviendo aquí.

Suelto la reserva de aire que estaba guardando y tomo una nueva.

—¿Qué? —me froto la frente por el cansancio que me provoca hablar con él.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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