De todo lo que te has perdido

Por suerte el camino no es demasiado largo y aparcamos enfrente de un local dentro de una pequeña plaza de restaurantes. Cabe mencionar que lo único pequeño es la fachada de la plaza en conjunto, porque una vez que nos acercamos un poco más a la entrada puedo observar que el restaurante tiene un generoso tamaño. Y no solo eso, también es hermoso. Gran parte de su encanto se le atribuye a la tenue iluminación que hay en ciertas partes del recinto. Y como ya oscureció se ve aún más mágico.

Un amable mesero nos recibe a la entrada y Alex dice su nombre antes de que el chico saque un pesado libro de debajo del mostrador y compruebe que su nombre está escrito. El hombre se retira unos segundos y esto me permite tomar del brazo a Alex para hacerlo a un lado y comentarle:

—¿Es en serio? —digo susurrando, casi reprimiéndolo.

—¿Qué tiene? —responde regodeándose con una amplia sonrisa.

Bien sabe a lo que me refiero.

—¿Cómo que qué tiene? ¡Esto es demasiado! —añado sorprendida ante la música en vivo que alcanzo a percibir al fondo del restaurante.

—¿Para no ser una cita de verdad? —responde.

Lo miro un tanto extrañada. Hasta ahorita no había dicho nunca que no fuera una cita de verdad. Digo, él se empeñaba en hacer parecer que era más real que nada...
En fin.

—Exactamente a eso me refiero —contesto.

—¿Pues qué esperabas? A fin de cuentas es una cita. ¿A dónde te llevaban tus exnovios para que esto se te haga demasiado?

Bien, eso dolió. Y quizá sólo porque es verdad.

—¿Y tú qué sabes de mis ex? —contesto a la defensiva.

—Lo suficiente para estar seguro de que nunca te trataron como mereces.

—¿Disculpa?

No sé si trató de ser lindo o de herirme pero tan solo se encoge de hombros.

—Escucha... No hay modo de que puedas saber cómo me trataron o no las personas con las que salí. Además quién piensas que soy, ¿alguien que no se da a respetar? —agrego.

—Wow, linda. Tranquila. Solo digo que se nota que jamás has ido a una cita de verdad o sentido lo que realmente es.

—Repito: no puedes saberlo.

—Bien, entonces sácame de mi error.

—Yo...– agrego nerviosa—. Digamos que... —intento buscar una respuesta y no lo logro–. Bien, de acuerdo, es verdad que nunca he ido a una "cita" cita.

En realidad mi ex no era lo más detallista del mundo. Sí era mi novio pero... Ya les contaré la complicada historia.

Entonces sonríe con aires de superioridad. Como diciendo: "lo sabía".

—No te preocupes linda, yo te pondré al día en una sola noche de todo lo que te has perdido —me guiña el ojo.

—Señor Kieran —nos interrumpe el mesero—. Su lugar está listo.

Nos lleva hasta una mesa junto a la ventana y no me explico cómo llegamos a un lugar desde el cual la vista es tan impresionante. Es verdad que subimos algunas colinas pero nunca había visto la ciudad desde esta perspectiva sin siquiera manejar por más de veinte minutos.

Pronto nos entregan la carta y el mesero me coloca la servilleta en el regazo. Le doy las gracias y observo los precios.

—Espera —digo levantando la cabeza al techo y riendo para mis adentros—. Ya entiendo, te diste cuenta de que tus encantos naturales no bastan y debes recurrir a la cena más cara del mundo.

—¿Lo estoy logrando?

Le ruedo los ojos y me quedo en silencio por un segundo.

—¿Ahora entiendes por qué los chicos de ahora ya no quieren novias? Son muy costosas —agrega para aligerar la conversación.

—Yo no soy tu novia —aclaro—. Y aunque lo fuera jamás te haría gastar tal cantidad —digo sincerándome.

—Hey, tranquila. En serio está bien. Solo déjate consentir, ¿sí?

Agacho la cabeza y le echo un vistazo de nuevo al menú. Mejor dejo de quejarme antes de quedarme sin ese delicioso corte de carne que estoy viendo en la carta.

—Bueno, ¿y qué es lo que se supone que va a hacer que me enamore de ti o qué? —añado a mitad de la cena.

Alex parece atragantarse ligeramente y dos personas de la mesa de junto susurran y ríen ante mi comentario.