Escalofrios

LOS QUE VIENEN EN LA OSCURIDAD

Sinopsis:

En la ciudad de Luzbel, los apagones no son simples fallas eléctricas. Cuando las luces se apagan, algo más se enciende. Los habitantes han aprendido a temer la oscuridad, no por lo que no pueden ver, sino por lo que aparece cuando la luz se va.

Capítulo 1: El Primer Apagón.

La tormenta cayó sobre Luzbel como un presagio. Las nubes, gruesas y violáceas, ahogaron las estrellas una a una hasta dejar el cielo convertido en un manto opresivo. A las 9:47 PM, el transformador principal del centro de la ciudad estalló en un chispazo azulado.

Y entonces, todo se apagó.

En el apartamento 4B, Elena Reyes estaba lavando los platos cuando la luz se esfumó. El agua dejó de correr. El zumbido constante del refrigerador cesó de golpe, dejando un silencio tan denso que le zumbaban los oídos.

— ¡Mamá! — La voz de Valeria llegó desde su habitación, aguda, con un temblor que no era solo por el frío — Alguien está en mi closet

Elena encendió la linterna de su teléfono. La luz tembló (¿o fue su mano?) mientras avanzaba por el pasillo. Las sombras parecían *respirar* a su alrededor, expandiéndose y contrayéndose al ritmo de algo que no era su propio pulso.

— No hay nada, cariño — mintió, abriendo el armario de rosa desgastada. Solo colgaban vestidos y un oso de peluche decapitado (¿desde cuándo tenía eso Valeria?). Pero entonces...

Un crujido. Como huesos siendo triturados lentamente.

La linterna parpadeó.

En el rincón más profundo del closet, algo se erguía. Demasiado alto para caber allí. Demasiado delgado. Su silueta era humana, pero sus articulaciones se doblaban en ángulos imposibles, como si los huesos se hubieran derretido y vuelto a moldear en la oscuridad.

Mamá — susurró Valeria, señalando — ¿Ves al señor de los ojos brillantes?

Elena no lo había notado hasta entonces: dos puntos amarillos, como chinches de luz putrefacta, flotando a la altura donde debería estar un rostro.

La linterna se apagó.

Algo frío y fibroso se deslizó por el brazo de Elena. No era una mano. Era... raíces. O venas. O quizá algo que no tenía nombre.

CORRE — le grito a Valeria, empujándola hacia la puerta.

Pero la puerta del apartamento ya no estaba allí.

Solo había un muro húmedo, palpitante, que olía a carne quemada.

Y entonces, el monstruo en el closet rió.

Un sonido como vidrios rompiéndose dentro de un saco de piel.

1. El Entorno: La tormenta como símbolo de lo inevitable. El edificio Las Sombras ya tenía un nombre ominoso antes de los eventos.

2. El Monstruo: Se insinúa su naturaleza casi líquida (huesos derretidos, raíces/venas). Los ojos amarillos son un detalle recurrente en los testigos.

3. La Trampa: La oscuridad altera el espacio. Puertas que desaparecen, muros que crecen. ¿Están realmente en el apartamento todavía?

4. El Peluche Decapitado: Un guiño a que Ellos llevan tiempo observando.

¿Por qué Valeria podía verlo antes que Elena?

¿Qué pasó con los otros vecinos del edificio esa noche? (Se escucharon gritos, pero nadie salió a ayudar).

Capítulo 2: Las Reglas de la Oscuridad

La ciudad de Luzbel aprendió a sobrevivir a base de sangre y errores. Cada apagón dejaba cadáveres con marcas que no seguían las leyes de la anatomía, y sobrevivientes que balbuceaban advertencias entre lágrimas. Así nacieron las Reglas, talladas con cuchillos en las paredes de los refugios, tatuadas en la piel de los locos que aún recordaban cómo reír.

Regla 1: Nunca uses velas. Atraen a Ellos.

El grupo de resistencia del metro descubrió esto cuando encendieron una hilera de cirios para honrar a sus muertos. Las llamas se congelaron en vertical, como clavadas en el aire. Entonces, las sombras entre las velas empezaron a gotear.

Primero fue el señor Rojas, cuyo brazo quedó sumergido en un charro de oscuridad líquida. Cuando lo retiró, la piel desde el codo hasta los dedos había desaparecido, pero no sangraba. Solo mostraba músculos grises, inmóviles, como plastilina seca.

— No duele — murmuró, antes de que su boca se sellara con costras negras.

Las velas se apagaron. Y lo que vino después... prefirieron no describirlo.

Regla 2: No hables en voz alta. Escuchan mejor en la oscuridad.

La periodista Mariana Cruz lo comprobó cuando grabó un reportaje durante un apagón (su cámara captó solo estática, pero el audio... Dios, el audio).

— ¿Hay alguien ahí? — había dicho, y en los auriculares se escuchó claramente cómo algo grande se arrastraba por el techo del estudio.

Un susurro respondió, superponiéndose a su voz como una cinta en reversa:

Síííí... y ya sabeemos dónde estásss.

Al día siguiente, el estudio amaneció lleno de huellas. No eran de pies, sino de algo que había reptado sobre miles de dedos delgados.

Regla 3: Si sientes que te observan, cierra los ojos.

El niño del quinto piso (nadie recordaba su nombre, solo lo llamaban El Calladito) sobrevivió tres apagones porque seguía esta regla al pie de la letra.

Ellos no pueden tocarte si no los ves — explicaba con una sonrisa vacía, rascándose los brazos llenos de moretones en forma de huellas dactilares alargadas.

Hasta que una noche, en un reflejo, parpadeó.



#2844 en Terror
#31002 en Otros
#9681 en Relatos cortos

En el texto hay: relatos de terror

Editado: 13.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.