Por mucho que intentaba avanzar le era imposible. El contenido espeso que le rodeaba parecía atraparlo y empujarlo hacia el fondo. Elevó lo brazos, impulsando su cuerpo hacia los bordes plásticos que alcanzaba a ver; todo era muy extraño, pero no tenía tiempo para procesarlo. Se hundía.
Logró voltearse, haciendo un trabajo excesivo, para encontrar a una chica de cabello castaño y rebelde. La chica sonrió. Tomó un poco del contenido a su alrededor y lo dejó resbalar por su cara. Era yogurt de limón.
«¿Qué haces jugando a los escondidos? ¿Te escondes de tu propio dolor? Cobarde, no tuviste el valor para irte porque no querías verme así ¿no es cierto hermano?»
Braam despertó de golpe, sudado y agitado, dirigiendo su mirada a un envase vacío de yogurt Danone. Lo tomó con recelo, sus ojos estaban colorados de las pocas horas de sueño. Aún quedaban rastros del contenido y olía a limón.
«Te echaré la culpa a ti por ese sueño. Tanto yogurt es malo»
Arrastró su cuerpo hasta la cocina para tirar a la basura el envase, puso a calentar agua y sacó de la despensa una bolsa de té negro. Aprovechó entonces para darse un baño. El agua caliente se deslizaba por su cuerpo y el vapor nublada el entorno, aún así Braam no podía sacarse de la cabeza las palabras de su hermana.
El sueño había sido muy aleatorio; hacía tanto que no la veía, pero ella nunca había querido hablar con él de todas formas. Su madre era la intermediaria en rápidas y escuetas conversaciones. Ella le tenía rencor, pero él no podía ni quería hacer nada para remediarlo.
Había tenido ese impulso extraño de llamar y preguntar cómo les iba la vida en Ámsterdam. Al menos él, aquí en Giennah, no sabía si estaba teniendo una emocionante aventura o si el mundo se desmoronaba a su alrededor. En todas las ocasiones hizo lo que ahora: ignoró por completo ese sentimiento. Su padre se lo reprocharía con dureza cuando se hablaran, pero Braam no tenía las fuerzas suficientes para lidiar con cierta clase de noticias. No quería pensar en su hermana.
Cuando el agua estuvo hirviendo se sirvió un vaso de té y se dejó caer en el sofá de la sala. Suspiró disfrutando de la tranquilidad que le ofrecía el momento, y, como si el universo le mandara una cruel señal, su teléfono comenzó a sonar.
—¡Braam!
—¿Kate?
La última vez que había hablado con ella había sido solo para asegurarse de que todo estaba bien en el hospital. Kate le contó que Erick había pagado la cuenta del hospital luego de saber el episodio de aquel hombre; y aunque Braam tenía una fuerte intriga respecto a ello, algo en su pecho se quebró tras saber que Erick que se había hecho cargo.
—¿Braam?
—Estoy aquí. Dime que sucede— respondió algo irritado.
—Se que tienes muchas cosas en la cabeza, pero ¿recuerdas aquella promesa que me hiciste?— comenzó a decir Kate. El tono de su voz denotaba duda.
—No recuerdo haber pactado con el diablo— pareció pensarlo y terminó por descartarlo.— Si te refieres a escuchar tus hipótesis del fin del mundo, sí, lo recuerdo.
—Eso es estupendo, porque tengo algo muy importante que mostrarte— ignoró cualquier broma que pudiera haberle lanzado. Parecía más animada. —¿Podemos vernos? ¿Ahora?
—¿Estás bromeando? Son las cinco de la mañana— respondió Braam—. Me acabas de levantar de la cama.
—Eso no es cierto. No intentes engañar a mamá Kate— el cambio en su voz le hizo sonreír —. Tienes la voz muy clara. Sueles levantarte con voz de gato macho ronco.
—Eso... no sé cómo tomarlo— se permitó reír en voz alta— ¿Te parece bien Plaza Cosmos? Estaré ahí en una hora. Podemos aprovechar para tomar el desayuno en una cafetería cercana.
—¿Plaza Cosmos? ¿Es nuevo?— preguntó Kate.
Un zumbido ensordeció a Braam.
—¿Braam? Lo mejor será que nos encontremos en Lightning Road— Kate intentó llamar su atención tras unos segundos en silencio—. Ahí está lo que quiero mostrarte.
—Está bien. Te veré en una hora— respondió a punto de caer al suelo.
Luego colgó y se masajeó la sien en busca de alivio. El zumbido pronto comenzó a desvanecerse.
Se incorporó en el asiento algo confundido. No le sonaba de nada Lightning Road, aunque a Kate parecía no sonarle Plaza Cosmos. Entonces recordó Green Park y cómo Gregor y Erick le contaron que ahora era una zona desastrosa por un proyecto fallido. No era nada raro, pero seguía sin saber dónde estaba.
Deslizó su dedo por la pantalla de su teléfono y reparó en la aplicación de Google Maps. La ubicación que encontró hizo que no pudiera emitir ningún sonido, y es que, lo que veía, era lo que recordaba como Plaza Cosmos.
Ahora tenía una verdadera razón por la que ir a ver a Kate a las cinco de la mañana. Necesitaba entender lo que sucedía, y aunque dudaba de que Kate pudiera resolverlo, se contentaba con cualquier respuesta por loca que pareciera.
—Eso es imposible, inaceptable— repitió luego de que Kate le respondiera. —Definitivamente no soy un enviado de Marte. Y no. No tengo la menor idea de si hay edificios errantes que recorren el planeta en busca de zonas confortables.
Braam había llegado hacía una hora a Lightning Road, y, como pudo suponer, no se parecía a lo que recordaba como Plaza Cosmos. Era una especie de isla boscosa en medio del lago artificial Andrómeda, unido a la ciudad por un pequeño puente de madera arqueado pintado de rojo e iluminado por varios faroles de luz amarilla colocados sobre sus barandales también rojos. El camino seguía adoquinado entre los árboles hasta que terminaba en una pequeña plaza con bancos de piedra y más faroles que, a esas horas, iluminaban el parque. Más allá pudo notar que existían otros caminos.
Era simplemente hermoso ante sus ojos, y es que, a pesar de no ser el tipo de personas que acampan o se van de picnic, Braam podía afirmar ser un amante de la naturaleza.
Kate estaba junto a la fuente en medio de la placita, vestida como si viviera a dos cuadras -vivía bastante lejos, cerca de VHS Evening- y acabara de salir de la cama; sin embargo, no se veía mal ni demasiado despreocupada. Eso era algo que a Braam le fascinaba de ella. Le saludó con efusividad y lo arrastró hasta un arbusto cercano. Muy cerca de las hojas resecas.