Los días seguían pasando, pero nada malo ocurría. Emily había encontrado un lugar feliz junto a su tía y primos, las cosas habían cambiado mucho a lo largo de los meses. Todo estaba mejorando para la familia Douglas.
Ahora Emily es una estudiante; estudia junto a sus primos en una escuela muy conocida de Argentina. Muchas personas deseaban estudiar allí, pero solo un porcentaje muy pequeño podía hacerlo; se trataba todo parte de un extraño plan realizado por las familias más poderosas del país, más precisamente, por las familias poderosas de Hope.
—Emily Douglas, al frente y resuelva esa ecuación matemática. —La voz de la profesora despertó a la joven, cuya cabeza se encontraba apoyada sobre la madera de su pupitre—. ¡Emily Douglas! —Exclamó malhumorada la mujer cerca de la niña para lograr despertarla de aquel extraño sueño en el que se encontraba.
Emily se puso de pie inmediatamente al oír a su profesora pedirle pasar al pizarrón.
Los nervios de estar frente a todos los compañeros la estaban carcomiendo con cada pequeño paso que daba hacia adelante. La simple idea de hacer el ridículo la estaba volviendo completamente loca.
Los pequeños, lentos y firmes pasos que la niña daba parecían estar en cámara lenta; al llegar al pizarrón, lo miró fijamente con su ceño completamente fruncido y estiró su brazo para tomar la pequeña tiza blanca y la campana del recreo sonó. La joven Emily soltó la tiza completamente asustada por la situación, ya que no esperaba valga la redundancia que la campana la salve de una situación como esa.
Una pequeña sonrisa se dibujó sobre los labios de la morena y con delicadeza se agachó para tomar la tiza y ponerla sobre el lugar que correspondía. Una mano se posó sobre el hombro de la joven y ella giró para lograr visualizar a la dueña de aquella mano.
Sus ojos se abrieron como nunca antes al ver a su mejor amiga frente a ella. La amiga de Emily tenía tan solo un año más, y por ese motivo estaba un año más que la niña y solo se podían encontrar en los recreos para hablar o jugar, todo depende de lo que ellas deseaban hacer en ese preciso instante en el que se encontraban.
Ambas salieron caminando del salón con cierta movilidad en sus piernas riendo a carcajadas sarcásticas, pero al notar a Darío se quedaron completamente calladas y se miraron a los ojos con complicidad absoluta.
Darío alzó tan solo una ceja al notar la situación que se le planteaba frente a él, le pareció bastante interesante, pero no dijo absolutamente nada y comenzó a caminar rumbo a las niñas. Su rostro se volvió más dulce al llegar a ellas.
—Hola —murmuró el niño haciendo caso omiso de la presencia de la amiga de Emily—. ¿Qué tal la clase de mate? Se dice que la vieja solo pone cincos.
Emily soltó una carcajada sonora ante el comentario de aquel niño.
—No lo sé, nunca me pusieron un cinco.
El niño se acercó a Emily, pero ella se alejó junto a su amiga. Darío le hizo una seña y luego le entregó un pequeño papel con una dirección anotada, luego de eso, el pequeño solo decidió salir corriendo. No miró atrás ni una sola vez, solo se marchó sin decir nada más.
Emily observó el papel y la dirección, era muy cerca de la casa de su amiga, así que ambas comenzaron a planear el modo de verse allí junto con Darío. Ninguna de las dos sabía lo que podría suceder, solo sabían los estúpidos comentarios que se hablaban de el niño. Supuestamente, hace un par de años vio cómo mataban a un hombre.
—No creo que ver a ese niño sea buena idea, Emily —comentó su amiga.
Douglas se encogió de hombros sin dejar de visualizar la dirección.
—Yo no tengo idea de lo que nos quiere mostrar, pero… No sé, quiero ir.
—Quieres ir porque te gusta, no es por otra cosa —respondió su amiga con seguridad.
Emily rodó los ojos con diversión.
—Yo voy a ir, me da igual si no quieres venir. Iré sola.
—¿A vos te falta un tornillo o algo así? Se dice que Darío es hijo de asesinos seriales, no podes ir como si nada a la casa y ver lo que te quiere mostrar —La amiga negó con la cabeza más de una vez—. ¿Qué pasa si lo que te quiere mostrar es tu propia muerte?
Douglas soltó una carcajada sonora sin poder creer la pregunta de su amiga.
—La única loca aquí eres tú, ¿cómo me va a querer mostrar mi propia muerte? Tienes que dejar de leer esos libros de historias que tú lees… Te estás volviendo verdaderamente loca y no quiero una amiga así de chiflada como tú.
La mejor amiga de Emily negó más de una vez ante el comentario que salió de los labios de su amiga.
—¿Vienes conmigo o tengo que ir sola? —Pregunta Emily con una pequeña sonrisa sobre sus labios.
—Voy con vos, pero no quiero que nos pase nada, ¿sí?
Douglas asintió con la cabeza.
—Perfecto, voy a decirle a mi tía que voy a ir a tu casa para hacer la tarea, ¿dale?
—No me agrada el plan que se está creando en tu magnifico cerebro, Em.
—Bueno, me da igual, sabes que soy una loca. Voy a inventar cosas que otras personas no, me sorprende que no me conozcas después de tanto tiempo —respondió la joven Emily con una sonrisa ladina—. Soy la maestra del engaño.
Su amiga alzó ambas cejas y negó con la cabeza más de una vez.
—¿Cómo haces para verte como una pobre indefensa, pero ser una maldita?
—Es que mi cara me vende. Ya sabes, parezco una niña dulce, que no sabe nada de la vida, pero… Soy de sorprender a la gente cuando me conocen de verdad —dijo Douglas con diversión—. No soy buena persona, pero mi cara dice que soy un verdadero ángel caído del cielo.
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Editado: 07.01.2021