Era algo común para la noche presenciar intrépidas escapadas por la ventana de alguna mujer casada que un valiente se dignara a visitar; eran comunes las veladas románticas, incluso, los delitos más inocentes y las peores travesuras; sin embargo, esta vez era el tenue sol de los Países Bajos quien observaba la persecución que habían desatado los dobberman.
Sus ladridos eran mordaces látigos que azotaban el oído de Braam, y de no ser por las sesiones de básquet hubiera sido alimento de perros antes de llegar a la siguiente cuadra. Braam se sentía molesto más que asustado, se podía comparar así mismo con un amante fugitivo que huía de la cama de una mujer ajena, y aquello le hubiera parecido comprensible de no ser por el detalle de que no estaba huyendo de un marido contrariado, sino del delito de allanamiento.
Frans lo agarró del brazo con tal fuerza que podría dejarle marca luego, lo arrastró hacia un callejón maloliente y estrecho, y luego le tendió la mano para ayudarlo a subir el deteriorado muro que lo cerraba. Aquello bastó para deshacerse de los perros, pero Braam estaba asombrado por la naturalidad con que Frans resolvía todas las situaciones. No le quedó duda, esa chica era una delincuente.
Respiró con fuerza para oxigenar todo su cuerpo, su acompañante se estiraba y sonreía en señal de victoria. Estuvo cerca de un minuto observándola, preguntándose cómo alguien podía parecerse tanto y ser tan diferente a otra, ciertamente no había averiguado nada de importancia.
—¿Te gusta lo que ves?— preguntó Frans con tono sugerente mientras alzaba una ceja. Las mejillas de Braam tomaron color al percatarse de que aún ambos estaban en ropa interior.
«Este día no puede ser peor»
Se dio la vuelta para darle algo de intimidad mientras se colocaban la ropa, luego de la carrera toda la humedad clorada de sus cuerpos había sido reemplazada por sudor.
—Corres rápido— dijo Frans rompiendo el silencio que a Braam le parecía tan cómodo. Ella era insoportable. — Preví un escenario peor, donde tú eras atrapado y yo ganaba tiempo para huir. Me alegra que no terminara así.
Había un tono claro en su voz que él no supo clasificar en hipocresía o diversión.
Subió el ziper de sus pantalones y se colocó la chaqueta, puso su mochila al hombro ‐se sentía más pesada del lado derecho, posiblemente sus cosas se hubieran revuelto con la persecución‐ y caminó despacio por la calle que comenzaba más abajo. El tarareo y los sonoros brincos de Frans lo hicieron detenerse.
—¿A dónde crees que vas?— preguntó tomando una posición hostil. — Me has engañado para cometer un delito, además no tengo nada que ver contigo. No te conozco.
— Aún así sabes mi nombre y me estabas siguiendo desde el tercer piso de la preparatoria— sus palabras lo sorprendieron y le obligaron a guardar silencio, no tenía nada que decir contra eso.— ¿Sigues enojado por la piscina? Pensé que lo estabas disfrutando, pareces tan serio y aburrido todo el tiempo, te hacía falta relajarte.
Braam entornó los ojos dejando de sentirse culpable por espiarla.
—Confieso— Frans se llevó una mano al pecho y levantó la otra— He asistido a un par de eventos deportivos, y puede que me entretuviera viendo entrenar al equipo. Nada grave.
Extendió su mano con una sonrisa dulce, incluso sincera, y Braam pensó que tal vez había algo de aquella Frans en esta.
—¿Amigos?
Braam vaciló por un momento y movió su mano en el aire para hacerle entender que no le diera importancia al asunto, a esas alturas solo quería llegar a casa y darse un baño, estaba retrasado para el trabajo, pero quizás se tomara el día.
Frans siguió caminado a su lado, como si nada de lo que él le dijera pudiera afectarla, parecía una escena típica en la que el padre le decía a su hija de cinco años que no podía acompañarlo al mercado, aún así ella iba a su lado. Al padre no le quedaba de otra que resignarse. Braam tenía la esperanza de que en algún momento se separaran sus caminos, pero al verla de reojo un impulso nació de su interior.
—Frans...— dijo tímidamente y ella emitió un sonido para que continuara hablando teniendo su atención— ¿Alguna ves has sentido que conoces a alguien incluso cuando es la primera vez que le ves?
Esperó la respuesta un buen rato, temeroso de que hubiera sonado muy extraño, y se convenció de que había sido una terrible idea. Frans por fin habló.
—Tal vez sí.— dijo vagamente y Braam volvió su vista al frente. Comenzaba a reconocer el lugar donde estaba. — Es más normal de lo que piensas, es decir, no creas que cuando mueres el mundo se detiene y ya. Nuestra vida continúa solo que de forma completamente diferente. Hay otra versión de nosotros haciéndolo mejor, mucho mejor.
A Braam le pareció que más que responderle Frans estaba divagando, y esperó a que sus ojos dejaran de estar clavados en un punto fijo, lejos de todo aquello que mostraba el horizonte, para decir algo.
—¿Te refieres a la reencarnación?
—¡Oh, vamos!— Frans protestó de un forma que a él le pareció adorable, terminando por cruzar los brazos sobre su pecho de forma infantil con el ceño fruncido. —Acabas de arruinar mi oportunidad de darte una respuesta profunda. Ahí fue mi plan de hacerte cambiar de parecer sobre mí por el drenaje.
—¿Qué más te da lo que piense de ti?— Braam intentaba contener la risa.
—No dejarías pasar la tarde en tu casa a alguien que te parece una criminal peligrosa— se encogió de hombros y sonrió.
—No sé por qué piensas que lo haré de una forma u otra— Braam le propinó un suave golpecito en la frente con el nudillo— Olvídalo.
— Deberías considerarme, al fin y al cabo, seguramente hay una patrulla buscándonos, no es bueno que vaya por ahí dando vueltas— Frans pestañeó repetidas veces haciendo suspirar a Braam.
Si había tenido algún pensamiento agradable sobre ella murió tras aquel descarado chantaje, sin embargo, su departamento no quedaba lejos de ahí y se podía vislumbrar la azotea de la escuela entre los techos de los edificios. El silencio se instaló entre ellos a modo de respuesta a cualquier pregunta, era como si su cuerpos por si solos tuvieran una conversación, y de pronto Braam tuvo un sentimiento de vacío en el pecho.